Las mejores series de los 90’s (parte I)

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por Alejandro González

Seinfeld (1990)

Una serie que partió de menos a más. En donde el humor judío neoyorkino nunca se hizo tan patente en la pantalla chica. Ahondar sobre que trata no tiene mucho sentido, ya que es evidente que este sitcom basa sus diálogos en “situaciones”, la gran mayoría de ellas inspiradas en las desventuras del co-guionista Larry David, quien a través de su alter ego, George Constanza, va desnudando las desventuras del paradigma de un perdedor, siempre maldiciendo su mala suerte y exagerando la fortuna.

Jerry, es su antítesis, preocupado por su apariencia (vean el capítulo de la talla 44 o el de “la chaqueta”), de las historietas de Superman, de las mujeres con que sale (darle un vistazo el capítulo sobre la hermosa fémina con manos de hombre) y al que en general, las cosas le salen bien. Cosmo Kramer, es el vecino excéntrico, acompañado por quien es un loco maniático, Newman, el enemigo declarado de Jerry, y un eterno enamorado de la cuarta protagonista: Elaine, una ex novia de Seinfeld, que se caracteriza siempre por hablar de más y meter las patas cuando de verdad, no había necesidad.

Capítulos notables de esta gran serie son cuando Constanza y Jerry son confundidos por la prensa como una pareja gay y para defenderse de no ser homosexuales, y no herir susceptibilidades con un “no hay nada de malo en eso”, o cuando George logra encontrar el mejor lugar para estacionar, justo frente al hospital, en que nacerá un futuro ahijado de Seinfeld, y un sujeto se lanza al vacío cayendo justamente sobre su auto.

Otros grandes momentos se producen con Elaine, quien decide encarar al dueño de una tienda de sopas por imponer términos dictatoriales para poder obtener una ración de ella, el llamado “nazi de la sopa”, o bien cuando empieza a restringir sus relaciones sexuales porque su anticonceptivo favorito “la esponja” escasea en todas las farmacias. Da para largo, porque el mundo de Seinfeld es bastante extenso, ya que en lo que a series cómicas se refiere, este sitcom se lleva el palmarés. Por lejos.

Twin Peaks (1990)

El mundo de David Lynch contado en varios capítulos. Desde Terciopelo Azul, el director americano venía escarbando en la miseria que se esconde detrás de una apariencia satisfecha, ordenada y envidiable. Las fracturas mentales de una sociedad rica en lo material, pero enferma puertas adentro.

Twin Peaks es la historia del asesinato de una joven, Laura Palmer, y de la búsqueda de su asesino, por parte del FBI a través del agente Dale Cooper (actor fetiche de Lynch hasta aquella serie), quien es asignado al pueblo de Twin Peaks  (casi en la frontera con Canadá) quien es por lejos el motor y alma de esta apabullante narración. Una simbiosis compulsiva entre Sherlock Holmes y un chamán sabiondo.

En USA, tuvo un comienzo arrollador. Los ratings se dispararon por el boca a boca de saber quién era el supuesto asesino. Nada más alejado de las intenciones originales de Frost y Lynch. Se cuenta que los productores presionaron a este último para que explicara quien era el asesino, lo cual, llegado el momento, causo la lógica impresión (o decepción?) en el espectador medio americano, acostumbrado a series pre cocidas. Expectativas quebradas no por descubrir quién mató finalmente a Laura Palmer, sino el “que”.

Obviamente, esta situación complicó a Lynch, quien no acostumbraba a develar sus misterios. Parafraseando a Rodrigo Fresán, el director americano “patentó la no-explicación como credo.” Una vez develado el nombre del asesino, la audiencia bajó considerablemente, incluso fue cambiada de horario, pero eso no pareció importarle, de lo cual aprovechó de tomarse una pequeña revancha al complicar más la trama, al punto de rematar con un final bastante surrealista.

Treinta capítulos de una factura exquisita, decorado en escenarios tributarios del Resplandor de Kubrick, con un Angelo Badalamenti en su mejor momento (su banda sonora vendió cerca de tres millones de copias) y un mundo onírico, trágico  e inspirado, hacen de esta serie uno de los puntos más altos y extraños en la maniquea televisión norteamericana, creado por una mente distinta, un director definido por Mel Brooks, como un “James Stewart venido de Marte”.

Los Expedientes Secretos X (1993)

Al revés de Seinfeld, esta serie partió como caballo inglés. La historia del agente Fox Mulder tratando de encontrar a su hermana Samantha, abducida por extraterrestres cuando ambos eran pequeños, acompañado en su búsqueda por la científica agente Dana Scully, fue todo un suceso de audiencia para la FOX en dicha década.

Sus primeras temporadas siguen una estructura lineal centrada en la vida de Mulder, la búsqueda de su hermana y la forma en que se enfrenta a las conspiraciones del gobierno, graficada en las cortapisas e intentos de sabotear sus intentos por descubrir la verdad, a través de la imagen del Hombre Cáncer.  A su vez, goza de la ayuda de otro personaje, Garganta Profunda (obvia referencia al apodo usado por el subdirector del FBI de la época, para desenmascarar las escuchas ilegales de Watergate), quien sufre las consecuencias de estar bajo la lupa constante del gobierno.

Los X Files guardan una semejanza con lo hecho años antes por David Lynch en Twin Peaks, y de alguna forma, una década después, por “Lost”. Hacer muchas preguntas, cuestionarnos y entregarle al espectador el debate de ellas, y de paso esperanzarnos con la búsqueda de esa palabra mágica llamada “verdad”. La diferencia estriba en la forma que cada una de ellas cierra el ciclo.

Lamentablemente, para quien escribe, esta serie sufrió de manera terrible la desorientación de sus guionistas y la presión comercial por estirar como un chicle una historia que perfectamente pudo cerrar de manera digna en solo cuatro temporadas, lo que terminó contándose en nueve. No obstante, sigue siendo hoy, por el valor de la intensidad de su narración, por capítulos notables en donde se exploraba el terror puro, y el miedo escabroso a lo desconocido, un bien escaso en la televisión abierta.

Disclaimer: Seguramente de esta reseña y de la que venga, quedaran muchas fuera, ya que si hay algo de lo cual puede presumir esta década, es que en ella surgen verdaderas fanaticadas, capaces de derribar a las frías estadísticas del rating, y de tornar en un diálogo mezquino y dogmatico, cualquier juicio de valor que se esgrima contra la serie que se trate.

Nota del Editor (Francisco Campos): me disculpará meter la cuchara, pero me encuentro totalmente en desacuerdo con usted respecto al hecho de que los X -Files partieron de menos a más, puesto que considero que sucedió totalmente lo contrario. Desde sus primeras temporadas los guionistas apelaron a mitos urbanos y a cuestiones que recordaban a Twlight Zone, que más que terror y misterio recordaban a esas series burdas de los cincuentas y sesentas.

No fue hasta fines de los noventas que la serie comenzó a hilar fino y a encontrar un rumbo que articulara los episodios, incluso, cuando desapareció Mulder y parecía que todo se iba bien a la mierda, la historia se mantuvo firme hasta el último capítulo de la serie,  una de las mierdas más grandes que me ha tocado presenciar en la vida  y que hechó por tierra todo lo que se había hecho por casi una década.

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