Columna: En Santiago no hay un lugar tan bacán como ‘Máscara’

Publicado por Francisco Campos

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En Santiago no hay un lugar tan bacán como “Máscara”.

La primera vez que salí a carretear en Valpo, el 8 de abril del 2002, me llevaron a “La Facultad”, ese tugurio de mierda en Pedro Montt. Yo andaba con cara de culo, mal que mal echaba mucho de menos Coyhaique, y Viña/Valpo eran ciudades desconocidas y hostiles, y como andaba con ganas de llorar, me fui temprano. Lo único que sabía era que tenía que tomar una micro intercomunal, de esas pa´ Quilpué. Y como buen provinciano, me dormí en la micro y desperté en el peaje Las Vegas, cerca de Quillota. En la garita me lo lloré todo, como una nena. Quería llamar a mi mamá, decirle que me quería volver, pero no había teléfonos públicos. El chofer me vio muy afligido y me dio un pan con lisa y un café y me dijo que me llevaba de vuelta, pero Juan Saco de Hueas (o sea yo), se durmió de nuevo en la micro, pero ahora desperté en el Reloj de Flores y ya cachaba donde ir.

Al otro día lo primero que hice fue llamar a mi papá para decirle que me quería volver, y antes que le contara la historia me colgó, así que tuve que quedarme. En la pensión donde me alojaba vivía la nieta de la dueña y lloraba 24/7 y eso me tenía descompuesto. Para más recacha, la dueña era buena pa la chupeta y llegaba día por medio armando escándalo  a mi pieza, la que técnicamente no era una pieza si no que un pasillo cerrado con un biombo. Al menos tenía tres comidas diarias.

A los 27 días de vivir en la pensión me asaltaron. ¿A quien chucha asaltan en San Martín a las 3 de la tarde? a Juan Saco de Hueas. Sin saber que hacer corrí a la pensión. Llegué, hablé con la vieja chicha y me puse a vomitar de los nervios, pero vómito tipo grifo. La vieja chicha me echó de la pensión, dijo que estaba drogado y borracho y que cómo se me ocurría vomitarle sus sillones de felpa. Me quitó el celular y no me dejó hablar con mi papas, y les dijo que yo estaba «irreconocible». Al otro día me metí a la mala a la pieza de la vieja, mientras dormía la mona, le robé el cel y llamé a mi papá que estaba a punto de venir a Viña. Me dolió que le haya creído a la vieja y no a mi, pero bueno, generalmente si uno es un»líder negativo» en el colegio  es lógico que desconfíen. Agarré mis hueás y me fui, pero antes de irme me robé unos yogurts y unas bandejas de carne molida, aunque debería haberme robado la tele o algo así.

Cuando me iba yendo me cagó una gaviota. Me senté en Avenida Valparaíso con Villanelo con todas mis cosas, sin saber a donde ir y lleno de mierda de gaviota, pero claro, tenía tres yogurts y dos bandejas de molida corriente, pero sin casa. Afortunadamente, unos amigos de Coyhaique me alojaron hasta que pude arrendar una casa con otro amigo.

Eso fue todo. De ahí en más, Viña y yo nos transformamos en enemigos irreconciliables.

Desde el 2002 a la fecha, me cogotearon 5 veces y me entraron a robar 3 veces con pérdida total. ¿Quien puede querer a Viña así? Pero pico, me quedé. Me pasó de todo, pero me quedé. Aun así Viña era mejor opción para vivir que Santiago.

Era como una guerra personal entre Viña y yo. Me cargaba la gente de Viña, que hablasen con la papa en la boca y que se conocieran todos. Me enchuchaba que cuando te conocían, lo primero que te preguntaban era «¿De que colegio saliste?». Me juntaba con puros amigos de Coyhaique, como una extensión del barrio en la Quinta. Y esos amigos, que los tenían con correa en el pueblo, se desbandaban en Valpo y se perdían en la vida.

¿Cuanto cabro  de región que partió en la USM como una promesa y  terminó estudiando en el DUOC después de haberse perdido en la bohemia porteña y habérselo echado todo? ¿Y quien no fue al Estocolmo, cuando animaba ese clon porteño de Lenny Kravitz? ¿Quién no trató de bailar axé en el Kahuna? ¿Quién iba a pensar que ese tugurio del Mr. Egg se iba a transformar en el gigantezco Huevo? ¿Quién iba a pensar que en El Playa no iban a ser capaces de poner música distinta?  ¿Quién no fue a la Jamaica para hacerse el lindo con una cabra shiga? ¿Quién no se vaciló un tributo a Peal Jam en el Taybeh? ¿Quien no tuvo uno que otro entrevero con un parrillero de micro? Y así, diez años dan para mucho.

Por supuesto que a lo largo de diez años  en los que me tomé hasta las molestias y me comía el PIB anual de Haití, tuve que ceder en mi postura regionalista chauvinista y tuve que hacer juntas locales, si no me iba a aburrir como ostra,  si hasta polola viñamarina tuve y me acostumbré a andar en micro de noche, cuando al principio les tenía un miedo parío.

Las cosas siempre tenían altos y bajos, pero así era la vida de la transición a la adultez. Obvio que resiento montones de estupideces que hice por pendejo e inmaduro y mamón, pero me costó su resto. Me cambié 12 veces de casa y mis amigos coyhaiquinos empezaron a desaparecer.  Vi como cerró el Fono Parrila  y como Bezanilla & Bezanilla se apoderaron de los Nortes y los Ponientes. Vi como la Reginato hizo lo posible por transformar Viña en una copia bananera de Miami y vi como a la Gran Torre le cursaron cinco sumarios sanitarios por insalubre.  ¿Y Valpo? Valpo sigue exáctamente igual que cuando llegué.

Pero bueno, lo mejor de Viña es que me voy.  Me salió pega en Santiago y dejo la ciudad que me acogió desde abril del 2002. No digo que la Capital sea una maravilla, porque también es una ciudad detestable, pero al menos no me condenará a ver siempre la misma gente y a una vida en loop.

Chao pueblo conchetumadre arribista, ojalá te llenen de palmeras y que la Reginato siga en la muni per secula secularum.

Eso si, voy a echar de menos «Máscara». En Santiago no hay ningún lugar como «Máscara».

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