Recibí lecciones de amor de Hija de Perra

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Por Carolina Pareja desde Valparaíso

Ya decía Gabriela Mistral que en lo feo la belleza está llorando, y después de mi experiencia este fin de semana yo podría agregar que en lo asqueroso hasta lo feo llora.

Asistí a uno de los tantos eventos que organiza la performista Hija de Perra para dar a conocer su trabajo. Era catorce de febrero y en un bar de Valparaíso (que podría ser un símil a lo que fue hace ya más de una década la Blondie o el Bal-le-duc) en vez del día de los enamorados parecemos estar celebrando Halloween. Esta noche en el Club Morgana, Hija de Perra es un travesti. Así se auto clasifica ella a pesar que los travestis de la calle la desprecian por nunca haber practicado la prostitución: «¿En qué ciudad del norte te han pegado? ¿En qué calles te han sacado la chucha?» le dicen, y técnicamente si uno no tiene respuestas verdaderas para esas preguntas no eres un travesti.

La cosa es esa, que Hija de Perra es inclasificable. Los académicos del arte la odian, los gays la encuentran asquerosa y en la vida nocturna heterosexual causa repulsión, por lo que se mueve en aquellos pocos lugares en donde lo raro y lo monstruoso es apreciado.

En el club Morgana hay pocos asistentes, en su mayoría son jóvenes que no pasan de los veintidós años. Perra se sube a la tarima para presentar sus videos, usando un mini vestido rosado brillante, sostenes a la vista, pantys negras con hoyos y zapatos de taco muy alto. En los videos que se proyectan en una pared la vemos haciendo sus performances; ya sea penetrando con un dildo a un taxi-boy en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna o simulando un aborto frente a la elite política de izquierda que se había reunido para conmemorar la muerte de Salvador Allende. La post pornografía a la que estamos siendo expuestos es aplaudida por los asistentes.

Al terminar la exhibición de videos cochinos me acerco a Hija de Perra para conversar con ella antes que tenga que volver a subir al improvisado escenario.

La Perra Inmunda (su alter ego) no tiene tetas y lo sé porque después de preguntarle si acaso las tiene me ofrece tocar sus postizos, y lo hago. Tampoco se depila, pero se viste todos los días como mujer, lo cual es mucho trabajo. No digo que lo que hace sea completamente desquiciado, no digo que ir en contra de la propia naturaleza de tu cuerpo sea un trabajo de tiempo completo con el que solo mentes fuertes y espíritus templados pueden lidiar, no digo que el transformismo sea un arte. Trabaja duro y eso es algo que no se le puede negar.

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La temática predilecta de Hija de Perra son las enfermedades venéreas. Con el tiempo, ella se ha convertido en una especie de Salfate del sexo y maneja gran cantidad de teorías conspirativas sobre cómo los laboratorios se hacen ricos haciendonos creer cosas como, por ejemplo, que el VIH existe. Me cuenta que ella ya tuvo todas las enfermedades venéreas que hay –le creo- y que por eso maneja al revés y al derecho el tema, tanto así que da charlas en universidades acerca de sus conocimientos. También me advierte que no debo tomar agua de la llave porque tiene mucho flúor y eso afectará mi criterio, lo cual podría tener como consecuencia que termine votando por Bachelet o acostándome con una persona que me contagie una enfermedad de transmisión sexual.

Inmediatamente me propongo comprar litros de agua mineral.

«¿Cómo hago para no contagiarme nunca de nada?» le pregunto antes de enfrentarme a una lección de vida que Hija de Perra que marcará mi vida. Ella postula que hay que masturbarse con el amor propio, porque si tú te amas sabrás que no puedes acostarte con cualquier persona.

Después de escuchar eso decido que además de amarme debo comprar condones y desinfectantes.

También hablamos sobre las relaciones. Me cuenta que es practicante del poli amor. Perra mantiene una pareja hace ocho años y hace uno conoció a otra persona especial. Para que el amor dure me recomienda nunca vivir con un hombre, ya que eso matará mi deseo carnal. El mal sexo es algo que le pasa seguido y como es algo que le da pena, trata de ayudar a esa persona que tira mal. «Si no lo ayudo yo ¿Quién más?» me dice.

«¿Nadie?» Le contesto, insegura.

Perra y yo hablamos de travesti a mujer por una hora, mientras espera su presentación. En ella mojará al público con condones empapados de yoghurt y manjar, mientras canta los hits que la han hecho conocida en internet. El shop de medio litro cuesta seiscientos pesos y decido quedarme. No me canso de mirarla y, al igual que todos los que estamos acá, me fascina lo raro y obsceno, lo desparramado y asqueroso.

Hija de Perra se presenta constantemente en Santiago y regiones. Puedes enterarte de sus eventos en su page de Facebook o en su perfil en Twitter.

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