Columna: Eric Clapton, tírate un cover

Publicado por Ignacio Molina

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Texto: I. Molina / Fotos: Ignacio Galvez (Rockaxis) vía flickr

El día estaba rarísimo. Situaciones improbables se hilvanan unas tras otras provocando tragedias de todo tipo: Claudia de BKN, luego de ser atropellada, moría en un hospital. En su funeral, personajes de antiguas temporadas se dejaban ver entre medio de las sombras. La penuria lo invadía todo y la televisión chilena marcaba un nuevo hito. Paralelamente, más de 100 hinchas de Colo Colo eran detenidos en las inmediaciones de San Carlos de Apoquindo. Pancho Malo se encontraba entre ellos. Más tarde, y desde la 47 Comisaría de Los Dominicos, el líder de La Garra Blanca se enteraba del 4-0 a manos de Cereceda y quizá, como muchos otros, se azotaba la cabeza. Cereceda no puede hacerte un gol. Te creo Mirosevic, ¿pero Cereceda? Como sea, el día estaba rarísimo y solo Clapton lo podía salvar. Entonces junto a mi padre partí al Arena Movistar a buscarlo.

Colgando del metro, llegamos a tiempo a Parque O’Higgins. En los alrededores, múltiples asados, completadas, cumpleaños, pichangas y amoríos se desarrollan libremente bajo un sol naranja y sobre pastos verdes. Una postal lejana–un envés quizá–de lo que hace horas había ocurrido en Las Condes debido al siniestro clasismo de Jaime Estévez y Cecilia Pérez y, claro está, la deplorable opresión policial. Mejor olvidarse por un rato de eso, pensé, y entonces con mi viejo entramos al domo.

Algo así como las 20:20, algo así como quince mil personas y lo primero que escuchamos es Key to the Highway, version Dereck And The Dominos y original de Chas Segar y Big Bill Broonzy. Una canción, dos solos y ya: Eric Clapton nos tiene a todos en el bolsillo. Pegadísimas aparecen Tell The Truth, también versión Derek, y Hoochie Coochie Man de Muddy Waters. El público: Clap, clap, clap. Ovación. Sigue la noche y pequeño viaje a los 80s: suena Tearing Us Apart del disco August (86), ese que produjo Phil Collins. Sorpresa y gran transición de Clapton: mediante ella se cierra, por así llamarle, el primero de los tres segmentos que tendría la velada. Buena postal no estamos llevando. Lo estamos pasando bien. Yeah yeah yeah yeah. Esto es magnífico. Tra la la la la la.

El segundo segmento comienza y se desarrolla de la siguiente manera: se apagan las luces, a Clapton le suben una silla, le cambian la Fender Stratocaster celeste que uso en las primeras canciones por una Martin, mientras, desde las gradas, se observa como los iPhone y las Blackberry iluminan la Cancha Vip del Movistar. Entonces, firme, estoico, Clapton–que hasta ahora sólo ha dicho ‘thank you, thank you!’, al final de algunas canciones–sigue despachando versiones. Y lo hace a dedo limpio y con ese rarísimo estilo que tiene para tocar la guitarra acústica. Así las cosas, y junto a Willie Weeks en el bajo, pasan Driftin’ Blues de Johnny Moore’s Three Blazers, Nobody Knows You When You’re Down and Out de Jimmy Cox y una coreada Lay Down Sally que pega con When Somebody Thinks You’re Wonderful, de su nuevo disco, titulado simplemente, Clapton (2010).

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Nada de Tears in Heaven, por cierto. Pero se entiende: como debe doler interpretar esa canción. Lo que si ocurre: Layla. Y lo hace en una versión enrarecida, sosegada, reposada; inquietante. Clap, clap, clap. Ovación otra vez. El publico agradece que Clapton, por milésima vez en su vida, comparta Layla. Miemtra  pienso ¿cuántas Leilas se llaman así por Layla?, a Clapton le sacan la silla, le devuelven la Stratocaster y comienza a desarrollarse el último y mejor segmento de la velada: Suena Badge de los Cream. Todos la conocen. Todos le siguen ese ritmo lleno de cortes que tiene. Todos la silban. Mi padre la silba. Lo miro y pienso: lo está pasando bien (lo estamos pasando muy bien). La está disfrutando (la estamos disfrutando). Como todos los que se le acercan en edad en este recinto. Y también: como todos los que se le alejan en edad: Badge es un temazo. Te puede conquistar a primera escucha. Y no es gratuito: fue co-producida por George Harrison. Es la mejor canción de los Beatles que los Beatles nunca grabaron.

Estamos en el peak de la noche: la que sigue es Wonderful Tonight. Pienso que a mi viejo le gustaría estar disfrutando este momento con mi madre. Que cuando Clapton canta él piensa en ella. Y yo no pienso en nadie en especial, sólo disfruto y guardo este momento para cuando vuelva a toparme con Wonderful tonight y recordar que una vez la escuché en vivo. Tal como Clapton, trato de estirar al máximo este instante: que la canción no termine, ya que los momentos de felicidad duran poco y a veces no tenemos más que guardarlos para así amortiguar las penurias con las que nos azota la vida. Pienso en esto mientras Clapton sigue fluyendo por las cuerdas de manera encandilante. Para volverte loco necesita dos notas donde otros necesitan doscientas. En su tercera vez en Chile lo ha dejado en claro una vez más: sobre la guitarra, no existe digitación como la suya. Su ahorro con la Stratocaster es impresionante: estira las notas al máximo, generando ondas de sonido que van contras las reglas físicas el espacio-tiempo.

Por algo en las paredes de Londres, hace unas tres o cuatro décadas, sus seguidores graffitearon: Clapton is God.

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Siguen Before you accuse me (Bo Diddley) y Little queen of spades (Robert Johnson). Tírate un cover, Clapton. Entonces, y pensando en que escribir en esta suerte de crónica, en mi cabeza asoma esta idea–nada original por cierto–: durante toda su carrera, Clapton ha tenido el aforo de adueñarse de una montonera de clásicos del blues, haciéndolos pasar, a diestra y siniestra, y con mucha honra, casi como por canciones propias. Pero lo de Clapton no es ostentar con su talento: él sabe compartir la pasión por la música con sus músicos; así las cosas, Chris Stainton, en piano, parece sacado directamente de Woodstock 69. Por otro lado, Tim Carmon, en órgano y clavinet, sorprende a todos y se gana tremenda ovación. Steve Gadd, en batería y Willie Weeks, en bajo, concentradísimos, marcan el ritmo y estructuran la base sobre la que van a flotar los solos de la Fender en los últimos momentos del concierto. Michelle John y Sharon White, en coros, que se han lucido desde el comienzo con Key to the highway, se dedican a contemplar lo que se está gestando.

21:30 y esto esta por acabar. Clapton durante toda la noche ha acariciado a su guitarra como se acaricia a la novia. En el escenario, canta: she don’t lie, she don’t lie, cocaine. Trato de seguirle el ritmo. Trato de disfrutar este otro gran momento, pero Cereceda vuelve a mi mente y la invade por completo al ritmo electrizante de la Stratocaster celeste. Me dice: ‘fueron cuatro goles en San Carlos. Y uno mio’. Me concentro en la canción e intentó eliminar a Cereceda, ese extraño jugador que nunca la mojó en el Colo. No lo consigo. Mientras, Clapton deja el escenario por unos minutos y vuelve con Crossroads de su ídolo Robert Johnson. Finalmente pasa: una torbellino de solos desintegran el recuerdo de Cereceda y la tragedia en San Carlos. Clapton se ve contento. Mi viejo también se ve contento. Clapton abandona el escenario sin decir una palabra. Las luces se prenden, caminamos hacia el metro y en mi cabeza aparece esto:

Con mi padre, cuando hablamos a distancia, por teléfono, hablamos—entre otras dos o tres cosas—de fútbol. Comentamos jugadas, formaciones, contrataciones. Todo. Y, cuando estamos cerca, a menos de un apretón de manos, tal vez no nos miramos ni hablamos mucho. Más bien: nada. Pero ahí estamos. Juntos. Y el tiempo pasa. Lento. Y luego ya no estamos y el tiempo pasa. Rápido. Sin embargo, ambas situaciones están contusas. Todos los vaqueros tienen problemas con sus padres. Hoy, en Clapton, el tiempo pasó rápido y lento: hablamos harto. Quizá más que nunca.

Mañana lo iré a dejar al bus y le daré un abrazo. Uno de esos que nunca nos damos.

Clapton sólo fue una excusa.

SETLIST

I
Key To The Highway (Chas Segar y Big Bill Broonzy)
Tell The Truth (Derek and the Dominos)
Hoochie Coochie Man (Muddy Waters)
Old Love
Tearing Us Apart

II
Driftin’ Blues (Johnny Moore’s Three Blazers)
Nobody Knows You When You’re Down and Out (Jimmy Cox)
Lay Down Sally
When Somebody Thinks You’re Wonderful
Layla (Derek and the Dominos)

III
Badge (Cream)
Wonderful Tonight
Before You Accuse Me (Bo Diddley)
Little Queen of Spades (Robert Johnson)
Cocaine (J.J. Cale)

–bis–

Crossroads (Robert Johnson)

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