Apuntes sobre Jorge González, sus canciones de amor y su nuevo disco, «Libro».

Publicado por disorder.cl

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Por Vadim Vidal / Las imágenes son inéditos stills de la grabación en HD de los 20 años del disco La voz de los 80, hecho por Chicleclip. Enero 2011, teatro Caupolicán.

1. Libro, el último disco de Jorge González es a cabalidad un “disco Jorge González”, o sea; una colección de canciones irregulares con 2 o 3 que están muy por sobre la media, y que deberían pasar a engrosar el compilatorio que cada uno debiera tener en el computador en la carpeta llamada, precisamente, Jorge González, grandes canciones. Esa que toma lo mejor de todos sus trabajos solistas y componen un disco formidable que, con mayor o menor costo de producción, tienen un hilo conductor: el desgarro, el desamor, la soledad reciente (que es la más solitaria de las soledades) y la culpa. Porque la memoria colectiva es mentirosa con el oriundo de San Miguel; más que un compositor de protesta de los durísimos años 80, González es el compositor de las más vívidas canciones de amor del cancionero nacional.

2. La voz de los 80 se publicó en 1984, cuando González tenía 20 años, sus canciones más antiguas datan de 1982, cuando tenía 18. En rigor el último disco de Los Prisioneros fue La cultura de la basura de 1987, después viene la separación y Corazones, la ratificación de González como compositor romántico. No nos distraigamos: en los cinco años que van de 1982 a 1987 Jorge González compuso 30 canciones para su grupo, dos de ellas en coautoría con Tapia. Quince de ellas abiertamente sociales (políticas, resentidas, irónicas, etc). Mitad y mitad entre sociales e introspectivas. Ese es el González que pasó a la historia y que no se entiende sin su contexto histórico (se enriquece de hecho). De ahí en adelante es más Adamo que punk, más Ángeles Negros que Clash.

3. Nunca fue un gran instrumentista, por eso solo pudo desarrollar lo que tenía en mente cuando cayó un sampler en sus manos. Las máquinas terminaron de completarlo como artista, sin ellas habría sido quizás un chispazo punk que se apagaría en democracia. Sus canciones se complejizan y enriquecen con los arreglos digitales; desde Muevan las industrias hasta Aviador. González es el Martin Gore del cono sur.

4. Su cumbre compositiva es Corazones, el disco donde dejan de convivir el rock y el techno pop y toma definitivamente el camino de las secuencias. Es también la simbiosis perfecta entre Depeche Mode y canción romántica latinoamericana, fórmula que logró patentar. Un disco de éxito instantáneo que causó admiración y reticencia en grados iguales entre sus antiguos seguidores. El que creció con los años hasta transformarse en la piedra angular del hiperinflado “nuevo pop chileno” de esta década (los teclados de Anwandter y Adrianigual vienen de ahí, por ahí circulan también GepeMena y ahora último Manuel García). Sangrante e íntimo, nostálgico y templado. Un verdadero clásico. No volvería a facturar un disco así.

5. En la historia de suicidios discográficos del pop en castellano, El futuro se fue debería tener un sitio destacado. No es que Jorge González, su debut en solitario de 1993 (en rigor la continuación optimista de Corazones: con más arreglos, pero el mismo productor) fuese un fiasco, tiene canciones realmente buenas, comenzando por Fe y por ese monumento llamado Esas mañanas (ojo con el fan-video); y también cortes de menor perfil como Más palabras o Pastilla. Es el primer “disco Jorge González” y como todo parto fue doloroso. Y lo que es peor, no cumplió ni con las expectativas de la industria que esperaba un éxito atronador, ni del público que quería al González “de siempre”. Tras esa bancarrota de expectativas vino el suicidio. El futuro se fue es un disco rudo como pocos. Imposible de escuchar en algunos pasajes, oscuro casi siempre y con un final (Nieve) simplemente desolador. Quizás en 10 años más el pop chileno suene así.

6. No recuerdo a quién se lo leí, pero tras el tolleo masivo a Nunca te haría daño, el single de adelanto del disco nuevo, alguien escribió que el gran “pecado” de González fue haber dejado de vivir en San Miguel. Agrego: no hay nada que se odie más en nuestro país que un roto que quiera dejar de serlo. Peor aún: un roto tirado a gente. González no solo salió de su barrio, sino que se fue de Chile y, peor aún, consumió cerros de droga (lo venía haciendo hace tiempo en verdad), se codeó con artistas (horror) en ciudades de artistas y, pecado mayor para la moral puritana, se contradijo. Traicionó al mocoso imberbe que era a los 20 años viviendo en Nueva York y en Europa. Es triste, pero el fanático rockero nacional puede perdonar todos los pecados de sus ídolos anglosajones, o argentinos incluso, pero las pocas estrellas chilenas deben ser eternos actores de lo que fueron.

7. ¿Alguien ha escuchado entero el disco Los Prisioneros, el primero de su segunda etapa? Es más o menos lo que los fanáticos pedían: que volvieran a sus orígenes. ¿Alguien lo recuerda con especial cariño?

8. No es un gran DJ. No tiene el tempo de, digamos, Luciano, ni la riqueza técnica de Villalobos. Los Updates tampoco son un grupo definitivo. Quizás se deba al carácter asociativo de la música electrónica, pero tras las perillas pasa lo inverso que en el pop; González lo hace mejor acompañado. De hecho, en la arena del minimal, el ritmo que cultivan los hijos de exiliados chilenos que crecieron en Alemania, Jorge González es incluso humilde. Colabora, aprende, da pinceladas sobre el lienzo que alguien más comenzó. Sus mejores trabajos electrónicos son así: junto a Dandy Jack en Gonzalo Martinez y sus cumbias pensantes y en Sieg Über Die Sonne. Y poniendo su voz en los trabajos de Vicente Sanfuentes y Atom Heart.

9. Vuelta al comienzo. Libro está lejos de ser un gran disco. Ni siquiera es el mejor que ha hecho en solitario, pero es un “disco Jorge González”, tiene lo suyo. En este caso destacan por sobre el resto Es muy tarde, su canción más Lennon a la fecha, 100 años que es casi Nueva canción chilena y Nunca te haría daño que marca el pulso del disco: de baja resolución, hogareño, otoñal si se quiere. Ya lo sabían, grabado en un par de semanas en su casa en Berlín, con él como ejecutor de todos los instrumentos y de letras confesionales. Disparejo como viene siendo costumbre, pero sincero como un libro abierto.

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