Lecciones de la generación del 98

Publicado por Juan Pablo Prado

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Por Omar Téllez

En Italia juegan los guapos, (los patitas con sangre), los del cortito en la espalda, esos que pinchan los tobillos todo el partido, los que aprenden en el barrio de fútbol antes de llegar a cadetes. En los años 90 recuerdo jugaban 2 buenos charrúas en ese país: Paolo Montero y el Chino Recoba. El Chino era extraordinario, con una calidad técnica y desplazamiento en la cancha envidiable, de esos 8 que se extrañan, y bueeeeeno, también estaba el Bravo de la Juve, al que tenis que calmar con una charla de pocos amigos en el calentamiento para que no se haga expulsar en el partido, al que no le temblaba trancar con la cabeza y menos dejar puesta la pierna para ganar minutos. Con esos pergaminos Paolo, y el Uruguay del 96 viajaban a Chile, uno que tenía a Margas como capitán , a Rozental en la delantera, al Matador en su mejor momento en River, al Chiqui Chavarria que el Pelao Acosta, sabio como el mismo, lo citó para jugar sólo con una condición: Poner fuerte la pierna, (si hasta lesionó a Francescoli cuando terminaba el primer tiempo), además contaba con un Victor Hugo Castañeda inspirado, jugando su mejor fútbol, (si hasta le tiró una vaselina con borde externo a Rozental que ni a Messi se la he visto) y en el arco Nelson Tapia, saltando para abajo pero aún así, cortando centros. Impresionante.

El primer tiempo se dio como estaba predestinado, tenso y de dientes apretados, pero el segundo fue otra cosa, nos tomamos la licencia de no tener al mejor de ellos en cancha, Enzo “El Principe” Francescoli (Gracias Chiqui por cortarlo en los últimos minutos del primer tiempo), Con un Uruguay que comenzó aguantando más que proponiendo, y eso le daba espacios a Chile que aprovechó Victor Hugo cuando corrían los 14 minutos al ver como le picaba Salas en el área grande, y con un pase sutil se la da como con la mano al Matador para que con un cabezazo inolvidable convierta el 1-0, (puta que grité ese gol) el partido estaba mejor que nunca, con un Uruguay buscando, pero con un Chile concentrado y apoyado por un Nacional repleto de gente de fútbol (ahora la gente es de concierto, ese es otro tema) que jugaba un rol fundamental, por eso Chile no paraba de crearse oportunidades, jamás bajó los brazos, aunque el partido se trababa en el medio, los buenos pa la pelotita comenzaban a leer el partido. Nosotros teníamos a uno que sabía de eso, uno que en el norte creó su propia leyenda: el Corazón de Minero, Fernando Andrés Cornejo Jiménez (que en paz descanses, crack) recibe la pelota en el medio, encara entre dos, gana metros en velocidad y en ese momento, completamente fuera de partido, las patitas con sangre de esos zapatos marca Diadora afilan sus pepas de aluminio para clavarlas en la cadera de Cornejo, (una falta que no volví a ver jamás en clasificatoria, menos en el Nacional) deja sorprendido y medio mudo a todos, si hasta el arbitro quedó sin saber que hacer, ni siquiera fue capaz de sacar tarjeta, si hasta con una amarilla lo expulsaba po. Nada pasó, el partido continuó aunque muchos periodistas después del partido se enteraron por sus propios asistente, que tuvo miedo, es que era Paolo, que por cierto no volvió a usar jamás esos zapatos, y no por la falta que cometió, si no porque Chile terminó ganando 1-0, un Chile accesible para algunos en ese tiempo, pero que tan bien aprendió de sus errores.

Hoy Chile es Campeón América y aprendimos de la mejor generación, esa del 98.

 

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