Columna: A diez años del encuentro entre Bob Dylan y Juan Pablo II

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Hoy se cumplen exactamente diez años desde que se llevó a cabo una extraña colaboración entre Bob Dylan y Juan Pablo II, en pleno festival de Bologna, Italia. El actual pontífice, Benedicto XVI (a.k.a Ratzinger, que en ese entonces ya tenía sus cosas) intentó hacer algo al respecto. Afortunadamente para algunos y desgraciadamente para otros, no le resultó y Dylan terminó interpretando tres canciones. Este es el testimonio -y debut en disorder.cl- de Héctor Muñoz.

Por Héctor Muñoz

Me llamó la atención algo que ha salido recientemente en diversos sitios donde se pueden leer párrafos que (se supone) comunican ideas: “Benedicto XVI reniega de Bob Dylan”, a propósito de una cita de un libro que escribió y que saldrá pronto, titulado “Juan Pablo II, mi amado predecesor”. En esa época, Ratzinger era cardenal y cercano colaborador del entonces papa, e intentó por todos los medios cancelar el concierto en el que participó el troesma Dylan, a fines de septiembre de 1997. A Ratzinger no le parecía que “este autoproclamado ‘profeta’ saliera a escenario”.

Algunas cosas no van a cambiar nunca nomás.

Me dí cuenta que una noticia como esta sonaba tan insólita hace diez años como hoy en día, sin lugar a dudas. Un 27 de septiembre de 1997, Bob Dylan tocó tres canciones para el papa Juan Pablo II, en una transmisión vía satélite para todo el mundo. Y la foto que ven ahí arriba da fe de ese momento, tan extraño como único.

Para “convertir la fe de los jóvenes del mundo”, el Vaticano había organizado un festival en Bolonia, titulado originalmente como el Bologna Festival. El evento multitudinario -que fue uno de esos eventos raros que le subió la popularidad al fallecido papa- contó con un montón de números locales (Luccio Dalla, Andrea Bocelli, el pianista de jazz Michel Petrucchiani, Barbara Colla y un corner llamado simplemente Gianni), que fueron cantando una o dos canciones, adaptando sus letras a un sentido más “espiritual” y tratando de congraciarse con una autoridad de la iglesia, el anfitrión que los había convocado para tan bizarro encuentro.

Cuando ya han desfilado todos estos intérpretes italianos, el mismo papa da un sermón de veinte minutos, en el que cita el célebre himno “Blowin’ In The Wind”, ese que Dylan había escrito hace 35 años, y que a sus cuarenta y cinco sigue tan vigente como en 1962. Como era de esperarse, el entonces papa volvió el sentido de la respuesta que sopla en el viento a un viento espiritual. ¿Tiene algo que ver el espíritu?, me pregunto yo. Depende de lo que se quiera decir. En el caso del papa, interpretó el “cuántos caminos debe andar un hombre antes de convertirse en un hombre” como “ese camino es el de Cristo, quien afirmó: ‘yo soy el Camino y la Vida’”, agregando que “las cuestiones de vuestra vida están silbando en el viento. Pero en el viento que sopla y en la voz del espíritu, y no en el viento que todo lo dispersa en los torbellinos en la nada». A la hora de las interpretaciones, el sentido es bastante subjetivo.

Casi sin aviso, Dylan y sus músicos suben a escena y empieza a sonar una sucesión de tres acordes, los que conforman la base completa de “Knockin’ On Heaven’s Door”. Y ahí está el troesma, vestido de traje impecable y sombrero enorme, con pinta de petrolero texano o de algún intérprete de country de esos de los años 30 o 40, un look que inmortalizó el siempre recordado Hank Williams. Además, cargando una preciosa guitarra Gibson Les Paul, que dan un sonido sólido y pastoso cuando se tocan amplificadas a tubo. En la pantalla comienza a salir la letra de la canción traducida al italiano, pero eso no importa. Para sorpresa de todos, el troesma hace un cambio en la letra; cantó lo siguiente: «I’m looking up to the skies, feeling like I’m knockin’ on heaven’s door». Bueno, el cambio por la ocasión, puede ser. Terminan la tonada y ovación automática.

Sin saludar, ni siquiera asomar un atisbo de sonrisa, sigue con su pequeño set, pasando a otro himno (pareciera que en un festival así sólo se oyesen himnos y nada más que himnos) como el que es “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, con un pasaje instrumental increíble, solemne, piola y jugado: todo a la vez. Propio de una banda que tiene un fiato que pocas tienen (Dylan se armó la tremenda banda en vivo, de eso no hay duda). El troesma está cantando, no gritando, mas sí muy alto acá, a pesar de un evidente resfrío que lo aqueja (cuando se aleja del micrófono, como que snifea un poco, típica molestia del resfrío), lo que no le impide seguir con la tremenda presentación que está haciendo. Dirige a su banda con la gracia que un director de orquesta dirige a sus músicos, pero con un grado de complicidad que lo da únicamente el viajar juntos para todos lados, tocar en todo el mundo y mantener la llama siempre encendida a la hora de reinventar todo e incluso a sí mismo una y otra vez. Esas 300 mil personas estaban viendo lo que Dylan y los suyos hacen casi 300 veces al año en gira.

Terminan la canción con otra ovación y Dylan se acerca al estrado donde está Juan Pablo II para el saludo protocolar. Se saca el sombrero y lo saluda por prolongados segundos (la foto es de justo ese momento). Se ve que el papa le dice algo que sólo ellos saben y que Dylan de seguro jamás contará en su vida. Dylan vuelve al escenario para una canción más, pero el papa se ha ido. Y “Forever Young” sonó fuerte y calma, sin sombrero y con un tremendo solo de guitarra del troesma en esa magnífica Les Paul que seguía flameando en sus manos. Y termina el show sin esbozar un saludo y yéndose de inmediato.

Dylan siempre le ha bajado el perfil a su participación en el Bologna Festival. “Fue un show más”, ha dicho más de una vez. Y es verdad. Sólo que ese show se transmitió para todo el mundo y destacó por lo freak e inusual. Para el troesma, un tipo que constantemente está en búsqueda en lo espiritual, y que ha pasado del judaísmo al ateismo como quien se cambia de marca de jeans (sin dejar de tener dudas existenciales y, por consiguiente, espirituales), y al cristianismo por tres años (“si Jesús predicó solo tres años, ¿por qué yo tendría que hacerlo más tiempo?”, dijo alguna vez) y de vuelta al judaísmo en años recientes (al menos, los últimos veinte), ese show en Bolonia fue sólo una parada más de un viaje que no termina. De una gira que no termina. De una búsqueda que, a sus sesenta y seis años, aún sigue y no puede amarrarse a ningún tipo de religión. Es una búsqueda personal.

¿Sabían de este episodio tan freak? Pareciera que con Ratzinger a la cabeza de la iglesia católica, el mundo occidental retrocediera, mientras que Dylan no hace más que avanzar: la próxima semana aparece otro compilado más de su extensa discografía, titulado “His Greatest Songs”, salvo por el detalle de que las canciones las escogió el público. Y a fines de octubre, aparecerá en DVD «The Other Side Of The Mirror», que recopila sus presentaciones en el mítico Newport Folk Festival. Y sí, viene la polémica actuación en donde enchufó una guitarra eléctrica e hizo historia.

Video: ‘Knockin’ on Heaven’s Doors’

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