Y por fin se acabó esa basura de Grandes Chilenos, aquel funesto y archi promocionado programa en el que se enfrentaban supuestos “grandes próceres” de nuestra historia, y donde el ganador no fue precisamente el chileno más grande de la historia –si es que realmente hay uno-, sino que simplemente aquel que obtuvo la mayor cantidad de votos a través de una de las elecciones más truchas que se han visto en el último tiempo. Más charcha que la elección de reina del Festival de Viña.

La lista de candidatos al “título” de chileno más grande de la historia incluía a Manuel Rodríguez, José Miguel Carrera, Arturo Prat, Alberto Hurtado, Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Violeta Parra, Víctor Jara y Salvador Allende y a… Lautaro, lo cual me parece una burla para el pueblo mapuche, porque, como primera cosa, Lautaro no era chileno sino que mapuche –pueblo enfrentado eternamente con el gobierno chileno-,  y segundo, porque vivió doscientos años antes de que Chile fuera Chile. Pero eso a los brillantes ejecutivos de TVN no les importó en lo absoluto. Borraron cuatrocientos años de conflicto mapuche de un plumazo al apoderarse de un prócer que no nos pertenece por el simple hecho de que nació en un lugar que doscientos años más tarde se llamaría Chile.

«Lo dije hace 400 años y lo digo ahora, los huincas son todos giles»

Por lo demás ¿Cómo podría enfrentarse Lautaro con Victor Jara? ¿Tienen algo en común? ¿Lo tienen Manuel Rodríguez con Violeta Parra? Claramente no. Cada gran chileno representa un aspecto de nuestra historia y un contexto histórico muy diferente, de manera que la elección de uno supone la negación de la obra del otro en base a un argumento –a mi entender bastante simplista– en el que se piensa que lo que hizo uno es más importante que lo que hizo el otro. Pero es muy distinto ser músico a ser político, o ser cura o militar.  Mucho más sentido habría tenido si la elección hubiese sido por categorías, onda “el músico chileno más grande de nuestra historia”  o “el político más influyente de nuestra historia”.

Perfectamente podrían haber sido incluidos músicos como Claudio Arrau o Álvaro Henríquez o políticos como Diego Portales y Arturo Alessandri –gente de ideas con las que no comulgo en lo absoluto, pero que dejaron una huella bastante profunda en nuestra historia– pero no, puros nombres maketeados y tirados al lote en una lista que no junta ni pega, ya que,  supuestamente, cada uno de esos chilenos representa uno de los valores que identifican a los chilenos (?) como el coraje (ja), la creatividad (ja ja) o la solidaridad (ja ja ja). Entonces, como era de esperar, cada grupo con cierta relevancia de nuestra vida política y social tomó partido por el candidato que representase de mejor manera sus intereses: los milicos por Prat, la izquierda por Allende, los revolucionarios por Rodríguez y los pachamámicos por Víctor Jara o la Violeta.

«¿Y yo? Se olvidaron de mi los malagradecidos de mierda»

Finalmente, el ganador de toda esta farsa fue Salvador Allende quien, mediante un falso ejercicio democrático –votar a través de Internet– fue electo como el chileno más grande de todos, imponiendose a Arturo Prat en una reñida votación, en la que todo quedó reducido a un clásico enfrentamiento entre la izquierda y la derecha. Digan lo que quieran, pero Allende está muy lejos de ser el chileno más importante de de nuestra historia, por muchos votos que haya sacado y por mucho que la JOTA y la JS hayan votado una y otra vez por él. Tampoco lo habría sido Prat, aunque todos los marinos, milicos y cuervos hayan votado por él.  Mucho menos lo habrían sido Lautaro –por lo explicado anteriormente -, Neruda ni nadie de esa puta lista. El chileno más grande de nuestra historia será alguien que sea capaz de representar de manera transversal a toda nuestra sociedad, y a todos los chilenos por igual. Y hasta donde yo sé, ese chileno aún no nace.