Eran las 11 de la noche en Club Chocolate, donde antes del show de Glup! sonaban por los parlantes los mejores éxitos chilenos de los 90s, entre público se podían observar los ex-jóvenes, los millenials de primera generación coreando las canciones de esa época tan añorada, de pronto se apaga la luz y en una pantalla comienza a transmitir imágenes y videos de las manifestaciones, especialmente del abuso de poder que tienen nuestras fuerzas de orden, se escuchan pifias, un «renuncia Piñera» para dar paso a la imagen de la bandera chilena de negro y entre las tinieblas aparece Koko Stambuk con una guitarra a palo, gorro, lentes oscuros y una chaqueta brillante, se sienten los aplausos respectivos y comienza el espectáculo. Los primeros acordes despierta al público, son los acordes del «Baile de los que sobran» de Los Prisioneros, al terminar de cantar, se encienden las luces y vemos a la banda que comienzan a tocar el primer hit de la noche «Mi Destino» y como destinados al éxito acompañados de hits, tras hits, Glup! tomó al público haciéndolos retroceder en el tiempo, volviendo a los finales de los 90s cuando esta banda era una de las más escuchadas de la época.

Se pidió 1 minuto de silencio por los caídos en las manifestaciones, la gente lo hizo y es aquí donde uno como espectador comienza a entender lo importante que son los shows en vivo frente a las crisis, ya que se transforman en un punto de reunión, de discusión y de intercambio de ideas bajo un moderador que es el showman o la banda misma donde a través de nuevas canciones como «No nos vamos ni cagando» que Glup! preparó especialmente para esa noche, vemos como más allá del baile y las canciones, cada banda tiene su forma y su opinión del conflicto y da ideas de como poder solucionarlo o simplemente hacernos pensar.

Después de repasar sus grandes éxitos, canciones con sus amigos de Tronic y el nuevo single «Chingale» la banda se despidió de sus fans prometiendo volver. Esperemos que así sea.

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