Por Luc Gajardo
Una cadena de eventos improbables te lleva al lanzamiento de un libro en el cerro menos Valpo de Valpo: Cerro Alegre, ese microuniverso medio shuper, medio artesa, medio santiaguino, medio europeo, medio boutique, medio cuico abajista, suspendido como una burbuja donde todo está bien sobre una ciudad donde (casi) todo está como las huevas.
Esto es sólo contexto.
Como contexto también es el hecho de que a través de la historia los lanzamientos de libros le han hecho siempre un flaco favor a la obra en cuestión. Uno, porque son eventos, en su mayoría familiares, y tienen esa correctialidad de que el autor, comprensiblemente, no puede decir nada que escandalice a la tía o la abuelita. Dos, porque se me imagina que es como hacer caca en público, o al menos así percibía la actitud de incomodidad de los autores, Antonio Duarte y Macarena Ternicien, sentados frente a un patio lleno de familiares, amigos y uno que otro desconocido, como yo. Tres, porque por lo general los presentadores son parte de esos’ especímenes de beatle y pantalones de cotelé amantes de la ‘cultura’ y ‘las artes’ a los que todo les parece ‘increíble’ y ‘alucinante’ y uno está ahí sentado tratando de no’ reírse’ o tirarle una silla porque además si el espécimen en cuestión es el dueño de una’ librería-centro cultural’ de Cerro Alegre estás frente a un pito infumable.
Pero eso sigue siendo contexto y nada más.
Porque lo concreto, lo verdadero, sucede después. Cuando, de cueva, por esos pequeños grandes beneficios que traen tener un gecé que dice periodista en la solapa, me fui cerro abajo con un ejemplar entre las garras. Y de primeras te pega una patada en los cocos el sólo título del libro: La vida se puso cuesta arriba y yo iba cuesta abajo. Desde ese punto estás rendido antes la indecisión de querer ir a matar al autor o ir a abrazarlo. Son esas frases tan buenas que a uno lo hacen sentir tan mal. Decentemente no me decido por ninguna de las dos opciones. Y me voy nomás.
Desde ahí a entonces, he leído el libro en cuestión dos veces completo y muchos otros cuantos pasajes los he releido en modalidad random. Principalmente en micros Viña-valpo. Valpo-viña. Esas micros donde puedes cruzarte con un grupo de universitarios cantando Ricardo Arjona a medio día volados cagados de la risa y tu querer matarlos o matarte, o de noche Valpo-viña cuando el micrero va decidido y duro y’ rápido’ y furioso a que esa sea la última carrera de su vida y piensas en ojalá no morir así. O que la micro se prenda en llamas de la nada. O que el parrillero te ataque a mordiscos y te saque un par de dedos por reclamar. Hueás que pueden pasar y pasan en la Quinta Costa, que son los escenarios en los cuales transcurren la serie de ¿poemas? ¿micro-crónicas? ¿lyrics? de Antonio Duarte, quien además es, era que no, músico.
La vida se puso… es un libro que pese a hablar mucho de paja no tiene nada de pajero, porque, y como primera cosa, hay que decir que es un libro-objeto que cuenta con la diagramación, diseño, y foto de Macarena Ternicien, que hacen que el libro se asemeje más a un librito de los que vienen/venían las letras en los compact disc, o a un blog, o un artefacto, o a un tumblr, hecho que hoy en día más que simplemente agradecerse aparece como quizá la única forma válida y posible de un libro a estas alturas del partido.
Dos, La vida se puso cuesta arriba y yo iba cuesta abajo es un libro que pinta para retrato de una generación. Que logra esa tarea tan peluda y tan perfecta de dialogar, de conectar con una temperatura generacional de quienes estamos en el atardecer de la juventud en esa edad del abismo que son los 29, cifra que se repite como un mantra y un loop ensordecedor a través de las páginas. Esa edad donde todas las opciones son igual de aterradoras y de mierda: el suicidio, la madurez, el fracaso, el éxito. Ese violento y frontal choque entre quien pensaste serías a esta edad y quien resultaste ser. Que habla de la imposibilidad del amor. De lo terrible que es cuando la masturbación deja de ser divertida y pasa a ser triste. De ser emo y adulto y depresivo, y lo ridículo y doloroso y anulador que eso resulta. De alimentarse en base a completos. De cuando curarse y drogarse no es diversión, sino sólo evasión. De sicosomáticas enfermedades gástricas. De que la vida pasa como una telenovela porno frente a los ojos de uno.
Pero eso es quizás, y probablemente, subjetivo. Lo cierto y objetivo y ‘ la raja es cuando encuentras en un libro una conexión que te hace sentir menos, o más, solo, y no importa y está bien. Esto se identifica cuando te pasan uno, o algunos, o todos, de los siguientes síntomas.
1. Llevas el libro a todos lados donde vas.
2. Marcas hojas, subrayas frases.
3. Se te quedan pegadas como canciones algunas partes del libro.
4. Le cuentas a tus amigos, o les das jugo en realidad, con lo la zorra que es el libro que descubriste.
5. Descubres los referentes, mini plagios, o chistes internos, y te sientes cómplice.
6. Te sientes como amigo, o pariente cósmico, del autor.
7. Decides escribir una vergonzosa reseña que dice más de ti que del libro culiado.
Para concluir, un par de apuntes más, La vida se puso cuesta arriba… se enmarca dentro de una nueva camada de pornográficos y desvergonzadamente honestos autores de la Quinta Costa, tales como Daniel Hidalgo y Natalia Berbelagua, pero también se instala, y digo esto con la mayor de las admiraciones, en la vereda de artistas de la región pero más under e incomprendidos, como el cabro que cambió la hora del reloj de flores o el suplantador de Zalaquett en Twitter, quienes lejos de los aplausos casi se van en cana por sus atrevidas acciones de arte.
Para comprar este imprescindible libro sólo tienes que entrar acá‘ y contactarte con la pareja de autores. O también está a la venta en la libreria Crisis (Pedro Montt al frente al frente del Congreso), en la libreria Ivens (Pza Anibal Pinto al frente del Mascara donde hay un Dios griego’ bañándose’ en una pileta) y la artie Casa E‘ en Cerro Alegre.
Adivinen que: Tenemos dos copias para regalar entre quienes comenten más apasionadamente por qué deberían hacerse acreedores de un libro que te va mandar de patada en la raja a la más cruda e hipersensible depresión.
Y llegó el momento…redoble de tambores. Los ganadores son: Camila Muñoz y Mauricio Silva. Fueron contactados vía mail. Gracias a todos por participar, 6 líneas más arriba está dónde y cómo conseguirse el libro.
Publicado por Luc Gajardo
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