Feliz día Perú: Viviendo con Peruanos Evangélicos

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Cada vez que vengo en verano a Santiago me quedo a alojar en una Iglesia. La que, a pesar de todo, y sin ser malagradecido, siempre me recibe bien. Es una Iglesia Evangélica. Un templo. Y está llena de peruanos.

*Por Daniel Bustos.

Me hacen dormir en un colchón de esponja. Roñoso. Hediondo a meado de gato. Penca. El colchón está justo en el piso debajo del altar, metido en una especie de taller que adaptaron para dar hospicio. Todo bien improvisado. No es bueno, pero tampoco es malo. Además del colchón, me dan comida y me dejan ver una hora de tele al día. Pero ellos eligen el canal, así que no veo. Y bueno, como en el templo no hay mucho que hacer me he pasado toda esta semana observándolos. A continuación van algunas cosas que me han llamado la atención:

Primero: Hay más peruanos que chilenos dentro de este hotel religioso. El 90% son puros peruanitos – no tengo nada contra ellos, créanme, se los aseguro – con cara de Indio Pícaro, pelóliso y cutis perfecto. Todos modulando la raja, de habla rápida y con su humor como el de JA-JA-Calderón de malo. Aparte todos tienen bigote de brocha de niño de 12 años. Ese que nunca se ha afeitado. Se ven chistosos los huevones. Me contaron que no se afeitan para ahorrarse la plata de las prestobarbas. Vaya uno a saber si es cierto.

Segundo: Todos los evangélicos de este templo cantan bonito. No. No me refiero al canto de esos viejos pelotudos que se ponen a gritar en las esquinas. No. Estos evangélicos son otro corte: En sus ceremonias y actos religiosos cantan todos armónicos. Onda Susan Boyle versión limeña. Los que mejor cantan son un grupito formado por un cabro morenito que usa un buzo Puma que le queda corto y poleras de Iron Maiden, un viejo flaco chico que anda siempre con jeans y zapatillas blancas y una vieja rucia-cobriza con pinta de narcotraficante. No sé si son una familia. No me interesa. La cuestión es que todos cantan bien. Eso es lo que importa. De hecho, si te gusta la idea de ser famoso y cantar bien es una buena idea comenzar entrando a este Templo Evangélico Peruano.

Tercero: Presencié un bautizo y fue lo más cómico dentro de todo: Los votos, al igual que en todas las religiones como sale en Religulous, eran del tipo: “Yo creo que Jesús va a volver a la Tierra así que portémonos muy bien: para empezar evitemos el sexo antes del matrimonio ya que es malo e impuro”, y ese tipo de cosas. Fome los huevones. Luego de escuchar eso caché que tenía cero posibilidades de tirarme a la peruanita que le eché el ojo el segundo día de mi estadía. Pero bueno, que más esperar cuando se trata de peruanos evangélicos.

Después del bautizo todos los peruanos salieron corriendo al patio hacia una piscina donde la mina que estaban bautizando, de unos 21 años, se hundía de espalda al agua y salía con sus ropas todas mojaditas. No era linda, pero se le veían las tetas ricas. Se le marcaban caleta. Pezones larguitos. Negritos. Esa onda. Igual tienen lo suyo estas peruanas. Bueno, lo primero que dijo la señorita en cuestión, después de salir del evento más importante de su vida, y entregar su existencia a Dios, fue: “Ta rica”, refiriéndose al agua. Yo pensé lo mismo. Esa onda.

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Cuarto: Los peruanos evangélicos son la zorra porque no rezan, sino que oran. Y oran rapeadito: Las oraciones son como un freestyle sin beat box de fondo. Onda, van escupiendo todo lo que se les ocurre con ciertas reglas métricas, y bien modulado. Hablan del Señor, del Todopoderoso, dan gracias a la vida por cosas simples y piden por los demás peruanos necesitados que viven en la Plaza de Armas. Igual fue entretenido: un momento, mirándolos, me imaginé que estaba escuchando a Zaturno rapear/cantar: «Yo doy las gracias a la vida día a día / El futuro viene hacia mi pues es mi confía / Mi camino sigue siendo el mismo de siempre». Fue la zorra. Pero la realidad lo que decían era:

“Señor te damos gracia por este arroz con huevo, y te pedimos, Señor, que nos ayudes en este caluroso verano amparándote de nosotros/ Y sobre todo, Señor, de los hermanos peruanos que no tienen este plato en este momento y están todas las tardes al sol esperando por uno/ Aleluya sea en el nombre del Señors. Amén.” Y luego brindaron todos con una Inca-Kola para refrescarse. Igual es rica la Coca-Cola/Kem Piña peruana. En estos días me hice adicto.

Luego de una semana en el templo puedo decir que a pesar de sus ceremonias y costumbres medias raras (y exageradas), los peruanos evangélicos me trataron bien. Onda como los Na’Vi a Jack Sully. Onda como Los Monstruos a Max Records. Y, aunque haya sido difícil acostumbrarme, nunca me negaron el vasito de bebida o el pan con pasta de pollo y mayo casera. Les debo mi supervivencia estos días en la capital. Gracias, Jehová y su pueblo vencerá. Espero volver pronto. Onda el otro verano, cuando cumpla 18. Para que así me bauticen. Además creo que tendría más posibilidades de agarrarme a la peruanita rica que conocí. Ojalá pase rápido este año.

*Daniel Bustos tiene 16 años,  vive en Coquimbo y ésta es su primera colaboración en Disorder

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