A sólo días de lanzar oficialmente su primer disco rigurosamente solista en trece años, Conor Oberst dio un único concierto en el capitalino Cine Normandie, donde, además de adelantar nuevo material, repasó parte de su discografía junto a Bright Eyes. Quince años de producción discográfica resumidos en una hora y media de metodológica -pero efectiva- puesta en escena.
Por Francisco Franetovic / Fotos: Rosario Oddo
Conor Oberst, líder de Bright Eyes, comenzó su carrera como músico a los trece años. A los catorce grababa sus primeras canciones y a los dieciséis ya tenía su propio sello: Saddle Creek. Hoy, a los 28 años y con alrededor de 30 discos (considerando desde splits y EPs hasta cassetes, CDs y vinilos) en el cuerpo, sus pergaminos parecen desvanecerse una vez que pisa Chile, una suerte de fin del mundo.
En la fila que ocupaba la intersección de Tarapacá con Zenteno hasta las 21:30, se notaba que -en Chile- Bright Eyes nunca ha rotado con fuerza ni en medios escritos ni en radios ni en televisión. Se trataba de un perfecto desconocido para algunos y uno de esos tipos que otros jamás esperaron ver en vivo y en directo, desde que a fines de los 90’s descubrían a un compositor que con apenas 20 años ya era comparado con Bob Dylan y Leonard Cohen.
Bright Eyes es parte del atardecer de la historia relacionada con el «emo» de la vieja escuela, que la prensa describía en ese entonces como el hijo menor del post-hardcore de Fugazi y el hardcore de Rites of Spring. Referentes como Sunny Day Real Estate, Texas Is The Reason, The Promise Ring y -los más recientes- The Get Up Kids, no se sentían cómodos con el mote. Lo mismo Conor Oberst.
Y con razón. El show que dio en el Cine Normandie, esta vez con la Mystic Valley Band, no es más que un metodológico -y finalmente victorioso- esfuerzo por resumir fielmente un repertorio diverso, que abarca desde folk y country hasta beats electrónicos. Sin inconvenientes (a excepción de una falla técnica cuando cerraba la noche con «Lua»), Oberst, Nate Walcott (teclados y trompeta) y Jason Boesel (batería), interpretaron once canciones provenientes la discografía de Bright Eyes prácticamente completa (solo faltó algo del debut, Letting Off the Happiness, de 1998), además de cuatro adelantos de su -rigurosamente hablando- primer disco en formato digital como solista, Conor Oberst (2008, Merge/Wichita).
Como buen show de estadounidenses, no hubo altos ni bajos, pero sí mucho oficio. Nate Walcott se turnaba entre la trompeta y los teclados, aunque a ratos debía conciliar ambos instrumentos. Considerando que trabaja con Oberst desde Bright Eyes, no debiese sorprender la compenetración que demostraron. Incluso tuvieron que compartir un espacio de un par de metros cuadrados en «Lover I Don’t Have To Love», con Walcottl haciendo de bajista desde las teclas y Conor en teclados (por primera y última vez en la noche). En tanto que Jason Boesel parecía ser el baterista de toda la vida, pero no lo es: su banda estable es de Los Ángeles y se llama Rilo Kiley.
A pesar del frío (que incluso en las butacas ameritaba bufanda y chaqueta), lo hecho por Conor Oberst & The Mystic Valley Band dejó conformes a todos. Los que cantaron y los que no; investigadores enciclopédicos y fans hormonales (sobre todo con el beso que envió el buen Conor); gritones y fumadores; consumidores e invitados.
Recordemos: los conciertos son eventos sociales donde cualquier persona que pague puede acceder, y no reuniones de sectas músico-religiosas donde sólo los más devotos «conocedores de la materia» pueden y merecen entrar. ¿Para qué ese elitismo intelectual? ¿No basta con el precio de la entrada como único mecanismo de exclusión?
Parafraseando a Conor Oberst en «We Are Nowhere And It’s Now»:
If you hate the taste of wine.
Why do you drink it till you’re blind?
La banda completa. Boesel, Oberst y Walcott.
Los rasgueos y golpecitos previos le fascinan a Conor Oberst.
Jason Boesel, el baterista de la Mystic Valley Band, también toca en Rilo Kiley.
La guitarra acústica para saludar y para despedirse.
A ratos, Conor Oberst tomaba la guitarra eléctrica. ¿Ejemplo? Para desenpolvar una de sus más antiguas grabaciones: «Falling Out of Love at This Volume».
Para «Lover I Don’t Have To Love» no hubo guitarras, pero sí batería, dos teclados (uno de ellos haciendo de bajo a momentos) y trompeta. Y eso que eran tres músicos.
Cantando «Lua», del I’m Wide Awake, It’s Morning (2005), sobre drogas que, por cierto, no recomienda a nadie.
Setlist*:
A Collection of Songs Recorded 1995-1997 (2000):
«Falling Out of Love at This Volume»
Fevers And Mirrors (2000):
«Arienette»
Lifted or The Story Is in the Soil, Keep Your Ear to the Ground (2002):
«You Will You Will You Will You»
«Lover I Don’t Have To Love»
«Bowl Of Oranges»
Digital Ash in a Digital Urn (2005):
«Hit The Switch»
I’m Wide Awake, It’s Morning (2005):
«We Are Nowhere And It’s Now»
«Lua»
«First Day of My Life»
Cassadaga (2007):
«Four Winds»
«Cleanse Song»
Conor Oberst (2008):
«Get-Well-Cards»
«Eagle on a Pole»
«Lenders in Temple»
«Sausalito»
* Ordenando por discografía de Bright Eyes y Conor Oberst.
Publicado por Francisco Franetovic
Archivo: 271 artículos