Justice en el Caupolicán: Hágase la luz. Y la luz se hizo

Publicado por Ignacio Molina

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Txt: I. Molina / Fotos: Jaime Carrera

I

Tras una cuestionada visita el 2009 en Movistar Arena—cuestionada por los ignorantes de siempre: no sabían qué iban a escuchar, no sabían qué iban a ver; quizá, en una de esas, fueron por la pura onda—el dúo francés Justice volvía a Chile. Y esta vez no en plan DJ set—de verdad es sobrecogedor que antes no se hayan informado de ese dato—, sino que con toda (o casi) la parafernalia que los ha caracterizado estos últimos años: las columnas de amplificadores Marshall, el juego de luces en la senda Nine Inch Nails, la falocéntrica y fulgurosa cruz.

II

En discusión está si los aparatosos Marshall emiten ruido alguno. Algunos reportes señalan que sólo son escenografía. Como sea: tenerlos en frente, encandilándote con el halo, hace olvidar ese GRAN detalle. Pasa esto: si bien el cuidado por la estética es una situación fundamental en todo evento electrónico, el chiche en cuestión tiene su propio temperamento. Su función es mezclar la parafernalia del mundo del rock (en la mejor tradición Kiss) con el mundo de la electrónica. De hecho la estructura donde descansa la cruz, recuerda la descomunal consola que los Chemical Brothers utilizaban en la época de Life Is Sweet.

III

Uno de los momentos más épicos de la presentación de Justice ocurrió en la primera fase del show. Se trató de un comienzo de corte legendario: el split del resplandeciente crucifijo en medio de las máquinas. ¿Es el hombre tan sólo un error de Dios? ¿O es Dios tan sólo un error del hombre?

IV

Cross (2007) era un disco imposible. Un intento por hacer una ópera wagneriana postmoderna. Con un hilo conductor. Con una nacimiento. Con una tragedia. Con un tributo a Michael Jackson. Con samples—coladísimos—de SlipKnot y 50 Cent. Con un puñado de videos que marcaron pauta. Un disco que consiguió convocar a más de 15 mil personas en Movistar Arena cuando Justice llevaba apenas tres años. Rarísimo por donde se le mire. Indescifrable, tal vez.

Aún así, efectivo.

Por algo fue la plataforma sobre la cual se dibujó el show: destacaron Genesis, D.A.N.C.E, DVNO, Phantom, Stress.

V

Por otro lado, de Audio, Video, Disco (2011)—un trabajo complicado; a ratos: demasiado ambicioso—sonaron Civilization y Helix. Funcionaron pese a los sinsabores de dicho álbum. Pasa que Justice en vivo se desarrolla como una gran pista extendida que, a modo de coletazos, arroja momentos, etapas, fases. Más que canciones, son pedazos, trozos, recortes, pastiches los que suenan. A veces asoman tímidamente, otras toman el protagonismo absoluto.

VI

No hay duda alguna: Stress fue la princesa de la noche.

No hay duda alguna. Stress fue la princesa de la noche. Quizá por la descarga de energía que emana y transmite. Una violencia que bien supo leer Romain Gavras para la realización del video. En su desarrollo, las pantallas se volvieron completamente rojas mientras una sirena infernal se desplazaba por los parlantes anunciando una hecatombe. Los que todavía no decidían a soltarse no tuvieron otra que desatarse en trance masivo.

VII

La productora Transistor fue asertiva en elegir el Caupolicán. Este recinto, de corte clásico, es capaz de albergar cualquier tipo de espectáculo y salir victorioso. Desde KoRn a Cat Power. Desde Mondo Cane a Justice. Tiene una distribución que por ahí genera un clima de cercanía, de empatía. Además, las múltiples y expeditas vías de evacuación permiten realizar una retirada apacible. Como también un correcto deambular tanto por barras, baños o mesas de merchandising. Punto a destacar.

VIII

Otra gran postal, para muchos, fue el hit We Are Your Friends. Coreado por la totalidad del teatro, esta relectura de la canción de los ingleses Simian es, quizá, el tema más famoso de Justice por estos lados. Luego de asomar como un sample en diversos transcursos del show, finalmente encontró su espacio casi al final de la velada. Momento en que se produjo una suerte de cenit en el coliseo de San Diego. Con Gaspard Augé y Xavier de Rosnay parados frente al público, manos en alto, recogiendo una montaña de aplausos. Tenían al público en el bolsillo.

IX

Un par de palabras para los teloneros (aunque es algo injusto llamarlos así): arriesgada fue la propuesta presentada por los locales Matanza. En plan Ricardo Villalobos se la jugaron—fieles a su estilo—por revisitar parte del folclore chileno y latinoamericano desde un entarimado electrónico. Algo nada nuevo, es cierto, pero, no obstante, valorable.

Por otro lado, los berlineses de Modeselektor no tuvieron otra que dar clases. Desde 2002, año en que firmaron con el sello BPitch Control, comenzaron una carrera meteórica. Bastante experimentales, la prensa los ha presentando en reiteradas ocasiones como el grupo favorito de Thom Yorke. Algo injusto, tal vez. El dúo, con esos bajos voluptuosos, tiene una identidad propia. Definida vinilo a vinilo. Remezcla a remezcla. Bievenidos si quieren volver.

X

En resumidas cuentas: la segunda visita de Justice en Chile no sólo cumplió a cabalidad dentro de las zonas en las cuales se desarrolla su propuesta—tapando una que otra boca, ganando uno que otro fan—, también da pie a que iniciativas como Electric Circus puedan seguir repitiéndose.

No queda más que esperar que alguna productora se anime pronto a traer a Skream, Rusko o Burial.

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