No me lo esperaba de Labbé

Publicado por Fernando Pérez G.

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Por Fernando Pérez G. / Foto desalojo: UPI-Terra

Dos colegios emblemáticos –el José Victorino Lastarria y el Carmela Carvajal– desalojados en Providencia. No hay mucha sorpresa en eso. Al contrario, personalmente me sorprende cómo no había sucedido antes. El Alcalde Cristián Labbé le dijo a El Diario de Cooperativa que es “necesario que se restablezca el imperio del derecho”. Qué palabra más peligrosa en su boca: imperio.

Compuestito el hombre: peinado hacia atrás, pegado al cráneo, de terno impecable, afeitado perfecto, directo sin excusas y orgulloso de su pasado. Qué bien le quedaría esta descripción a Labbé. Incluso, podríamos agregar gestión comunal excelente: buena calidad de vida, actividades municipales, calles limpias, etc. Pero eso sería juzgar sólo por el presente y si así fuera, varios se salvarían.

Porque los más jóvenes, aquellos que no lo conocieron durante la dictadura, sólo pueden ver lo actual. Pero –díganmelo si me equivoco–, no es difícil imaginarse a esa cara regordeta con una boina negra del Ejército coronándole la cabeza, o dando órdenes de torturar desde una oficina de la desaparecida Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Es que quizá los actos van marcando el físico y dejan huellas imposibles de borrar.

Labbé es militar hasta de padre, un coronel que fue destituido en 1972 por no rendirle honores a Fidel Castro cuando vino a ver con sus propios ojos la “vía Chilena al Socialismo”. Cristián en ese entonces ya era egresado y, ambicioso buscón, encontró reconocimiento en las milicias italianas, brasileñas y estadounidense.

Pero después vino el golpe que tanto concordaba con sus ideas y las de su padre y aprovechó: hizo carrera paralela en el Ejército y la dictadura hasta llegar a ser teniente y capitán, mientras prestaba servicios como encargado de seguridad de Pinochet (eufemismo para quienes trabajaron torturando a personas contrarias al régimen) en la DINA.

Como fue un fiel sirviente, logró mantenerse estoico e intocable durante la transición. Total, el Comandante en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet, defendía a los suyos, se acordaba de quienes lo apoyaban, porque tenía un sentido del honor intachable. En 1990 se retiró como coronel del Ejército. Tres años más tarde comenzó su periplo político intentando ser diputado y luego alcalde.

Ahí quedaron las denuncias por torturas, de quienes juran haberlo visto paseándose por centros como “Tejas verdes” y “Venda sexy” (aunque Labbé aseguró en Tribunales nunca haber visitado aquellos centros), además de instruir a otros en terribles métodos de violencia física y psicológica. Incluso, en un reportaje salido el 2006, los periodistas Miguel Paz y Javier Rebolledo escribieron sobre Anatolio Zárate, el ex presidente de la pesquera Arauco que aseguraba haber sido torturado por Labbé. Pero la demanda judicial no prosperó. Quizá porqué.

Ese mismo año, el 2006, durante las protestas pingüinas, fue en Providencia donde se registraron los desalojos más violentos, además de diversas medidas drásticas por parte del municipio, como la cancelación de las matrículas a los instigadores de las tomas y a los cabecillas de las manifestaciones.

Es fácil ser buen alcalde en una comuna con tantos recursos. Es fácil ser militar destacado en un régimen militar. Lamentablemente, eso Labbé lo sabe y lo aprovechó. Reitero, una vez más, que no me parece extraño el desalojo. Al contrario, tomando en cuenta los antecedentes de vida del orgulloso y ordenadito Labbé, esperaba algo un poco peor. De algo -aunque sea poco- que sirva no estar en dictadura.

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