Reportaje: Nadando contra la corriente

Publicado por Francisco Campos

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Para los que no están al tanto, hace un tiempo se propuso por parte de Endesa España la construcción de una serie de represas en la región de Aysén para dar “solución al problema energético chileno”. Muchos pegaron el grito en el cielo con justa y legítima razón, como el destacado ecologista Juan Pablo Orrego, y otros por motivos no tan justos ni tan legítimos como es el caso de las empresas salmoneras chilenas, las cuales tienen una gran cantidad de inversiones en el sur de nuestro país.

Las empresas salmoneras son las principales lobbistas en contra de la construcción de las mega represas en la región de Aysén. Los ejecutivos de las grandes salmoneras ven con malos ojos la construcción de estas moles de concreto que pueden alterar de gran manera el ecosistema privilegiado en el que crece el salmón chileno, lo cual puede afectar tremendamente su cotización en el extranjero.

Está bien, como coyhaiquino me opongo completamente a la construcción de las dichosas represas al igual que las empresas salmoneras. La diferencia es que yo no tengo la plata para llenar Santiago y todo Chile de letreros que digan «Patagonia sin represas» ni para aprovecharme de los tontos útiles que buscan sacar provecho de la situación, ni para traer a Vicentico, pero ese es otro asunto. El problema es que las salmoneras son tan perjudiciales como las represas, lo cual nos lleva a aquella antigua dicotomía de ¿Qué preferís? ¿un kilo de caca o un litro de pichí?

Lamentablemente poco y nada se sabe de la industria del salmón en Chile y de sus consecuencias para el medioambiente.

La industria salmonera chilena, ubicada principalmente en las regiones de Los Lagos y Aysén, ha logrado convertir a nuestro país en uno de los principales exportadores de salmón del mundo. El año 2006 las salmoneras obtuvieron ganancias que superaron los 2000 millones de dólares, situándose en el tercer lugar de importancia de las exportaciones nacionales, por debajo del cobre y del molibdeno (!). Hasta aquí todo bien, el cacho está en que el salmón, una especie invasiva e introducida en los ecosistemas en los cuales se produce, tiene la peor tasa de conversión, es decir, para producir un kilo de salmón se necesitan ocho kilos de alimento (merluzas y anchovetas principalmente). Esta situación pone en serio riesgo a las especies mencionadas al mismo tiempo que pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial tomando en cuenta que el salmón se exporta principalmente a países sobrealimentados como Estados Unidos y Japón.

A lo anterior hay que sumar que los salmones igual hacen sus necesidades, las cuales van a acumulando en el fondo marino, lo cual resulta enormemente perjudicial para el ecosistema marino. Por cada tonelada de alimento se generan más de 600 kilos de cacú de salmón, la que además contiene una buena cantidad de bacterias, entre ellas la Piscirickettsia. Hay que tomar en cuenta de que en Chile existen miles de jaulas salmoneras, en las que se crían cientos de miles de salmones, de modo que la cantidad de mierda salmonífera que va a parar al mar es tan grande como la que va desde Valparaíso al océano.

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No todo es culpa de los salmones, los salmoneros tampoco lo hacen tan mal. La industria salmonera ostenta el segundo lugar en la tasa de accidentabilidad laboral, 10,3 (superado por la construcción que tiene una tasa de 10,8) siendo que la tasa promedio de accidentabilidad laboral registrada por la ACHS el año 2006 alcanza al 6%. Esto va en directa relación con las deplorables condiciones de trabajo e higiene en las que se desenvuelven quienes trabajan en las salmoneras. Ocho de cada diez inspecciones realizadas por inspección del trabajo a las diferentes salmoneras en Chile el año 2006 dio como resultado una multa por diversas infracciones a normas medioambientales y laborales.

Toda la información respecto a lo perjudicial que resulta la industria salmonera es relativamente reciente, aunque hay quienes hace un buen tiempo vienen advirtiendo de las externalidades negativas que provoca la salmonicultura. El año 2001 Juan Carlos Cárdenas, director del centro de estudios Ecocéanos, afirmó “que los industriales del salmón están generando un peligroso y dañino círculo vicioso de sobreproducción para continuar aumentando sus ganancias. Esta insustentable situación circular de la industria salmonera sigue contaminando las zonas costeras, afectando a los pescadores artesanales, debilitando la seguridad alimentaria nacional y no generando más que perjuicios en las regiones en las que se instala”. Desafortunadamente, nadie le dio mucha bola.

¿Cuál es mejor, las represas o las salmoneras? O mejor dicho ¿Cuál es la menos mala? Es una pregunta difícil. Yo no estoy haciendo de abogado del diablo ni mucho menos, yo solo pretendo explicar el porqué las salmoneras son tan perversas como las represas, a pesar del lavado de imagen que pretenden hacer afirmando que se oponen a las represas por razones ambientales.

Lamentablemente la cuestión no pasa por mi y aunque suene pesimista, en un par de años más vamos a estar hablando del daño ambiental que producen estas dos actividades potenciadas.

Para dudas y consultas respecto a los datos y cifras entregados en este reportaje pueden consultar en:

Contra la corriente 

Confederación Nacional de Pescadores Artesanales

La Nación

Periódico Mapuche Azkintuwe

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