Por Cristian Bahamondes F.

Hace pocas horas me enteré de esta noticia, y recién ahora puedo sentarme a expresar esta inquietud, ya que siempre me han extrañado las cosas del ámbito cultural nacional. La mayoría de las veces pasan desapercibidas, y no se si es porque a nadie le interesa, o porque la gente siente que no puede participar en este tipo de decisiones y simplemente se mantienen al margen. Ninguna de las dos posibilidades me deja contento.

Y es que la postulación para una tentativa nominación a los Oscar se le haya adjudicado a “Dawson, Isla 10” por sobre “La Nana”, me causa al menos suspicacia. Sintiendo que me puedo presentar como un gran aficionado al cine, con ciertos conocimientos académicos, puedo decir que cuando vi “La Nana” me sentí frente a un gran producto de exportación, tanto por su calidad cinematográfica como por su potencial comercial, ambos resultado de una historia tan bien realizada y tan representativa, que la mayoría de los chilenos se sienten rápidamente identificados, mientras que los menos astutos podrían llegar a calificarla de “liviana”.

Pude ver en las columnas de critica de cine aquella habitual cautela por parte de los especialistas de los medios en evitar calificar a esta película como una gran obra del cine chileno (que creo lo es), lo cual acredito principalmente a la importancia de mantener cierta distancia ante las masas, separando lo que es inteligible en un nivel general de lo que es verdaderamente intelectual, ámbito que estaría reservado para un reducido circulo de entendedores.

Sin embargo, al tratarse de un evento como los Oscar, en donde la importancia de una buena historia se refleja en que la aceptación de ésta por parte del público, «La Nana» alcanza un gran nivel, precisamente gracias a la amplia posibilidad de interpretaciones que permite.

Frente a esto, la equivocación (porque así voy a llamar al esta decisión, que – por cierto – no tengo la menor idea de quien es el comité que la ha tomado, quien designó a este comité y, mucho menos, cómo se planificó la organización de este comité, tópicos que, al menos en su escala mas general, debiese ser de conocimiento publico e incluso con cierta anticipación) se debe probablemente a la importancia que se le puede atribuir a la connotación política de la categoría «Mejor Película Extranjera» para su consideración final entre la numerosa cantidad de postulantes, pero eso es, por un lado, subestimar el juicio extranjero al entregar el producto mas obvio, negando incluso el importante precedente del éxito en Sundance, uno de los festivales que representa el lado mas intelectual de Estados Unidos, y por otro, no ver la connotación política mucho mas sutil que se encuentra en “La Nana”, cinta que presenta al extranjero esa dicotomía que acontece de manera tan natural en nuestro país; entre una modernidad fundada por sobre todo en la ansias de las personas, y la inamovilidad en los estratos sociales, capaz de soportar décadas en nombre de una tradición, denominación con la cual puede descansar de todo juicio o pensamiento mas allá de lo cómodo.

Finalmente, y en esta misma idea ¿cual es la intención política (porque todo lo que hacemos finalmente tiene una connotación política) detrás de la elección de «Dawson, Isla 10» frente a «La Nana» para competir por un Oscar? ¿Es que acaso el temor a lo nuevo nos lleva a refugiarnos en un apellido que se relaciona con tradición o experiencia (Littin), mas allá de abrirse a la posibilidad de lo nuevo?

Paradójicamente, no seria raro que una vez más lleguemos tarde a un verdadero entendimiento de lo que tenemos en frente, resultado de esa nebulosa que no nos permite enfocar con claridad nuestra identidad cultural, incluso a través de nuestros mismos ojos.