
La primera novela de Antonio Díaz Oliva (Piedra Roja: El Mito del Woodstock chileno), «La soga de los muertos», no parece su primera novela. Y, en realidad, no lo es. Es la primera publicada, pero no la primera escrita. Se nota en su ritmo ágil, dinámico, divertido, con un lenguaje cercano y que en ciertos puntos utiliza coloquios, bien presentados.
No son pocos los autores que se basan en hechos históricos para hacer que sus personajes inventados interactúen en y con ellos. Pero es una técnica difícil, que requiere investigación y meticulosidad, para no pasar a confundir la realidad con la ficción. Usualmente, esta forma de escribir es desarrollada por historiadores que derivan en la escritura novelesca, ya que conocen bien los rigores de este tipo de narrativa. Por eso es sorprendente cómo, de una forma novedosa, Díaz Oliva combina tres historias que corren por distintos carriles pero en un sentido único. Y se cruzan. Y se mezclan.
Es un libro corto, que se lee rápido porque es ameno y dedicado con el lector. Abunda en explicaciones en hechos que podrían ser confusos o desconocidos, lo que lo convierte también en una crónica histórica sobre, por ejemplo, la visita del poeta norteamericano Allen Ginsberg o la popular candidatura para que Nicanor Parra ganara el Nobel.
Si algo se le podría criticar, sería que se hace poco para lo mucho que se podría haber desarrollado. Hay vacíos que dejan al lector preguntándose muchos por qué. A algunos esto podrá agradarle. A otros, quizá los deje con una sensación de que algo falta.
Aún así, y tomando en cuenta que hay personajes que no tienen nombre, el libro es entrañable. Quienes le dan vida, también. Como dijo un periodista y escritor sobre el libro, «es un muy buen primer paso».
En la siguiente entrevista, Antonio Díaz Oliva, el joven autor -tiene 26 años- de «La soga de los muertos», habla sobre el proceso de creación y cómo influye la cultura pop en la trama del libro.

¿Cuál fue el génesis de «La soga de los muertos»?. ¿Cómo concebiste la historia?
Bueno, me parece que la escritura tiene algo de, digamos, quedarse ciego. Uno escribe sin saber hacia dónde va. Así que aclarar cómo concebí la historia es, me parece, complejo. Lo que recuerdo: en algún momento me interesó mucho que Allen Ginsberg haya visitado Chile porque es una figura pop y porque me gusta el canon de la literatura gringa y, especialmente, los escritores beatniks. ¿Qué hizo Ginsberg acá?, ¿por qué vino a Chile?, ¿es verdad que venía a drogarse?, ¿es verdad que pasó donde los Parra harto tiempo? Todas esas cosas me pregunté y las respondí, ficcionando, a ratos y, en otros, con datos de cosas que realmente sucedieron. Las otras dos historias tiene algo más cercano: efectivamente hay alguien de mi familia que estuvo en algo que, más o menos, podríamos considerar una campaña para que Nicanor Parra ganase el Premio Nobel. Y la parte del niño, bueno, yo también vi Volver al futuro en TVN y me voló la cabeza, y también leía muchos, muchos, cómics. Pero todo eso, claro, corresponde a los años 90.
Antes habías escrito periodismo, en tu libro «Piedra Roja: El Mito del Woodstock Chileno» (2009. Ojo: es del 2010). Ahora haces una mezcla al presentar e investigar hechos reales e históricos (como la visita del poeta norteamericano Allen Ginsberg y la postulación popular de Nicanor Parra al Nobel) y ficcionar con cómo se desenvuelven tus personajes inventados en estas situaciones. ¿Por qué elegiste este camino?
La parte de Ginsberg siempre fue pensada para que pareciese una crónica periodística ””por el tono”” pero apócrifa. Y siempre quise jugar con lo ambiguo: por eso digo “Dicen que Ginsberg”¦”. ¿Quiénes dicen?, ¿cuál es la fuente de eso? Por eso lo de apócrifo, lo falso. Cuando estuve investigando para el libro de Piedra Roja, pasé dos meses yendo a la Biblioteca Nacional a sumergirme en el maravilloso mundo de los microfilms, aproveché ese momento y busqué noticias sobre la visita de Ginsberg a Chile. Vadim Vidal tiene un muy buen artículo sobre la visita de Ginsberg a Chile, que me sirvió mucho, además de una entrevista que el poeta chileno Jorge Teillier le hizo al autor de Howl y que se puede encontrar en la web.
¿Considerarías tu novela como una «narrativa pop»?
No sé. ¿Qué es el pop? Hablar de cultura pop, a estas alturas, es un oxímoron. O sea: en mi novela hay menciones a cómics y películas y eso, creo, hace que tenga elementos pop, además de escribir sobre una figura como Ginsberg . O Parra quien, creo, es alguien muy pop(ular). Pero como dije hace poco en un texto, hay un gesto que fue deliberado en este sentido. Es, en la novela, cuando el niño entra a la pieza de su padre y ve que tiene una foto de Nicanor Parra (y niño no sabe quién es ese tal Parra). Pero esa imagen de un viejo con canas le parece familiar al Doc de Volver al futuro. Ese como una suerte de gesto: que tanto Parra como Volver al futuro (y todas esas películas que vimos por las tardes o noches en TVN mal dobladas) tengan la misma importancia para uno como consumidor de cultura, que una figura de la talla de Parra.
A todo esto, acabo de leer que van a re-estrenar Volver al futuro en el cine. Me parece una sincronía extraña que eso suceda justo ahora.
Entre el periodismo y la ficción, ¿con cuál te quedas?
Me quedo con esa línea que divide a ambos géneros. Missing, que es un librazo, circula por esa línea: entre la ficción y la no-ficción. Pero nada, el periodismo tiene que ser vertiginoso; la ficción reposada; el periodismo puede ser más flexible en su temática (en Qué Pasa he escrito de cosas bien pop basura como Man vs. Food’ y sobre Alison Brie de Community que, a todo esto, es una gran serie con humor retorcido); y en la ficción uno tiene que centrarse en uno o unos pocos temas y desarrollarlos con más calma. Son géneros distintos (pero que se tocan). Los intento complementar. Y digamos que vivo de uno (el periodismo) y el otro me da una satisfacción literaria (si es que eso existe, claro).
Eres muy joven y ya has publicado dos libros. Tomando en cuenta eso, y a tu juicio, ¿cuáles son las claves para escribir?
¿Claves para escribir? No sé. O sí: leer, leer y leer. Y pasar menos horas frente al computador metido en Facebook y Twitter. O no: pasar más horas al computador pero leyendo PDF”’s de Bolaño, Fogwill, Manuel Puig, Ballard y entre medio twitteando. Pero nada: si uno encuentra un proyecto literario (sea de ficción o de no ficción) y le tienes fe, la clave es jugártela. Y ahora hay formas de que ese proyecto, digamos, vea la luz. Hoy, por ejemplo, uno mismo puede subir un libro a la web y gente de distintas partes del mundo lo puede descargar, lo que, creo, me lleva a tu siguiente pregunta”¦
¿Qué piensas del actual escenario de la literatura? ¿Podría sucumbir el formato tradicional del libro en papel frente a la digitalización?
No creo que sucumba. Va a ser un complemento. Yo tengo Kindle hace un año y eso me ha permitido acceder a muchas cosas que antes no. Un caso: Chuck Klosterman, que es un periodista gringo y gran teórico de cultura basura. Hace tiempo cayó en mis manos un libro de él y desde entonces estuve obsesionado, pero no está ni en español y cuando tuve Kindle, en foros encontré casi todos sus libros. Pero yo creo que el formato de e-book debería aprovecharse. En ese sentido, por ejemplo, en Disorder o Paniko podrían hacer un e-book con las mejores crónicas o artículos y subirlo a la web de forma gratis.
Y en un tiempo, no mucho, se supone que debería estar La soga”¦ para descargar e formato e-book. Creo que es una novela perfecta para leer como e-book. De hecho, me han dicho que es una novela perfecta, por lo breve, para leer en situaciones en movimiento. Y yo soy un lector en movimiento: varios de los mejores libros que he leído fueron leídos en el metro, micros o, incluso, caminando.
Concurso:
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Publicado por Fernando Pérez G.
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