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Blondie, A-ha y Rick: menos que un concierto

Publicado por Francisco Franetovic

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Primero fue el turno de los incombustibles Blondie para luego dar paso a María Laura Donoso, quien nos saludó con un «hola ochenteros» antes de Rick Rollearnos masivamente (y no una, sino ¡dos veces!). Para terminar, un apenas correcto show de A-ha. Mucho «ochenterismo» y poca pasión. Algo así fue el último sábado a la noche en el Pepsi Fest. Otra vez, tenemos doble reporte y fotos.

Fotos por Jesús Bustamante

Menos que un concierto: una’  fiesta’  ochentera

Por Rodrigo Arriagada

La organización del Pepsi Fest promocionaba esta noche como “fiesta ochentera”. No hay nada más humillante- lo digo a título personal-‘  para un fan del new wave, synth pop y el post punk, que ser tildado de ochentero, denominación que hoy se ha llenado de connotaciones que lindan con lo “kitsch”.’  Porque seamos claros, no se puede poner’  a los Smiths, a Depeche Mode o’  a New Order, en el mismo saco que’  fenómenos como Bananarama, Tiffany o’  Cindi Lauper. Es evidente la brecha en cuanto a estilo, calidad y grado de influencia posterior sobre otras bandas, alcanzado’  entre los unos’  y los otros.

Sin embargo, esta noche partía de la que- hasta comenzado el concierto- consideraba esa errónea premisa: la de agrupar bajo una denominación tendenciosa y simplista a tres bandas de trincheras diversas. Por un lado, me parecía que estaban A-ha y Blondie, bandas que a pesar de sus marcadas diferencias, se han mantenido en el disco duro de bastante gente al ser parte de una orientación ligada al circuito alternativo, ampliamente explotada por radios, bares y discotheques durante los 90 y nuestra década en Chile.’  Y del otro lado, me parecía que estaba el nunca bien ponderado Rick Astley, que aparecía como un fenómeno’  claramente kitsch,’  de esos artistas de uno o dos hits, con su cara de guagua y sus trajes de colores pasteles, además de esos bailes horrorosos de los videoclips, francamente imposibles de olvidar para cualquier niño que hace sus primeras pesquisas musicales.

Consideraba erróneo juntarlos, y’  así lo comentábamos con algunos amigos, con quienes aventurábamos adivinar el orden en que cada agrupación saldría a escena, poniendo énfasis en el hecho de que nos parecía evidente que’  en virtud del in crescendo del espectáculo, de la cantidad de gente que cada uno agruparía, el bueno de Rick debiera ir al frente en primer lugar,’  de modo de no’  “guatear”, pues imaginábamos’  una mayoría de público ligada a los otros dos participantes. Y nuestros pronósticos ciertamente no se cumplieron. Por el contrario, tendieron a darle la razón a la organización, por eso digo que lo de “fiesta ochentera” me parecía hasta el comienzo’  una “chapa” errónea, porque a juzgar, no por la actuación de las bandas -que estuvo exenta de sorpresas-‘  sino por el público asistente, lo que vimos el día sábado en el Movistar Arena, estuvo mucho más cercano a una fiesta kitsch que a lo que’  uno espera de un Concierto.

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Que aparezca el Rick

Si se iba a estar 5 horas de pie, uno hubiese apostado por que Rick Astley’  iniciara el show, asumiendo que no contaba con más de 3 sencillos famosos, y que a razón de eso, a lo sumo tocaría 10 canciones. Lo ideal en un espectáculo largo es su progresividad, y desde ese punto de vista, el’  presumible set del solista inglés, cargado de baladas, era- a priori- difícil de’  concebir en el centro de la noche. Sin embargo, los primeros en aparecer fueron los norteamericanos de Blondie, agotando la dosis de punk-rock para el resto del show.

Cuando comenzó a sonar el potente «Hanging on the telephone»‘  y el Movistar arena pareció estallar, uno habría pensado que sería una jornada inolvidable, con’  las 12 mil personas alborotadas hasta las masas. Sin embargo, ese impulso inicial se diluyó paulatinamente en la medida en que los flashs de las cámaras ya habían inmortalizado la imagen de la rubia Deborah Harry, y parecían justificar el valor de la entrada. El público, más preocupado de retener el momento y de hacer presencia que de disfrutar el show, mostró una tibia repuesta en las primeras 8 canciones, donde el mismísimo «Atomic»‘  cayó en ese letargo en la medida en que sonaba.

El punto más álgido de esta inicial tibieza se alcanzó en eso de la octava’  canción, cuando la cantante ofreció el micrófono al público para completar el estribillo de la famosísima «Dreaming», casi sin obtener réplica.’  Sin embargo, la banda supo terminar en alto, colocando en fila 5 hits imposibles de pasar por alto, incluso para la audiencia menos melómana.’  «Rapture», «The Tide is High», «Call me»,’  «One way or another» y «Heart of glass» cerraron una actuación impecable,’  que destacó’  por la potencia de la banda más que por el protagonismo de la vocalista, quien a sus 63 años, sabe ceder espacio’  a los solos de guitarra, y la solvencia de un baterista de otro mundo. Sin duda, un show que’  ameritaba una respuesta más contundente por parte del público, sobre todo del instalado en el sector cancha.

Que desparezca el Rick

Ya en camarines la banda norteamericana, y a juzgar por la leve respuesta del público’  hacia sus singles no tan famosos,’  lo’  lógico era pensar que el grueso del público había’  ido a disfrutar los clásicos de Rick Astley, lo cual en algún sentido fue cierto, y en otro, no.’  “Together Forever” fue la canción escogida para comenzar, en una apuesta arriesgada,’  pues parecía agotarse de entrada’  gran porcentaje de su repertorio. Y el público estalló en delirio, pareciendo confirmar un inusitado fanatismo para con el pálido cantante.

Siguió a eso’  una gran cantidad de canciones esencialmente lentas’  que terminaron por aburrir, y que ”“ para mi asombro-‘  la mayoría del público también desconocía.’  Esto y una serie de comentarios “tribuneros” de Astley saludando a las mujeres entre canción y canción, además de la compañía de una serie de imágenes en data que parecían sacadas de cualquier versión de Windows Media Player, fomes y con poco concepto, terminaron por hacer ultra tedioso su espectáculo que se extendió por hora y media.’  Para cerrar, Astley sacó carta de ciudadanía de artista Kitsch, al interpretar dos veces “ Never gonna give you up”,’  una de ellas en versión unplugged. Y Así también, a la luz de su inicial entusiasmo, diluido con el paso del espectáculo, los espectadores mismos sacaron carta de “kitsch u ochenteros”. Porque si no eran fanáticos reales de Astley, quedó claro que la algarabía y la expectación que causó su participación en el Pepsi Fest se debió más a una fama alcanzada entre los años 87 y 88, que al seguimiento de una carrera sólida. Basta con pensar que en los últimos diez años el inglés’  ha festinado en base a discos compilatorios y que no’  ha colocado un single de peso en las’  radios desde el año 93.’  Y sin embargo aún causa un injustificado furor.

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El guapo de Morten

El público del Movistar Arena logró engañarme por tercera vez, casi echando abajo el recinto al aparecer’  el trío noruego A-ha, mis favoritos de la noche. Pensé nuevamente que la fanaticada pertenecía en su mayoría a ellos,’  pero finalmente entendí que esa histeria, principalmente femenina, se debía más que nada al aspecto de Morten Harket que a otra cosa.

El show varió en 2 o 3 canciones respecto del de Viña del Mar en 2006, pero careció de la intensidad alcanzada en esa ocasión, principalmente porque se privilegiaron versiones acústicas’  para canciones que tocadas de otro modo pueden alcanzar altura épica. Así fue como la desgarradora «Hunting high and low» no’  llegó a dar la talla que tiene, apaciguada por una audiencia que con gran dificultad pudo corearla a insinuación del vocalista que esta vez estuvo más apagado que la anterior. Si se buscaba intimidad, me parece que las cosas no estaban para eso. Y si aquella vez me quejé por tener que ver el show festivalero rodeado de sombreros’  alusivos a’  la banda ranchera Los Tigres del Norte, debo decir que el público de esta ocasión no estuvo mucho mejor, dejando pasar con tibieza canciones monumentales como «I’ ve been loosing you» y «Train of thought». Curioso fue que los primeros atisbos de apasionamiento y los únicos saltos de toda la noche aparecieron en la penúltima canción’  «The sun always shines on TV», que antecedió a la más que clásica «Take on Me», sin la cual’  las masas se hubiesen retirado claramente decepcionadas.

A modo de reflexión general, cabe decir que uno ciertamente agradece el’  hecho de que en estos tiempos en Chile los conciertos estén a la orden del día, y que se pueda disfrutar de una diversa gama de espectáculos de calidad’  todos los meses. Eso es ciertamente un privilegio que durante muchos años nos estuvo vedado. Pero cuando vemos audiencias como las del día sábado, comenzamos a cuestionarnos acerca de las implicaciones que’  esta epidemia de eventos tiene para los verdaderos fans de las bandas en cuestión, obligados hoy en día a mezclarse, diríamos, en el día de “su graduación”, con otros que no lo son tanto, o que no lo son para nada, como si fueran extraños de otro curso, bebiendo de tu alcohol, o intimando con’  tus compañeras, por señalar una imagen de cruda usurpación.

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Mi perspectiva de este concierto es personal, pues hablo como fan, antes que todo.’  Principalmente de A-ha, y en gran medida Blondie, en este caso. Pero me parece que más allá de su clara subjetividad, interpreta a algunas personas, pues ya he escuchado quejas similares de otra gente respecto de algunos conciertos.’  No me parece desmesurado hablar del “robo” del que debiera ser un gran momento,’  a la luz del público de “la fiesta ochentera”. Porque’  me parece que el quid del’  asunto en relación a estos espectáculos’  está’  hoy por hoy en “el estar ah픝, en el “no perderse la papita”, “en el sacar fotos”, y no así en conocer a las bandas, vibrar con ellas, cantar la canción que te ha acompañado durante largos años, saltar, y demases. Alguien podría decir que si te gusta la banda debieras’  disfrutarla a full, independiente de quien esté a tu lado, pero discrepo tajantemente con esa perspectiva. Un concierto, además del encuentro esperado con tu banda es el encuentro con otros que la han seguido del mismo modo que tú, con el mismo apasionamiento e intensidad, y no es casualidad que los mejores shows sean aquellos en que la complicidad entre la banda y su público alcanza una condición ritual.

Uno agradecería shows más íntimos. El público del día sábado era uno hasta cierto punto entusiasta,’  pero’  más amigos del aplauso facilista que de los discos y las letras de las canciones,’  más ansioso del hit radial ultra-trillado, y menos cómplice de las bandas en escena.’  Si me preguntan a quién fue a ver la mayoría de la gente,’  me dio la sensación de que el público los fue a ver’  a los 3, pero en definitiva, fue a ver’  ninguno y así ”“como diría un futbolero DT argentino- se pierde la passssión.

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Blondie incombustible, Rick Roll Masivo y A-ha a media máquina

Por Felipe Navarrete

A a las 9:00 en punto comenzó la jornada sabatina del Pepsi Fest, que esa noche agruparía a Blondie, Rick Astley y A-Ha.

La primera banda en subir al escenario fue la liderada por Deborah Harry y comenzó fuerte: «Hanging On The Telephone». Luego de algunos temas menos conocidos por la mayoría, descargó la artillería pesada y no faltó ninguno, ya que ahí estuvieron “Call me”, “María”, “Dreaming”, “One way or another” y “The tide is high”.

Sin embargo, algo faltaba para cuando dejaron el escenario por primera vez, así es que volvieron con “Heart of glass” para cerrar una presentación a la altura de su nombre.

Para destacar, la jovialidad y energía de estos veteranos, ya que si bien la voz de Harry sigue siendo reconocible y característica, con todo su oficio y desplante logra disimular los tonos más agudos que obviamente ya no alcanza. Discurso aparte para el baterista, que de no ser por el ícono rubio que cantaba delante de él, podría perfectamente haberse erguido como el showman de la noche. Muy bueno.

Posteriormente, vino la lata de la noche. Rick Astley será un fenómeno kitsch o algo simpático de ver un rato, pero tragarnos más de una hora de su música y sus tallas fomes, su pose de playboy, su insistencia con las “ladies” y su falta de carisma al cantar, fue demasiado. Sólo destacar el Rickrolling masivo con «Never Gonna Give You Up» por partida doble: acústico y luego normal (N. de la R: ¡Rick Astley nos cagó a todos!). Suficiente para no escucharlo en cinco años más.

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Finalmente, el plato fuerte, “la banda noruega más importante de todos los tiempos” -que vendría siendo algo así como denominar al Coca Mendoza como “el jugador más grande de la historia de Graneros”- y la razón principal de mi asistencia, A-Ha.

En lo personal, ya los había visto en el Festival de Viña del Mar hace un par de años y sumando y restando, el show de aquella vez me pareció mejor.

Sí, porque a pesar del setlist impecable que incluyó prácticamente todos sus éxitos, esta ocasión abusaron de las versiones acústicas y lentas y el teclado sonó extrañamente distinto a lo que nos tiene acostumbrados, por lo que hasta que entraba la voz de Morten ”“intacta pese a los años- costaba darse cuenta de la canción que se trataba.

Pese a estos reparos, la batería de singles fue impresionante y se sucedieron “The blood that makes move the body”, “Manhattan Skyline”, “Cry Wolf”, “Hunting high and low” ”“con la “participación” del público-, “Crying in the rain”, “Stay on these roads” y “Train of thought”.

Curiosamente, y pese a ser La banda de la jornada, estuvieron muy poco tiempo en el escenario y se retiraron luego de escasos 50 minutos, para volver con tres temones y cerrar la noche: “The sun always shine on TV”, “The living daylights” y, cómo no, “Take on me”, la cual además fue acompañada de imágenes alusivas al famoso clip del megahit.

Con todo, y al igual como ocurrió en Viña, nos quedamos con las ganas de escuchar “Early morning”, que hubiese estado muy en la onda lenta con que impregnaron el concierto. Tampoco tocaron “You are the one” ni “Touchy”. Pecado.

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