(500) Days of Summer: mi loco amor de verano

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Cada cierto tiempo aparece “la” nueva película del cine independiente norteamericano que la mayoría de la gilada ve simplemente porque “se debe ver”. Es decir, pasa a ser material obligado de conversa en ciertos actos sociales, y como nadie quiere ser un desadaptado, o ignorante, es culturalmente “obligado” a verla. (500) Days of Summer, estrenada el jueves 11 de Marzo en nuestro país,  es la última de estas películas. Una llena de clichés que dan vergüenza ajena: desde diálogos que a pito de nada mencionan a The Smiths a referencias rebuscadas a Salinger.

Por Victor Gutiérrez Fierro.

Generalmente estas mentadas cintas de moda son dirigida por un debutante, con un par de actores conocidos (aunque no demasiados), soundtrack y guiños que hacen referencia a la cultura pop del momento, y, en ocasiones, un modo de narrar la historia algo atípica. Estos ingredientes se han mezclado con éxito anteriormente y han producido películas imperdibles como Reservoir Dogs o, en el peor de los casos, Juno. Lamentablemente, los gringos abusaron de la fórmula y actualmente la mezcla de los mecionados elementos se caracteriza por producir resultados desastrosos como Garden State o la presente (500) Days of Summer: “La última joyita del cine norteamericano”, según la prensa “especializada”.

De joyita, las pelotas. Lo único cierto es que ‘500 Días Juntos’ no es más que una tediosa película, recargada de pretensiones y escenas mediocres –ninguna dura más de tres minutos-, personajes patéticos y monótonos -que no cambian ni evolucionan durante el metraje- y un guión que cabe -y se desarrolla- en un par de líneas. Es decir, una película con cero sustancia, pésimos diálogos, cero drama y miles de detallitos superficiales que buscan construir un esqueleto en el plano formal para sostener una estructura que termina colapsándose por la sobrecarga. Un bodrio de tomo y lomo que durante 85 minutos trata de hacerte tragar el mismo sapo que anteriormente te hizo tragar Meg Ryan o Jennifer Aniston, pero con la “gracia” que en está ocasión la historia no es contada de manera lineal y los roles están invertidos.

Peor aún: la película le da tanto énfasis a esa idea -tratándote constantemente como estúpido- planteándotela en dos escenas “claves”: Al principio, con la cita a Syd & Nancy en la cafetería y luego durante la conversa en el Karaoke post interpretación de Here’s Comes Your Man de Pixies por parte del protagonista. Y claro, para que hablar de la conversaciones que a pito de nada, ¡realmente a pito de nada!, mencionan [SPOILER?] canciones de The Smiths, Belle & Sebastian, libros de Salinger y pinturas de Magritte y Hopper. Entre otros miles de artistas aludidos. Misma situación que ocurre en el aspecto visual con discos esparcidos de The Jesus & Mary Chain’s o poleritas de Joy Division y The Clash, por nombrar lo más reconocible. Pero bueno, seamos sensatos, a todos nos gustan las referencias a la cultura pop ya que le dan una gracia especial a las películas, que de cierta manera logran “conectarnos” con los personajes. Pero, claro, cuando esas referencias son colocadas forzadamente, y eso que acá decir forzado es poco, no teniendo una real relación con los personajes o el guión, resultan molestas y agobiantes.

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Pero bueno, ¿De qué va la historia en este bodrio? Tom Hansen (Joseph Gordon-Levitt), un arquitecto frustrado que trabaja todos los días en una oficina escribiendo frases para tarjetas de saludos tipo Village, conoce a Summer Finn (Zooey Deschanel: la nueva referente indie que hace furor en el target zancada) que llega como asistente del dueño de la empresa. Comienzan a interactuar, coquetean con música de The Smiths de fondo, se gustan, y se convierten en algo así como una pareja pese a la resistencia de ella y a sus múltiples declaraciones de que no quiere ser la polola de nadie. Luego, y esto no es spoiler, “terminan” y Tom sufre. Y se vuelve loco. Y trata de reconquistarla. Listo. Fin. Se acabo. Eso es todo el guión. Es decir, un rotundo cliché del cine romántico. Y lo peor que la historia se cuenta en los primeros 10 minutos. Los 75  restantes son sólo relleno para meter la mayor cantidad de referencias pop posibles.

500 Days of Summer es una completa mamonearía que desde el patetismo consigue sacar algunos suspiros en la audiencia femenina que se derrite ante un protagonista que interpreta un rol invertido: Un rol de mujer sufrida, débil, enamoradiza, esperanzada y soñadora. Como sea, la verdadera intención tras este desaguisado se explica en una frase del novelista norteamericano Henry Miller, que es citada por uno de los personajes secundarios: “La mejor manera de olvidar a una mujer es convertirla en literatura”. O, como en este caso, en una película. Me explico: El debutante Marc Webb, con un pasado de director de clips para Backstreet Boys, O-Town, Ashlee Simpson y Hannah Montana, lo deja totalmente en claro con la introducción: “Lo que sigue es trabajo de ficción. Cualquier parecido con personas vivas o muertas es coincidencia. Especialmente contigo, Jenny Beckman. Puta”. WTF! ¿O sea todo este sapo con olor a ropita de Zoo Concept fue sólo para desquitarse de una Ex? Patético.

Y lo peor de todo es que eso el guionista lo deja claro en el comentario del DVD en donde afirma que un 75% de los hechos narrados en la película le ocurrieron a él. Así las cosas, esta historia de amor funciona más como una suerte de exorcismo de los autores de la misma que como “la historia de amor original» o «anti-amor” que la mayoría de los críticos y blógeros han hecho alusión, repitiendo como condenados lo mismo que sale atrás de la caratula del DVD. Bastante mediocres debido a no cuestionarse un poquito más el asunto y hacer un trabajo que bordea el plagio, copypasteando reseñas y comentarios.

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Pero no seamos tan pesimistas, también hay cosas buenas en esta basura: Gordon-Levitt consigue construir un personaje completamente creíble con diálogos que no duran más de tres minutos. Además destacan un par de aspectos formales de la cinta como la escena entre expectativas y realidad del protagonista, y la transformación de algunas escenas en dibujos a carboncillo. Dándole ritmo y dejándose ver rápidamente sin hacerse más densa de lo que es. Aunque sin embargo el abuso de estos y otros “adornos” –como la escena musical con el pajaro de Twitter incluído, el identificador con el número del día moviéndose antes de TODAS las escenas- son sólo ademanes para engañarnos y hacernos pasar por alto, desviando nuestra atención, que estamos viendo una vez más la típica película romántica que tanto se vendió en los 90s.

Según mi definición, una buena película romántica es la que se disfruta viendo en pareja. O también extrañando a dicha pareja. O, idealizándola. O en el mejor de los casos, una película que permite que la pareja que ve la película se identifique con la que sale en pantalla, como Say Anything, Elizabethtown o Keeping the Faith. Es decir, utilizando ciertos matices que permiten generar empatía, pero con una sutileza tal que nunca nos damos cuenta que estamos ante una historia de ficción. En 500 Days of Summer sucede todo lo contrario: Olvídense de una buena historia de amor con elementos originales, en ella lo único que tenemos es una colección de molestos e insufribles clichés que nos alejan de los personajes y que luego mediante un final ridículo intenta repuntar y de pasada entregar una moraleja de mierda.

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*500 Days of Summer se estrena el 11 de marzo en nuestro país, pero ya es posible conseguirla vía DVD en tiendas especializadas.

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