Frontera Festival: mucho amor, poca organización

Publicado por Pablo Bustamante

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Fotos por @consuelovk

Mucha gente, mucho polvo, mucha espera y finalmente mucho, mucho frío. Así fue el Frontera Festival vivido este fin de semana en el Club Hípico. Tres escenarios que albergaron a lo más variado de la escena latinoamericana de una manera aterradoramente desorganizada, pero que de alguna forma no hizo agua del modo en que uno podría presumir.

La cosa es que todo partió mal con Frontera. Pésimo. Cerca de la 1 de la tarde la fila para entrar por el único acceso habilitado era interminable y el caos generado en el ingreso hacía que la experiencia fuese derechamente intragable. Pese a que el calor estaba bastante piola, sumergirte en ese mar de personas que braceaban como ahogados para entrar, hacía que quedar transpirado y de mala gana fuese automático.

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Hasta ahí igual estaba todo bien. Semi clásico de los festivales, que año a año van corrigiendo pequeños errores de organización. Perdonable para los cabros de Transistor. Perdonable incluso el desfase horario con el programa que habían presentado, incluso con el cambio de escenario de algunos artistas o con el hecho que los músicos tuvieron que tocar menos de lo programado. Perdonable también que los puestos de comida rápida tenían cero velocidad y sí una fila devastadoramente desmotivante o que habían poquísimos lugares donde tirar basura, la cual se acumuló de manera vergonzosa por todo el pasto.

Pero la real pana en Frontera, fue el clima, un factor inmanejable ni para el más Ivancito Torres de los Iván Torres. Porque si quedaste hecho una sopa al comienzo, transpirando como loco, todo se te fue a la mierda con el viento helado que aterrizó sobre el Club Hípico desde tempranito. Un viento que no sólo mandó a la chucha la salud de varios asistentes que fallaron a sus pegas este lunes, sino que hizo pasar más de algún (delicioso) percance a cuanta faldita ligera asistió al evento.

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Sobre el show, idem que la organización. Guateando a ratos en detalles técnicos, brillando por momentos. Con una Anita Tijoux parejita, Jorge González demostrando en 30 minutos y con pura frustración por no tocar como corresponde, que es el mejor músico nacional de los últimos 30 años. Los Cadillacs calientes, porque su sonido rebotaba con el del escenario cercano y mandando a callar a Christina Rosenvinge que actuaba en paralelo (N.del.E: No era Rosenvigne, era otra banda, tal como nos soplaron en los comentarios). Tiro de Gracia reuniendo formación original pero con problemas de sonido graves. Los Tetas sonando parejo, sin brillar, pero cumpliendo. Chico Trujillo prendiendo el Club Hípico y Molotov terminando de incendiarlo todo.

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Queda al debe Frontera, pero prometiendo mejorar para el año próximo y convertirse en el Vive Latino de Chile. Cómo dijo el mismo Jorge González antes de comenzar el show “Un festival hecho con mucho amor, pero con muy poca organización”.

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