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El 29 de junio, Chile amanecería sumergido”¦ y no pasó nada.

Publicado por Francisco Campos

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Los tsunamis falsos han causado estragos en la vida de los pobres incrédulos que corren a esconderse en los cerros – entre los cuales se encuentra Guatonsumami, de ahí su nombre – para regocijo de los malitencionados que inician los rumores de olas gigantes y holocaustos marinos.’  Sin embargo, al final todo es una mentira, una vil y descriteriada mentira.

por Valeria Barahona.

El 29 de junio se suponía que nuestro país amanecería bajo el agua, o al menos eso aseguraba la carta ingresada a la Onemi el día 4 del mes pasado: entre las 4 y 4.30 horas entraría en actividad un volcán submarino frente a Tongoy, provocando erupciones simultáneas en San Pedro de Atacama, Santiago, y Talca. Las olas llegarían a los 20 metros en Antofagasta, y a los 10 en Lota. Según Hugo Gómez Solís.

La campaña comenzó en Facebook, como muchas cosas últimamente, con el escaneo de la carta de Gómez timbrada por la Onemi, propagándose a los medios tradicionales que esta vez lograron calmar a la población penquista, no como en 2005 cuando 18.000 personas escaparon de una ola que luego nadie vio, dejando a su paso una anciana muerta, guaguas perdidas, el hospital regional colmado de crisis de pánico, gente durmiendo en los cerros, tacos por doquier, y CNN en español transmitiendo en directo desde Concepción.

Desde 1751 los vecinos del Bío-Bío miran con desconfianza el mar, debido a que ese fue el año del terremoto, con posterior tsunami, que trasladó a los habitantes de Penco al actual Concepción. 254 años más tarde, luego del terremoto en el Océano Índico que inundó completamente a Sumatra, la noticia de una ola gigante en Talcahuano cayó en caldo de cultivo la noche del 17 de enero de 2005.

“Mamá me despertó gritando. La vecina del frente fue a avisar que se salía el mar. La noche estaba rara, había una neblina tétrica esa madrugada, y mucha gente en la calle. Miré el teléfono: diez perdidas. Era mi polola llamando desde la 1, pero tengo el sueño tan pesado que no caí en cuenta.’  Papá sacó el furgón para irnos a un lugar más seguro, mientras Radio Bío-Bío decía que no había tsunami alguno, así que nada de alarmarse ni salir de la ciudad.

“El comentario logró tranquilizar las cosas en casa, pero la gente seguía corriendo de lado a lado en la calle: un vecino arrancaba a un cerro cercano con su Play Station bajo el brazo, y en el otro a su perra Cortita (con el consiguiente chiste de “va corriendo con la cortita en la mano”). A las 3 de la mañana el mundo ya era normal. Me costó conciliar el sueño”¦ La noche más freak de mi vida”, relata Felipe Delgado, uno de los miles de sobrevivientes.

A mediados de enero aún queda gente en las universidades rindiendo exámenes. Qué novedad. Fabián Sánchez, estudiante de ingeniería electrónica en la U del Bío-Bío, se eximió de un ramo debido a que el profesor perdió los certámenes mientras huía del oleaje apocalíptico. Mientras que Nicolás Godoy, futuro antropólogo de la UdeC, en 2005 vivía cerca del barrio bohemio de Concepción: “sentí los vehículos y pensé que se trataba de un carrete de los vecinos”¦ Mala onda que no me invitaran. Hasta que vi a mi viejo en bata gritando en la calle que el tsunami era mentira”.

Tito Matamala, autor de “El diccionario del buen bebedor”, “El gran libro del bebedor chileno”, y una amplia gama de volúmenes de utilidad pública, en su columna para Diario El Sur del 18 de enero escribió: “palabra, ni el más perfecto, difundido y aparatoso esfuerzo de la Onemi habría podido organizar un simulacro de tales proporciones, en el día y en la hora más rebuscados y adormilados de la semana. Claro, nadie cree que las catástrofes pueden ocurrir la madrugada de un lunes, ¡y sin aviso! Propongo un reconocimiento público para el creativo que miró el mar, lo vio medio mojado, y dio la alarma de Armagedón”.

Pero no todo fue chiste: María del Rosario Bayard, de 68 años, falleció en el éxodo producto de un paro cardiorespiratorio. Según el mito urbano, su familia subió al auto el cuerpo ya inerte de la mujer, con la intención de luego poder sepultarla.

Al leer, escuchar, y mirar las noticias de la noche del 17 de enero de 2005, se torna imposible no recordar la transmisión del clásico de Orson Welles “War of the Worlds”, en 1938 por la CBS, cuando los habitantes de New York salieron despavoridos por la supuesta invasión extraterrestre.

En Concepción hasta Carabineros y Bomberos contribuyó a la causa divulgando el rumor. Transcurrida media hora, por orden de la Armada, debieron de vociferar el error y calmar a los desesperados penquistas. Al día siguiente la cita era con la fiscalía. En la prensa no sale el resultado del juicio. Presumiblemente los pescadores avisaron.

El 1 de junio, dos días después del segundo-supuesto-tsunami, Hugo Gómez Solís, quien profetizó el Apocalipsis de este año, pide disculpas: “asumiré con humildad la responsabilidad que pudiese corresponderme, continuaré rogando para que si algo tiene que suceder sea lo más generoso para la humanidad y me refugiaré en la misericordia que ustedes, en concordancia con el Todo, puedan dispensarme.
A quienes con renovada fe o bajo cualquier modalidad invocaron ayuda para que, en tiempo e intensidad, este proceso se atenuara, reciban gratitud y bendiciones”.

Y la madre de Camila, una amiga de la U, sigue comprando latas de atún y agua mineral para cuando venga el próximo tsunami”¦

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