De la educación, las marchas, la indiferencia y otras yerbas

Publicado por Francisco Campos

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Por Francisco Campos D.

Todos andan vueltos locos con las tomas, marchas y protestas, todos se tragan el sapo de que otro mundo es posible y que para ello lo único que falta es marchar, salir a la calle, decirle a todo el mundo y en todos los términos posibles que multitudes chillando por la Alameda van a solucionarlo todo y que por arte de magia se va a poner fin a la municipalización, se van a controlar correctamente las subvenciones, se van a mejorar las mallas de las carreras de pedagogía y los currículums educacionales para hacerlos más prácticos y cercanos a la realidad, se va a mejorar el acceso a una educación de calidad, van a aumentar los sueldos de los docentes, va aumentar el número de becas de pre y postgrado, se va a crear un sistema eficiente de financiamiento para las universidades y por fin los profesores van a tener un organismo realmente representativo y democrático, entre un largo, larguísimo etcétera.

Ojalá fuera así de sencillo y que con una marcha o movimiento o lo que sea, se solucionen todos nuestros problemas, aunque en la práctica debería ser así de simple, pues bastaría que un grupo de ciudadanos se manifestase e hiciera notar al gobierno sobre una determinada falla en el sistema. El gobierno, cumpliendo con su deber de velar por el bien de todos los ciudadanos, haría eco de la demanda y pondría manos a la obra para solucionar el problema. Así sería en el caso que las cosas funcionasen como TENDRÍAN QUE SERLO, no obstante, las cosas están requete lejos de andar siquiera un poquito cerca del ideal ¿Por qué? simplemente porque la manga de HDP que profitan en el gobierno no está ni ahí con los ciudadanos de este país, ergo, se pasan por la cuea todas y cada una de las demandas de los ciudadanos de este país, por muy válidas que estas sean y les importa una soberana raja si hay 3 pelagatos en la calle o si hay un millón ¿Por qué? porque lisa y llanamente les damos lo mismo. Les da lo mismo nuestra educación, les da lo mismo nuestra salud, les da lo mismo lo que pensamos, creamos, comamos y les da lo mismo el aire que respiremos.

No estoy diciendo que los gobiernos anteriores hayan tenido una particular conciencia respecto de las demandas ciudadanas y de sus aspiraciones reformistas. Muy por el contrario, desde antes del 73 los gobiernos chilenos han abusado de la práctica de hacer oídos sordos a cuanta cosa se les ha solicitado, independiente de su legitimidad. La diferencia estuvo, en que al menos los gobiernos de la Concertación nos hizo creer a todos los que votamos por ellos que si nos estaban escuchando, cuando en el fondo nos estaban diciendo que si para que nos dejemos de hueviar y ellos suban sus bonos. SI no fuera así, alguien me podría explicar como es que Lagos y Bachelet terminaron con tal nivel de aprobación, aun cuando estamos tan metidos en la mierda como lo estábamos en 1990? Claramente porque el maquillaje del sistema funcionó y, como dije reciencito, nos hicieron creer que algo había cambiado y muchos, estúpidamente, creímos.

Remitiéndome exclusivamente al tema de la educación, hace cinco años la Bachelet prometió una reforma histórica en la educación que no llegó y creó una de las comisiones más grandes que ha visto la historia de este país para dar solución a la crisis educacional que vive este país, luego de que aquel «sublime» movimiento estudiantil denominado «La Revolución Pingüina» pusiera en el tapete un tema que parecía olvidado y solucionado después de la ineficiente Reforma Educacional de 1996, gestionada por los mismos pelotudos que dirigen la educación el día de hoy y que claramente, en caso de que se genere una instancia para llevar a cabo una nueva reforma, no van a velar por las aspiraciones de quienes demandan educación de calidad sino que, como es habitual, van a procurar arreglarse los bigotes y asegurar su pedacito de la torta, aun cuando nos digan que es una comisión «multidisciplinaria y pluralista», o es que me van a decir que el dichoso lucro en la educación es exclusivo patrimonio de la derecha?

Discúlpenme, pero yo no creo en este movimiento y mucho menos creo en las marchas porque, como primera cosa considero que están articuladas por sectores políticos que buscan un beneficio puntual y que cuando lo logren van a dejar a los pendejos sin piso – tal como lo hicieron el 2006 – y segundo, porque considero que son estériles y aunque marchen 100 mil, 200 mil o mil millones, no se ataca el problema, sino que solamente se confirma el diagnóstico, el que está vigente desde 1982. Lo siento, simplemente no puedo creer porque este país ya me ha decepcionado en todo una y otra vez, mientras que nuestra clase política le ha puesto una camionada de piedras a nuestras aspiraciones de una educación pública y de calidad cada vez que ha podido.

En todo caso, y quiero ser super claro en esto, no les estoy diciendo que no marchen, esa es algo que cada uno decide. Lo que estoy diciendo es que, para generar cambios sustanciales, hacen falta medidas sustanciales. ¿Nadie nunca se ha puesto a pensar que las leyes se crean, discuten y aprueban en el Congreso? Salvo un pequeño grupo de materias son de atribución exclusiva del presidente, pero el resto están todas dentro de la esfera de atribuciones de los parlamentarios, entonces ¿Por qué nadie le exije a nuestros diputados y senadores que se pongan las pilas de una vez y legislen pensando en la gente que los eligió? Se me ocurre que es porque hay tantos intereses comprometidos que en nuestro congreso nadie quiere morder la mano que da de comer, de lo contrario no me explico como Zaldívar, Alinco y el clan Walker son electos una y otra y otra vez aun cuando legislan en contra de los intereses de quienes votaron por ellos. Por otra parte, todos los rectores de universidades que marchan y desfilan achacándole toda la responsabilidad al gobierno del caos en la educación, podrían iniciar un proceso de reforma propio en cada una de las universidades, o al menos en las carreras del área de la educación, promoviendo la formación de profesionales preparados realmente para ejercer la docencia, no un montón de pajarones que estudió como funciona la educación en un entorno ideal – entre los que me incluyo – pero que cuando entra a trabajar con MUCHÍSIMA suerte sabe llenar el libro de clases. Yo creo que si pueden hacerlo y no se porque no lo hacen.

Igualmente, creo que los directores de los colegios «emblemáticos y de excelencia» que reciben fondos del Estado tienen la facultad de poner fin a la selección de alumnos porque claro, es super sencillo tener un colegio con buenos resultados si yo elijo a los alumnos que quiero que estudien en mi establecimiento. Por eso, el día de la pichula a las cuatro de la tarde el Liceo AK – 47 de La Pintana va a alcanzar al Instituto Nacional si este tiene la posibilidad de seleccionar a los alumnos, mientras que los «otros» solamente pueden aspirar a un estudiante promedio que claramente no le va a traer tantos beneficios al establecimiento. Finalmente, no creo que le cueste tanto a los organismos descentralizados del Estado -entiéndase municipalidades – regular un poco más la planta docente, contratando a la gente apta y tener más conciencia sobre quien chuchas va a hacer clases y como las hace, al mismo tiempo que ejercer una fiscalización más estricta de que es lo que se hace con la poca plata que le dan a los colegios y escuelas municipales. Y ojo, que la gran mayoría de las veces, quienes tienen que cumplir esta labor no son cargos de confianza.

Por lo demás, yo creo que nadie ha puesto atención en que para mejorar la educación hacen falta por lo menos de veinte a veinticinco años y que es necesario modificar por completo el sistema de educación franquista – que ya estaba viejo cuando fue impuesto en los setentas -, reformar el modo de ingreso a la educación superior y actualizar los currículums, entre muchísimas otras cosas. Pero claro, todos se quedan con la tontera del lucro, cuando gracias al lucro más del 50% de los estudiantes pueden estudiar, aunque los progres de universidades que están «en el centro de la realidad» digan lo contrario.

Por eso, no pienso marchar ni mucho menos ilusionarme – como lo he hecho en reiteradísimas ocasiones – pensando en que algo realmente va a cambiar, por mucha gente que salga a la calle, porque, mientras no vea a quienes tienen la capacidad de generar un cambio, siendo parte del cambio, no voy a creer en nada. No me importa si me dicen que mi posición es apática, cómoda o nihilista (?), pero así es nomás y ejemplos sobran. Además, estamos en un país libre y cada cual puede hacer lo que mejor le parezca. (? ad infinitum)

Mientras vea que los únicos que marchan y se preocupan son los afectados directos, mantendré mi actitud de pequeñoburgués y dejaré mis cómodas pompas apoyadas en mi sillón. Eso sí, cada uno sabe si marcha y protesta, cada cual tiene confianza en sus causas y la fe en que estas vayan a llegar a buen término. Yo no marcho y ya me aburrí de protestar, pero no tengo miedo en decirlo y reconocerlo porque no me hace falta quedar bien con los lectores, como mucha gente en los «mediosh» que jamás se ha mojado el potito por nada y ahora no quiere perder la oportunidad de ser «cool».

 

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