
Por Vadim Vidal / Fotos de Rosario Oddo
Que faltó rock, que los baños de mujeres parecían filas de la UP, que comer era imposible, que todo estaba caro, muerte al VIP y que volver en los buses de la producción fue un suplicio. Esas son las quejas comunes y creemos que cada una de ellas es verdad, pero a la hora de reseñar un festival de música al menos hay que hablar un poco sobre eso: música.
Desfilaron muchos artistas y hubo bastantes puntos altos, pero nosotros creemos que esto fue lo mejor, los headliners de cada escenario, los grupos que la gente pagó por ver: Jarvis «Pulp» Cocker, Jorge González, Surtek Collective en el sector zorrón y The Walkmen.
Con los nacionales (Astro y Protistas) tenemos entrevistas en nuestro stand con sombrita que nos alojó toda la tarde y bien entrada la noche. Atentos durante estos días.
Las reseñas son de Vadim, la fotos de Rosario.
Pulp

Para quien llegó a las 6 de la tarde al Espacio Broadway, seis horas de conciertos eran una maratón que ni las Redbull que vendían las chicas en el pasto podían ayudar a sobrellevar. Pero hay algo, endorfinas o qué sé yo, que se activaron no bien se prendió la primera letra del tablero que escribía la palabra PULP detrás del escenario. De ahí en adelante el que no saltó como un simio es porque solo acompañaba a la polola a ver a la banda.
Creo que nunca vi a un frontman tan carismático en escena. O me cuesta mucho recordar a uno que se le compare. Durante los 90 minutos que estuvieron sobre el escenario (menos de lo que venían presentando en otros festivales), Jarvis Cocker balbuceó palabras en español, festinó con los muy lolos helicópteros teledirigidos que casi cayeron sobre Joan Jett en el Lollapalooza pasado, prometió fiesta, recordó su muy rotunda actuación solista en el Caupolicán y bailó a lo Jarvis parándose sobre la tarima doble que lo endiosaba frente a la multitud.
Faltaron canciones (Razzmatazz y Miss Shapes sin ir más lejos), tuvo momentos sublimes, como las interpretaciones de Sorted for E”’s & Wiss y This is hardcore; emotivos, como cuando entonó guitarra en mano Something changed o Babies; pero sus megahits son tan imbatibles que pueden hacer saltar y gritar a voz en cuello hasta un muerto. Simplemente formidables.
PD: Ver a un ejército de chicos educados en colegios de congregaciones cantar que nunca podrían vivir como la gente común fue sociología de masas.
Jorge González

Cecilia Aguayo fue el gran amor de Claudio Narea en la época en que González sufría el desamor de la señora de su guitarrista. Veintiún años después se veía arriba del escenario latino a un alemán con cara de iceberg llamado Uwe Schmidt (Atom Heart, el mismo de Surtek), un gurú de la electrónica que se vino a vivir a Chile enamorado de… Cecilia Aguayo.
Morbo aparte, lo de González en la antesala de Pulp fue sencillo hasta el minimalismo, pero emotivo como pocos momentos hasta esa hora. Interpretó de modo desordenado su obra cumbre, el disco que engendró el sonido del pop chileno actual (no habría sido mala idea invitar a Anwandter, Gepe o la Mena).
Abandonando toda ironía agradeció a la organización por haberlo invitado por genuino interés en la música. O sea, para tocar su disco menos contestatario. Y cumplió con creces. Estrechez de Corazón y Con Suavidad fueron dos puntos altos de la jornada.
Surtek Collective

Uwe, la mitad de Surtek Collective, durante el show de Jorge González.
Pasa algo raro con los festivales. El sábado los tres cabezas de cartel eran de los 90. Vigentes Jorge González y Dinosaur Jr, e impactante Pulp, pero interpretando canciones de esa década. Parece que en su natural afán de congregar masas, los festivales se vuelven conservadores.
Para escuchar algo “nuevo” había que llegar o muy temprano o ir a las piscinas. En esos pocos metros de pasto, el dúo de Uwe Schmidt y Vicente Sanfuentes la rompieron. No tengo idea qué trabajo mostraron ni cuál fue el punto alto de su set, solo recuerdo que machacaron desde el minuto uno hasta el final. Algo que bien puede ser la definición del house, el ritmo que rescataron (revival nuevamente) después de comenzar a fines de la década pasada haciendo reggaetón ácido. Fue un show de beat matemático, con precisos cortes de ritmo por parte de ese crooner de las perillas en que se ha transformado Sanfuentes. Elegantes, directos y con set en vivo (que dentro del house se define por tener micrófono de efectos). Una fiesta para el centenar de espectadores que había a esa hora en las piscinas.
The Walkmen

Tienen puntos tan altos en su repertorio que cuando guatean se nota. Los neoyorkinos entraron a esa agradable hora en que el sol se pone con la misma elegancia de The National en el primer Lollapalooza, pero sin la incorrección de estos últimos. Son sólidos casi sin excepción, afilados y contenidos en partes iguales, pero les falta para la grandeza. Quienes los seguimos desde Bows+Arrows nos respondimos esa gran incógnita de por qué no juegan en las grandes ligas: les falta punch. No fue un mal show, de hecho fue de lo mejor que me tocó ver (el registro de Hamilton Leithauser es atronador). Pero les falta algo. Lo digo así; no sé si algún día estarán como cabeza de cartel. En todo caso The love you love y The Rat nos dejaron helados.
Publicado por Camilo Salas
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