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Trolleo: Tolerancia Cero, los 4 jinetes del apocalípsis

Publicado por Luc Gajardo

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Por Daniel Belmar / Ilustración por Malaimagen

“Tolerancia Cero” es el famoso y longevo programa en el que cuatro concienzudos opinólogos televisivos se indignan y se dan la razón alternadamente en casi todo. Tiene un formato de programa radial, de esos que oían nuestros abuelos en los años en que la política era un tema de masas, cuando el domingo en familia era la ocasión para deglutir, digerir, eructar y saciarse comentando y opinando sobre temas actuales como la educación pública, los ajustes de impuestos y las ventajas presidenciables de sacar mineros desde la tierra o vivir en Nueva York.

En pleno siglo XXI con televisión a colores, cable, internet y teléfonos inteligentes, irrumpen en nuestra pantalla estos cuatro paladines de la razón, algo entrados en años e incorregiblemente intolerantes. Seguramente ya los conoces: son el somnoliento sociólogo Fernando Villegas y los periodistas Matías Del Río, Fernando Paulsen y Cristian Bofill.

Fernando Villegas hace siempre esto: refunfuña por todo y a cada rato nos recuerda que nuestra felicidad es fruto de nuestra profunda ignorancia, pues él dice saber la verdadera verdad de la verdad, pero es lo suficientemente egoísta para dejarnos hundidos en nuestra propia mierda, sin el más mínimo interés por darnos una señal de su verdad o siquiera una palabra de aliento.

Matías Del Río trata de imponer su vozarrón de locutor radial en escena, solo para dar la impresión de que “está en control de la situación”. Estrategia del todo fallida tratándose de un programa de televisión. Su aspecto pusilánime, grandes lentes y mirada perdida, le restan casi toda la chispa que tiene en radio ADN. Sus intervenciones se limitan a tratar de conducir el programa, aportar datos tecnocráticamente técnicos y hacer inteligentontas preguntillas al entrevistado de turno.

En una de sus’  más patéticas intervenciones, Del Río le preguntó al economista de la Fundación Sol, Marco Kremmerman “Si ‘ el sueldo mínimo se subiera a un millón de pesos ¿Eso aumentaría la cesantía?”, ante tamaña estupidez de interrogante Kremmerman se las arregló para salir airoso y dejar en claro que el sueldo mínimo puede aumentarse hasta 270 mil sin que nadie se muera. Hastiado ante la elocuencia del economista, Del Río formuló la la pregunta más pretenciosa de la historia: “¿Cuánto gana la gente que trabaja en la Fundación Sol?”. El periodista de lentes se echó hacia atrás y sonrió, imaginando -quizás- que se cagó al entrevistado, pero fue al reves: “En la Fundación, la diferencia entre el sueldo mínimo y el máximo es de 1 a 2”. ¿Cómo reaccionó Del Río? mandó el programa a comerciales.

Fernando Paulsen dice, de manera muy segura, frases sin sujeto ni predicado que reiteran todos los giros lingüísticos de moda (“de pierogrullo”, “me hace sentido”, “el know how”, “al final del día”), y tambien deslumbra a Del Río haciendo gala de una memoria que habría despertado la envidia del mismísimo Julio Martínez. Si JM recordaba los detalles de un partido, Paulsen recuerda las condiciones climáticas, el sabor del sándwich de potito y hasta quien le vendió la entrada.

Por último está el gordito Cristián Bofill. El omnisciente director de La Tercera esta ahí para hacer gala de la inagotable fuente de conocimientos, la información y el poder que significa controlar un medio. Cuando se anunció su condición de “cuarto panelista” del programa, pareció que podría convertirse en un gran aporte. Nada más alejado de la realidad. Tolerancia Cero es un programa de opinión en que (por obvio que parezca) la gente opina, pero ese no es el caso de Bofill. Cuando otro de los panelistas le pregunta a Bofill “¿Qué opinas de esto?”, Bofill responde “Hay que esperar a ver que dicen las pericias” o (peor aún) “Voy a mandar a mis investigadores a investigar el caso”. De más esta decir que resulta insoportable escuchar a alguien obsesionado con “los datos duros y solo los datos duros” en un programa de opinión.

Estos cuatro jinetes con aspiraciones apocalípticas intentan convertir el debate sobre la actualidad nacional en un espectáculo de masas. Intención pretenciosa, bondadosa y hasta cierto punto admirable, pero que se encuentra condenada al fracaso en un medio televisivo como el nuestro, un pandemonio de canales inundado por bailarinas de poca monta, opinólogos graduados en estupidez mental y supuestos cantantes transportados directamente de la ducha a los grandes escenarios. Porque si algo nos demuestran estos cuatro jinetes es que tratar de obtener sintonía razonando sobre la actualidad nacional, resulta bastante más descabellado que lanzarse contra un molino.

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