Columna: Marcha pacífica, ministro violentista

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Por Fernando Montolio Milano

Hoy asistí a la marcha en demanda por el derecho a la educación de calidad y financiada por el Estado. Fue una verdadera fiesta. Partió desde la Usach por la Alameda, siguió por Avenida España, luego por Blanco Encalada y Nataniel, para terminar en el Parque Almagro. Eran miles y miles de personas ”“unas 90.000 según un cálculo aproximado que realicé- que desfilaron por un recorrido de unos 5 Km en el más completo orden, con banderas multicolores, grupos de danza y tambores, y banderas de los estudiantes y los profesores.

Ni un solo incidente, todo lo contrario. Desde los edificios altos los residentes lanzaban agua hacia abajo, la que era muy bien recibida por los manifestantes, dado que hacía bastante calor. En la esquina de la Alameda con Avenida España estaban apostados unos carros de Carabineros. Lanzaron bombas lacrimógenas para advertir que ahí había que doblar hacia Avenida España, que no se podía seguir por la Alameda. La marcha siguió en el más completo orden, en un ambiente alegre y festivo. Había letreros ingeniosos, como uno alusivo a las desafortunadas palabras de don Carlos Larraín, que decía “Soy parte de la manga de inútiles subversivos”. Un letrero pegado en una muralla tenía una foto del presidente con el texto “Yo estudié gratis, pero tú puedes pagar en cuotas”. Uno que manifiesta el grado de compromiso y hasta dónde están dispuestos a llegar los estudiantes, decía «No estamos perdiendo el año, estamos haciendo historia».

Después me retiré por Lord Cochrane hacia la Alameda. Entre Eleuterio Ramírez y Olivares había un grupo de 4 jóvenes encapuchados, menores tal vez, “flaites” sin duda, haciendo una pequeña hoguera con tablas que recogieron por ahí. En la esquina otro grupo, también de encapuchados y posiblemente menores de 20 años, zamarreaba el poste de la esquina donde se sujetan los nombres de las calles, con el propósito de arrancarlo. Me acerqué, tomé el poste con la mano y les dije “No hagan eso”. Se acercaron a apoyarme un amigo que me acompañaba y una señora que apareció no sé de dónde. Inmediatamente los flaites se hicieron a un lado, pero a continuación una menor volvió y tomó el poste para seguir zamarreándolo. Le saqué la mano y le repetí “No hagas eso”. Volvió a tomar el poste y volví a sacarle la mano, muy suavemente, y le repetí que no hiciera eso. Reclamó diciendo que yo estaba defendiendo la propiedad privada. Le expliqué que la señalización de las calles es propiedad pública, que ella también es dueña de ese poste. Me quedé un rato junto al poste y seguí hacia la Alameda. No miré hacia atrás, pero muy probablemente sacaron el poste.

Al llegar a la Alameda había un piquete de unos 10 carabineros. Me acerqué al que hacía de jefe y le dije más o menos así: “Mire, 2 ó 3 cuadras más allá unos imbéciles están haciendo una fogata y arrancando la señalización de la esquina. Con mi amigo y una señora los contuvimos un rato, y si 3 viejos de más de 60 años lo pudimos hacer, con mayor razón ustedes los pueden detener, sacarles las capuchas, fotografiarlos,’ y llevárselos detenidos’ o mandarlos para su casa”. “Sí, s픝 me respondió, “ya vamos a ir para allᔝ. Obviamente que no fueron, ahí se quedaron.

La triste conclusión a la que llegué es que Carabineros tiene instrucciones de permitir que esos desorientados provoquen los desmanes, para después llegar con el zorrillo y el guanaco y crear artificialmente incidentes con el fin de desacreditar la marcha, conclusión que se me confirmó al llegar a la casa y ver en la TV al ministro del interior, Rodrigo Hinzpeter, refiriéndose a la marcha. No dijo nada acerca de las demandas estudiantiles, pero sí se refirió a los incidentes. Tampoco dijo que alrededor de 100.000 personas marcharon en el más completo orden, y que los desmanes los provocaron no más de unas 50 ó 100 personas que nada tenían que ver con la marcha y a unas cuadras de distancia de los estudiantes. Agregó el señor ministro que los organizadores de las marchas son incapaces de controlar los desórdenes.

Me dio indignación escuchar al Ministro mentir tan descaradamente, tergiversar los hechos con la oscura intención de mantener el lucro en la educación, sin preocupación por la calidad. En efecto, comprobé personalmente que no cuesta nada detener a los que hacen desórdenes.’ Lo hice’ por un par de minutos sin armas y sin la fuerza de la juventud. Y también comprobé cómo los carabineros permanecían impasibles ante los revoltosos, teniendo capacidad de sobra para contenerlos. Me quedó la convicción de que las instrucciones de los carabineros son ésas: dejar que los flaites hagan desórdenes y después tirar el zorrillo y el guanaco para crear artificialmente un panorama de caos de la marcha, y que la TV pueda mostrar más tarde esas imágenes.

Traté de ver quiénes incitaban a los flaites, pero no vi nada. Sin embargo, no me puedo convencer de que grupos reducidos de flaites afloren espontáneamente a provocar desmanes. Creo que detrás hay un trabajo de “inteligencia” policial y político que crea estos grupos.

Para finalizar, agregaré que mi experiencia de hoy me dice que contener a los grupos violentistas debe ser relativamente fácil, por su reducida cantidad y por su manifiesta cobardía. Sin embargo, pedirles a los organizadores de las marchas que lo hagan, es una estupidez del señor ministro. Para eso está la fuerza pública.

 

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