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¿Y… dónde está el piloto?

Publicado por Ignacio Molina

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Por Ignacio Molina

En ”’Llanto y liminalidad en aeropuertos: el making off de 2 horas”’ una conferencia leída en la Universidad de Cambridge, UK, y encontrada en el libro Cinépata (Alfaguara, 2012) Fuguet despliega el concepto de ”’no-lugares”’.

Escribe: “Hace un año y algo un grupo llamado Teleradio Donoso se me acercó para que les hiciera un videoclip de un tema de ellos titulado Máquinas. El líder del grupo sentía que todos entendían el tema al revés: no eran las máquinas las malas. La canción no era una crítica al siglo XXI y sus máquinas, sino a las taras y trancas””las máquinas””que nos dejan solos. Lo curioso””lo que me gustó del tema””era que no es acerca de una soledad que mata, no era sobre matarse o el abandono: era acerca de estar cómodo en no-lugares y asumir tanto tu liminalidad como tu soledad”.

En El Vuelo (Flight, 2012), el piloto Whip Whitaker (Denzel Washington) vive su no-vida en no-lugares. Se despierta en un hotel inmerso en un aeropuerto (un no-lugar dentro de otro no-lugar, diría Fuguet), con un resaca insostenible. Y tiene que volar en un par de horas, llevar el SouthJet 227 a un destino que de seguro desconoce. Pero eso le da lo mismo. Por algo él vive una no-vida. Es una suerte de pasajero sin ticket de su propio paso por el mundo. Entonces se jala unas líneas y se toma un shot de café y se zampa unas aspirinas: está listo para pilotear otra vez. Todo esto ocurre mientras la azafata (Nadine Velazquez) que se despachó la noche anterior, prende un pito mientras el sol de la mañana ilumina su torso desnudo, como pidiendo, como exigiendo, un poco más antes de partir al trabajo.

Escena que de seguro en la no-vida de Whitaker se repite como un mantra demente y excitante.
Día tras día.
Vuelo tras vuelo.
Línea tras línea.
De seguro, también, la no-vida de Whip Whitaker es mejor que tu vida y la mía y la de tantos.
Pese a estar tan solo.
Y alienado.
¿O tal vez no es realmente así?
Esta incógnita es lo interesante en El Vuelo.

Probablemente Robert Zemeckis (Regreso al futuro) no tenía demasiadas ambiciones cuando dirigía este filme. Tenía en claro que con Denzel Washington como protagonista, más una adecuada escena de acción””que iba ir sí o sí en el trailer””, el filme podía correr por sí solo. Y lo hace: El Vuelo funciona completamente en su propuesta de acción palomitera de la misma forma que lo hacía Imparable (2010), otra de Washington. La gracia, la novedad, la sorpresa, acá, es que Zemeckis, posiblemente, nunca pensó que mientras realizaba este filme, lo que estaba haciendo era dar una clase, una cátedra inconsciente, sobre los no-lugares.

La idea no es arruinar la trama mediante spoilers, pero es posible plantear que el protagonista, desde un comienzo, todo lo que hace es transitar en no-lugares: la pieza del hotel, el aeropuerto, el avión, la cabaña y, finalmente, la zona que lo espera para su desenlace. Toda su vida es una no-vida. Su destino lo condena de tal forma. Hay demasiados cabos que nunca ató. Demasiadas taras y trancas que dejó rebotando. Pero Zemeckis nunca se mete completamente con ellas. Sólo desliza algunas pistas. Un error, para algunos; un acierto, para otros. Pasa que El vuelo se trata del personaje y su mundo interior desde su no-mundo. Lo que en el fondo, está más allá del principio de la realidad. Es una capa, un manto, una sotana, la que acá aparece. La idea que asoma, de este modo, debajo de este menjunje, debajo de ese aterrizaje que ya promete quedarse en el recuerdo, es manifestar una forma de alineación que para terceros puede ser demasiado atractiva: “Me gusta este tipo, Lenny. Me hace querer inhalar algunas líneas, y salir a volar un jet”

Sostiene Fuguet, casi como haciendo un estudio antropológico, casi como deconstruyendo: “La identidad se puede adquirir y fortalecer en los no-lugares. Mi impresión es que justamente en espacios como estos donde es más posible determinar quién es quién y donde todos tratan de llevar consigo sus vidas, sus pasados, sus historias”. Y justamente eso es lo que le pasa al protagonista de este filme. Y por tanto, Denzel Washington está actualmente nominado al Oscar.

Voy a cerrar este texto planteando que El Vuelo ocupa las máquinas del mismo modo que Anwandter y Fuguet.
Para comunicar sobre la soledad.
La comodidad con tu propia soledad.

Y por eso Washington sufre tanto cuando está por perder su licencia. Porque de seguro ya echa de menos la comodidad de estar triste. Y por lo mismo, después, en el desenlace, acepta su destino. El que lo devuelve, nuevamente, a esa misma zona cero, a ese mismo no-lugar.

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