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Ñuñoa rebelde

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Por Camilo Brodsky, poeta y director de Das Kapital Ediciones. Vecino de la populosa Villa Frei /’ Fotos: María Francisca Torres y Ñam Ñam

¿Cómo es que esta comuna relativamente tranquila, con una contundente población de veteranos, que vota masiva y periódicamente por un energúmeno como Sabat en las municipales, se ha convertido en uno de los epicentros de las protestas nocturnas y caceroleos en apoyo a las demandas estudiantiles? Y manteniéndose, con altos y bajos, protestando desde el mismo día jueves 4 de agosto, cuando comenzó en realidad el desmadre por obra y gracia del obtuso modo de entender la política y el poder que tiene la derecha chilena.

Desde esa jornada, las noches en la comuna han estado más ruidosas que de costumbre. En Villa Frei ”•lugar donde vivo ”• grupos de vecinos han mantenido los caceroleos de manera constante, iniciándose este religiosamente a las nueve de cada noche. El jueves 4, cuando comenzaron las protestas territoriales, cerca de mil manifestantes bajaron de las torres y blocks de la Villa, copando el cruce de Irarrázaval/Diagonal Oriente/Ramón Cruz, donde confluyeron con vecinos de las casas y edificios de los alrededores. Las mismas protestas se dieron en sectores como Villa Olímpica, Emilia Téllez y Plaza Egaña, entre otros, llegándose incluso al levantamiento de barricadas en Ramón Cruz con Grecia el martes último, con motivo del Paro Nacional convocado por la CONFECH, los estudiantes secundarios y el Magisterio. Nada de esto había sucedido anteriormente, y es muy posible que los últimos recuerrdos de protestas masivas en el sector se remonten a mediados de los años ”’80, en plena dictadura militar.

En Plaza Ñuñoa, en tanto, los habitués de los boliches han dado paso a cacerolas, batucadas y pitos, convirtiéndose en uno de los puntos dónde con mayor fuerza se han instalado las manifestaciones ciudadanas en apoyo a las demandas estudiantiles, convocándose en el lugar más manifestantes que, por ejemplo, en la Plaza Italia durante la noche del último Paro Nacional el martes 9 de agosto.

Los factores que pueden haber gatillado esta bronca en Ñuñoa, según lo veo yo, son varios, algunos más obvios que otros. En primer lugar, pareciera claro que el gobierno lisa y llanamente le sacó los choros del canasto a la clase media con la decisión de, primero, prohibir las marchas del 4 de agosto y, en segundo lugar, reprimir cómo reprimieron. Era, simbólica pero también prácticamente, a los hijos de esa clase media a los que estaban reprimiendo, a los que les estaban llegando los palos y las bombas. Y era, además, por manifestarse en torno a un tema que es muy caro a la clase media: la educación, considerada por muchos como “la” posibilidad de movilidad en una sociedad altamente estratificada y segregada.

A esto, que posiblemente sea el principal argumento del emputecimiento comunal, se suman otros hechos, que van desde los numerosos bolsones de pobreza, oculta y manifiesta, existentes en Ñuñoa (que no se encuentran solo en sectores como Villa Frei, Villa Olímpica o las población Cruz Gana, Rosita Renard o Jaime Eyzaguirre, sino también en zonas como Emilia Téllez y Avenida Ossa, por ejemplo) y los problemas derivados del terremoto de 2010 (donde Ñuñoa fue una de las comunas más dañadas en la Región Metropolitana), hasta elementos más bien subjetivos, como el radical rechazo de buena parte de la población de Ñuñoa al estilo, la forma y la persona misma de Pedro Sabat, la confluencia en la comuna de numerosos profesionales jóvenes más bien progres con gente que porta una tradición de izquierda de más larga data y la presencia de no pocos establecimientos educacionales, tanto secundarios como universitarios: el Campus Gómez Millas de la Chile, el Peda, la sede

Macul de la UTEM o el Liceo Experimental Manuel de Salas, que ha mantenido este último tanto de parte del estudiantado como del cuerpo docente y directivo, un constante respaldo a las movilizaciones.

A esto se agrega el descontento generalizado con el estado de cosas, esa molestia ambigua y no muy definida que comparte buena parte del país, y que se ha venido expresando también en las manifestaciones de apoyo al movimiento estudiantil.

Hay que tener, sin embargo, calma a la hora de leer estas señales, tanto a nivel local como nacional. Si bien se aprecia una innegable revitalización del tejido social y una relegitimización que era urgente de las luchas reivindicativas y las movilizaciones, falta ver tanto el desenlace de la lucha planteada por los estudiantes como la capacidad de la sociedad chilena por hacer de este veranito de San Juan algo más duradero, de forma que las crecientes demandas por mayor particpación y poder de decisión de parte de la ciudadanía tomen forma concreta en una institucionalidad cada día más deslegitimada y vacía de contenidos democráticos. La forma concreta, por ejemplo, de una nueva Constitución Política.

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