Vimos «Un método peligroso» y partimos a hablar de sexo y locura con una dominatrix

Publicado por Luc Gajardo

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Por Luc Gajardo

Hace mucho tiempo que una película no me volaba la raja como Un Método Peligroso la última de David Cronnenberg. Es la historia de cuando Carl Jung (Michael Fassbender) conoció a su mentor Sigmund Freud (Viggo Mortensen) a principios del siglo pasado. Obviamente se empiezan a sicoanalizar uno al otro y lo único que sacan en limpio es que los dos están muy dementes.

Tienen grandes conversaciones, se mandan hermosas cartas, son dos amigos en una relación medio edípica violándose la cabeza uno al otro. Una cinta histórica que permite  entender a toda la descendencia de sicólogos y siquiatras que adhieren a la corriente psicoanalitica, los que mantienen una guerra eterna con los conductistas, que es la otra corriente. Se tildan de farsantes, chantas, y mercanchifles unos a otros, lo que es divertido y preocupante a la vez porque, muy probablemente, los dos tienen un poco de razón. Atento Sutherland.

Sigamos. En A Dangerous Method aparece también la mina que les deja la cagada en la vida  a los dos protagonistas: Sabina Spielrein, (el papel de la cosita más rica Keira Knightley) una teen que llega en onda Inocencia Interrumpida al siquiátrico donde trabaja Jung, quien más temprano que tarde, e influenciado por el gran Otto Gross (Vincent Gassel), empieza a prender con la idea de que la locura histérica y los rasgos esquizoides de Sabina tienen harto de una parafilia sadomasoquista. Sabina también quiere ser siquiatra y lo que tiene de loca también lo tiene de caliente, rica, e inteligente.

Aquí me voy por la tangente. Aparte de querer recomendar con vehemencia esta película, casi como un bien de salud pública, hubo dos cosas que me llamaron poderosamente la atención: conversar con un psicoanalista del centro clínico freudiano y con una dominatrix acerca de sadomasoquismo.

La primera misión fue más o menos fallida. Amablemente declinaron hablar respecto a la película, pero sí me ofrecieron una sesión de cortesía. Y bueno, lo hice, pero aparte de que me sugirieran con insistencia que volviera al menos una vez a la semana, para efectos de este reportaje no saqué nada en limpio.

Con la dominatrix fue distinto.

A morir con Princess Paula

En pleno centro de Santiago en su local de tatuajes incrustado en una galeria colombiana, me espera Princess Paula (arriba en la foto), ama profesional, con 14 años de experiencia en el arte de sacarte la mierda y humillarte y que eso te caliente. Suena bien. O de terror. Como sea, entre los servicios que ofrece están:

Anal play, control de la respiración, enjaulamiento, azotes con vara, tortura de testículos, castidad, confinamiento, castigo corporal, entrenamiento de perro, entrenamiento de dildos, sentarse en la cara, adoración de pies, piernas y calzado, feminización forzada, masturbación forzada, tortura de pezones, privación sensorial, entrenamiento de puta y esclavo; deportes de agua (el que incluye todas las lluvias) y más depravaciones.

¿Alguna otra cosita? Envuelto en miedo primero y luego en una peligrosa curiosidad me senté a conversar con Princess Paula, hija punk de un motociclista medio Hell Angel con hijos esparcidos por el mundo y una joven evangélica. Se fue de la casa en volá punk a los 14 y a los 16 compró su primer libro de bdsm (abreviación de Sadomasoquismo). A los 18 se fue a vivir a Estados Unidos y cachó que allá la cosa era común. Después viajó a España y se convirtió en una tatuada dominatrix trabajando en los más connotados gabinetes de allá. Hoy en Santiago de Chile, tiene la más variada fauna de esclavos a los que somete a las más violentas vejaciones, cosa que les encanta. Parte por explicar que el sadomasoquismo ya no es considerado una parafilia, salvo en los casos donde los sados se van en volada y atentan contra su vida. Cosa que pasa.

«Un esclavo me contó que cuando niño jugaba con sus primas, que lo amarraban y lo dejaban encerrado en un closet por horas. Y se excitaba con la idea de si lo iban a sacar o no. Después el sólo jugaba a amarrarse, se tiraba de la cama al suelo, su primer orgasmo lo vivió amarrado solo. Ahora es ingeniero eléctrico. Me ayudó a hacer hartos aparatos de electrocución, y bueno, él nunca se había sometido a sesiones de sadomasoquismo, porque se torturaba solo. Yo lo bañaba entero en cera, le metía dildos con electricidad por el ano, con electricidad en los testiculos, lo azotaba bestialmente, con todas mis fuerzas, y el se cagaba de la risa. Por su lado fue aumentando sus técnicas de autotortura, me contaba que se iba a una cabaña a la cordillera solo, y se amarraba y se ponía esposas, y tiraba las llaves al lago. Se encapuchaba y se metía al lago a sacar las llaves. Hace mucho que no lo veo, de hecho capaz que se haya muerto, porque de un momento a otro no lo ví más, hasta se le quedó una bufanda. Te juro que creo que se murió. Era una persona super solitaria que le gustaba el dolor

Lo anterior es extremo, dice Princess Paula, no es algo que pase siempre. Sin embargo, aparte de la clásica imagen de una mujer apretada en látex, reventeando a cachetadas y spanking a un gordo degenerado, hay otras tendencias igualmente fascinantes. Desde ponys humanos a esclavos del servicio que te limpian el baño.

Disorder: Me pregunto si lo atractivo del sadomasoquismo es el dolor en sí, o la humillación.

Princess Paula: Hay gente que le gusta el dolor, disfrutan que los electrocuten, los quemen, les peguen hasta sacarles sangre, pero hay otros que se les llama esclavos de servicio, y son gente que disfruta de no sé, llegar a mi casa, limpiar la cocina, hacer el desayuno, prepararme la bañera, me ayudan a vestirme, etc. Esos son los mades, esclavos de servicio, les pongo faldita, todo el traje.

Disorder: ¡Y te pagan más encima! La raja.

Princess Paula: Si. Bueno, pero a algunos esclavos no les cobro, algunos son más amigos. Es que me pagan de otra forma, los mando a comprar o algo así. Hay otros que les gusta ser mascotas, andan desnudos y con un collar por la casa, les tiras una pelota y la van a buscar. Se tiran al suelo, pet play se llama eso. Otros que se llaman pony boys, que les gusta que los cabalguen. Un poco más escabroso, más cochino, son los toilet, los esclavos de retrete, los orinas en la boca, los puedes defecar, y les encanta. Ese es su fetiche.

Disorder: ¿Y quiénes son esos personajes?

Princess Paula: Por lo general, profesionales, empresarios con familia, que viajan al extranjero y conocieron el tema allá. Son tipos que en su vida están acostumbrados a mandar, son gente con plata que necesita equiparar un poco esa balanza, y necesitan que les peguen un buen charchazo de repente, pero en privado. Luego están los otros, que no cachan mucho, que son más pobres, y juntan plata para las sesiones. Una vez vino un paco, que bueno, ni él cachaba que era sumiso, no tenía idea que existia el sado. Después de la sesión lloraba de rodillas en el suelo, no lo podía creer. Le gustaban las suspensiónes, los azotes, ser penetrado. Él decía que era guardia, pero por la pinta y como hablaba se notaba altiro que era paco.

Disorder: No me queda claro si eso es una excitación precisamente sexual.

Princess Paula: O sea, ellos experimentan un placer sexual, pero yo no tengo ningún contacto sexual con ellos, podría hacerlo, pero no lo hago. Yo no acepto cualquier esclavo, primero les hago una entrevista, sobre todo si son principiantes. Ahí les explico, les pregunto, y preparo la sesión. Porque hay distintos niveles también, la mayoría no quiere marcas ni dolor, y otros quieren el máximo dolor que se pueda y no quieren ni siquiera usar la palabra clave de seguridad. Es sin límite, onda si quiero me lo piteo (risas).

Disorder: ¿Y cuál es la palabra clave de seguridad?

Princess Paula: La palabra clave es piedad. Y ahí yo paro.

Disorder: Por ejemplo cuando la electricidad es mucha o les estay pisando muy fuerte los cocos con los tacos.

Princess Paula: Claro, bueno puede ser en cualquier momento. Y ahí les pregunto qué pasó y probamos con otras cosas.

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