Reseña: ‘Carnage’, la última película de Roman Polanski

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Por Cristóbal Fredes

Saliendo de la sala lo primero que se me viene a la cabeza ”“además de notar lo corta que es Carnage o, lo que es casi lo mismo, lo rápido que se pasa”“ es el recuerdo de la tremenda ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, donde Elizabeth Taylor y Richard Burton se amaban y odiaban en pantalla con una intensidad gigante y solo equiparable a la que experimentaron ellos mismos como pareja en la vida real, según cuentan las biografías. La película de un entonces joven Mike Nichols tenía a un matrimonio recibiendo en casa la visita de otro al que apenas conocían. Los cuatro personajes perdían sus modales a medida que el metraje avanzaba (y el alcohol subía a sus cabezas). Los mismos desnudaban y ventilaban sus problemas con una crueldad extrema, capaz de provocar incomodidad en el espectador y, al mismo tiempo, interés, morbo por la exposición pornográfica de sus trabas y lo grotesco de sus formas. Todos ellos elementos presentes también en Carnage. Y no hay que olvidar que, al igual que el clásico de 1966, la cinta de Polanski también está basada en una obra de teatro.

Pero los paralelismos son tantos como las diferencias. El escenario y las reglas del juego son similares, la trama que se va hilando, muy distinta. En Carnage las parejas ”“también de clase media alta”“ se juntan a propósito de un incidente: el hijo de una ha golpeado al hijo de otra. Ha sido con un palo, en la cara y fuerte. Un incidente no menor, claro está, pero nadie ha muerto, no es el fin del mundo, tiene solución, no ha pasado nada que cuatro adultos no puedan juntarse a esclarecer de manera civilizada. Adultos que incluso podrian llegar fraternizar, en vista de que tienen buena disposición y pensando en que no son responsables por el conflicto que se desató entre sus niños.

Por un lado está el matrimonio del hijo víctima del golpe, interpretado por Jodie Foster y John C. Reilly. Sabremos que ella es una mujer progresista y correcta, mientras que el es bonachón, conciliador y algo carente de carácter. En la otra pareja, Christopher Waltz hace de un abogado pragmático y con poco interés en algo que no sea su trabajo, y Kate Winslet es una ejecutiva formal, práctica y es ella quien ha tomado la iniciativa de ir a la casa de los padres del chico al que su hijo golpeo para disculparse.

Foster, con una interesante histeria contenida, desliza frases que hacen ver que no está del todo conforme con las disculpas o que no está del todo segura que el niño agresor sacará una lección. También, se ve que censura la excesiva bondad de su esposo. En frente, no ayuda que el personaje de Waltz muestre más atención a su Blackberry que a la conversación. Y que, cuando se digna a interesarse, sea para relativizar la gravedad del incidente que los convoca. La cinta comienza entonces un ascenso, en principio sutil, pero siempre sostenido, en donde sube el conflicto, la intensidad y lo tragicómico al mismo tiempo que los personajes descienden a sus zonas más miserables y donde quedan expuestas no solo las pequeñeces de cada cual sino también las miserias que arrastran como matrimonios.

Es difícil pasarlo mal viendo Carnage, los demandantes personajes son interpretados con contundencia e incluso maestría por los cuatro (mi favorito, John C. Reilly) y Polanski maneja con sobrada solvencia y clase los recursos del cine; sabe interesar, sorprender, provocar. Sin embargo, Carnage no es una gran película, y no lo es principalmente porque no va mucho más allá de ser teatro filmado. Puede decirse también que desarrolla de manera irregular lo que en principio había planteado con genialidad. Que no se le saca brillo a los interesantes dilemas morales que subyacen todo el tiempo a la discusión, sino que los vuelve irrelevantes. Que los personajes se pierden a ratos en un tumulto de emociones contradictorias que les resta contundencia. Y que, a pesar de que pocos tienen la experiencia de Polanski en filmar ambientes claustrofóbicos, es inverosímil la manera en que el guión intenta retener a los cuatro todo el tiempo en un departamento, cuando el ambiente se ha vuelto tan hostil e indeseable, lo suficiente como para que cualquier persona de la vida real abandone la escena.

Con todo sus peros, Carnage son 79 minutos que se disfrutan, donde hay luces de la hipocresía contemporánea, de la fragilidad de los buenos modales. Hay buenos momentos y mucho humor negro bien logrado. En fin, una película menor, pero que suma más que resta en nuestra cartelera de cine, siempre ninguneada por su discreta calidad.

Trailer:

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