Necesitamos banderas

Publicado por Camilo Salas

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En la mitad de Providencia se alza una bandera. Una gran bandera naranja que no representa a ningún país, partido político o ideología. La bandera naranja, imponente y majestuosa, flamea día y noche, sin que nadie sepa mucho de que se trata. Para un conserje de las torres de Carlos Antúnez representa el triunfo de Cobreloa, para el plastificador que trabaja al frente es “el verano naranja”. Quisimos develar el misterio y conversamos con la creadora de este inusual proyecto, una artista de 22 años que nos cuenta de que va la bandera y que tan difícil es hacer arte en Providencia.

Por Camilo Salas K. / Fotos: Formato Lúdico

Lo primero que tuvo que hacer Antonia Isaacson (22, estudiante de arte en la Universidad de Chile) cuando ideó poner una gran bandera naranja en medio de las torres de Carlos Antúnez, en Providencia, fue aguantar la burocracia.

Providencia es una comuna gobernada por la derecha más conservadora, gente que no entiende de ideas innovadoras y mucho menos comprende la idea de izar una bandera que no signifique nada; para ellos es un símbolo político o nacionalista, no hay otras lecturas. Por eso Antonia estuvo 6 meses entrampada en las oficinas del castillo de Pedro de Valdivia. “Lograr hacer algo así de simple es un verdadero parto, de primera por entrar a explicar el fin que posee hacer una intervención de este tipo y todas las oposiciones que surgen de las “autoridades”, como también soportar enormes tiempos de espera para lograr conseguir un simple papel que deriva a otro y así” nos cuenta Antonia, via flickrmail.

Primero, nadie sabía de quién es el mástil, ni los administradores de la torres, ni la gente de la municipalidad, y Antonia tuvo que investigar hasta con el encargado de obras de la municipalidad, quién tampoco sabía. “Finalmente resultó, para impresión de todos, que el mástil era parte de la administración de la torre que colinda con Carlos Antúnez. Y menos mal, porque es un sector privado, de no ser así hubiera sido imposible que la municipalidad se prestara a ayudarme porque consideraron que el gesto de la bandera sería ‘prepotente y falto de respeto para los vecinos’. Logré todos los permisos con miles de peripecias retóricas, que menos mal algunos supieron apreciar y respetar, pese a que no entendían nada de lo que les estaba diciendo”, recuerda Antonia.

Finalmente izaron la bandera el domingo pasado, y estará ahí hasta el próximo domingo. Una semana de “verano naranja” como le llama a la obra el plastificador que trabaja en frente. O “el triunfo de Cobreloa”, como me confidenció un conserje de las torres, quién tampoco sabía de que se trataba (“deben ser los universitarios” dijo).

La obra en sí tiene infinitas lecturas. Acá no hay ataduras categóricas ni políticas. Antonia lo explica mejor: “La bandera es un signo de apropiación que históricamente ha tenido mucho peso, pero que hoy está obsoleto. Será por la globalización o que se yo, pero una bandera no nos hace mucho sentido que digamos, solo hasta que se nos presenta una que no tenga sentido alguno. Porque una bandera naranja fluorescente no aclara nada, es un signo vacío por llenar, que denota alerta y precaución, pero ¿de qué? Esa es la pregunta que hace este pedazo de tela que tan amorosamente flamea. Nos asevera que nada tiene sentido”.

Antonia tiene varias lecturas más, como la cantidad de mástiles abandonados que existen. Palos gigantes que no sirven de nada, salvo en Septiembre.  O cuando la gente anda en tránsito automático sin fijarse en el entorno. O el placer culpable que le producen las torres de Carlos Antúnez, esos dos grandes edificios modernistas, resabio de los 70’s y que ahora son llamadas “las torres del terror”.

Antonia: “A esta ciudad le falta gravemente que le pasen cosas. Y la gente que la habita merece un mejor lugar para vivir, no esta mole ecléctica, sin impronta cultural alguna, donde aumentan las demoliciones de casas antiguas bellas, a cambio de edificios plásticos, y así tantas cosas absurdas. Así que la bandera es también un sutil gesto de resistencia hacia tanta estupidez”.

La bandera, como todo proyecto artístico, tiene más vida luego de que la bajen, y en eso consiste el registro que diferentes artistas están haciendo de ella. La idea, para Antonia, consiste en registrar la bandera de la forma en que cada uno de los invitados quiera y con todo ese material armar una exposición, una panorámica de distintas lecturas.

La bandera estará entre las torres de Carlos Antúnez hasta este domingo 23 de Noviembre de 2008. Yo tengo el privilegio de poder verla todas las mañanas desde mi ventana, que está instalada exactamente al frente. Es solo una gran bandera naranja, pero es justo lo que necesito cada día al levantarme.

Si pasan por acá, denle un par de minutos.

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