Columna: La vía chilena al aborto

Publicado por Francisco Campos

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Pro Choice

El día domingo me enteré, vía El Mercurio, que organizaciones Pro Vida estaban planeando una especie de concierto Rock for Choice pero que, a diferencia de aquellos gloriosos eventos de los años noventas, este se realizaría con un objetivo diametralmente opuesto, es decir, “concientizar” a la población respecto a lo pernicioso que sería para la sociedad chilena la “inminente” legalización del aborto y que, en vez de contar con Pearl Jam y Patty Smith como participantes, contaría con grandes (?) íconos de la música latinoamericana como Los Pericos (sin Bahiano por supuesto), GIT, Rata Blanca y un par de grupos chilenos que han preferido mantenerse en reserva.

De cierto modo, es relativamente comprensible la preocupación de las organizaciones Pro Vida luego de que México y Uruguay despenalizaran el aborto bajo el cumplimiento de ciertos requisitos, siendo el más importante aquel que señala que el embarazo solamente puede interrumpirse antes de las doce semanas, de modo que no resulta tan descabellado iniciar campañas proselitistas para impedir la despenalización del aborto en Chile.

Lo que los otros creen

El corriente de las personas tiende a pensar que la despenalización de conductas reprochadas socialmente -como el aborto en este caso- se traducirían en un aumento y empeoramiento de la situación que se trata de regular. Evidentemente esta es una postura influenciada por el conservadurismo intrínseco de los chilenos quienes, a pesar de que nos digamos y alumbremos como progre, seríamos incapaces de tolerar la despenalización del aborto o el autocultivo de marihuana. Es esta postura de la que sacan provecho las organizaciones Pro Vida que apelan al pechoño que habita en lo profundo de nuestro inconsciente.

Resulta extraño, por decir lo menos, que el sector más acomodado de nuestra sociedad, nicho de las organizaciones Pro Vida, sea aquel en el que se realizan la mayor cantidad de abortos y que la Iglesia Católica, esa que se llena la boca promoviendo los valores familiares y que también es una ferviente opositora al aborto, sea la institución en el mundo que más avala y oculta los abusos a menores de edad. ¿Marcial Maciel les suena?

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Por otra parte, las organizaciones Pro Choice chilensis promueven una despenalización total del aborto, apelando al derecho que tienen las mujeres para decidir libremente respecto a un embarazo no deseado, y ponen como ejemplo el caso de los países nórdicos. Puta que nos gusta compararnos con ellos para puro quedar en vergüenza, principalmente el caso de Suecia.

Suecia (el paraíso de los diseñadores, el edén de los amantes del porno, el paradigma de la industrialización y desarrollo económico, los propulsores del modelo político que todos los países latinos progre quieren tener, entre otras cosas) despenalizó el aborto en 1975 y, contrario a lo que los pechoños suecos pensaron en su momento, las tazas de aborto no aumentaron, si no que disminuyeron (de casi 30.000 en 1975 a 12.000 en 1989), incluso disminuyeron las tasas de embarazo adolescente y el número de niños dados en adopción. Todo muy bonito, pero de todo corazón, ¿podemos siquiera pensar en compararnos con Suecia? Yo creo que no.

Los datos duros

Los datos entregados por el Ministerio de Salud señalan que en Chile se producen, a partir del año 2005, cerca de 280.000 nacimientos, cifra que va progresivamente en aumento pero que contrasta con los cerca de 160.000 abortos ilegales que se realizan al año. Yo soy malazo para las matemáticas pero según estos datos, en Chile una de cada tres mujeres embarazadas se ha realizado un aborto, una cifra bastante grande tomando en cuenta que en Argentina (un país de casi cuarenta millones de habitantes) se estima que cuatro de cada diez embarazos han terminado en aborto.

Está claro que las cifras son estimativas y que pueden estar sobre (o sub) dimensionadas pero no creo que hayan un margen de error tan grande. Por lo demás a estos datos hay que agregar la cantidad de mujeres que mueren anualmente a causa de abortos mal practicados, cifra que es engañosa debido a que muchas veces esta causa de defunción se oculta.

El doctor Aníbal Faúndez, coordinador del Comité de Derechos Sexuales y Reproductivos de la Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras, entrega cifras parecidas, señalando que en Chile se producen cerca de 40.000 abortos ilegales, siendo nuestro país el que tiene la mayor tasa de abortos al año en TODA Latinoamérica, aunque tenemos la menor tasa de muerte materna por esta práctica. Un buen premio de consuelo.

El Dr. Faúndez señala además que en Chile se producen una cantidad de abortos muy superior a países que han despenalizado el aborto y que, además, tienen una población mucho superior como Holanda, Alemania, Bélgica e incluso Suecia.

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Antes si pero ahora no

El principal problema que se produce en Chile es que las posiciones a favor y en contra, además de ser en extremo radicales, no son capaces de sustraer de una discusión estrictamente jurídica, que evidentemente se relaciona con el ámbito sanitario, junto a todas las concepciones morales, religiosas y de valor personal que los participantes de la discusión tienen, de modo que cualquier avance se entorpece por lo que unos “creen” que es correcto o incorrecto, provocando que muchos aspectos irrelevantes tomen una importancia innecesaria.

No se como lo hizo, pero Eduardo Frei Montalva -ferviente católico- ideó durante su gobierno un marco jurídico que tendía a despenalizar el aborto bajo el cumplimiento de ciertos requisitos. Principalmente se despenalizaba el aborto terapéutico en los casos que peligrase la vida de la madre. Dicha regulación tuvo buenos resultados, de forma que las tasas anuales de aborto disminuyeron, al igual que las tasas de mortalidad materna.

Hay que tener en claro que los alcances de las cifras eran limitados debido a la imposibilidad de controlar a la gran cantidad de población rural que poseía nuestro país, cerca del 40% del total en ese tiempo. A pesar de esto, las cifras resultaban mucho mejores que las actuales. De forma inexplicable y haciendo gala de esa inteligencia que los caracterizó durante 17 años de gobierno, los milicos decidieron eliminar del Código Sanitario cualquier alusión al aborto, incluso el aborto terapéutico en caso de peligro de muerte de la madre, lo cual significó un enorme retroceso al punto muerto en el que nos encontramos ahora.

Chile, por una cuestión de realidad social y política debería seguir el ejemplo de México, que cuenta con la comunidad católica más grande el mundo (lo cual es un dato no menor) y de Uruguay, países que fueron capaces de idear legislaciones RACIONALES que permitan un consenso de acuerdo a las necesidades locales, porque -claro está- ni una radicalización y polarización de las posturas, ni los desfiles con poleras blancas por la Alameda, ni los actos en el Forestal no nos han llevado a ninguna parte.

Es cierto que no estamos tan mal como México, pero si estamos peor que Uruguay, principalmente por una cuestión de tamaño, población y distribución del ingreso, de modo que podemos tomar lo mejor de cada uno para poder elaborar una legislación acorde a las necesidades y a la realidad chilena.

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