Es lamentable: todavía no se acaba, en los blogs criollos, esa moda de ir acreditado como periodista a festivales o conciertos y salir pelando. Una moda que, perdonen la licencia, inventamos acá‘ en Disorder‘ hace algunos años.
El último caso de tal rotería se le atribuye a mi amigo Bustamante, periodista porteño que amenaza con adueñarse de este sitio, y su reseña para el Festival Frontera ‘ el pasado sábado. Bustamante, en el texto, se queja de una serie de cosas que acusa de entorpecer su experiencia. Dice que pasó frio. Que no pudo comprar sándwiches. Que la gente le pegó el sudor.
Cito, editado, el mejor párrafo:
La cosa es que todo partió mal con Frontera. Cerca de la 1 de la tarde la fila para entrar por el único acceso habilitado era interminable y el caos generado en el ingreso hacía que la experiencia fuese derechamente intragable. Sumergirte en ese mar de personas, que braceaban como ahogados para entrar, hacía que quedar transpirado y de mala gana fuese automático.
Y luego, tratando de arreglar el asunto, concluye:
Queda al debe Frontera, pero prometiendo mejorar para el año próximo y convertirse en el Vive Latino de Chile.
Otro de los que se hizo experto en ir a conciertos y hablar mal de ellos es Cristóbal Bley (Paniko.cl). Cito un párrafo de este periodista, de tecleo firme y seguro, sobre un carrete en Muelle Barón donde tocaba Devendra Banhart.
La mayoría (de la gente) estaba un poco más atrás conversando lo más fuerte que pudieran, con gritos si era necesario, voces fuertes que hablaban de otras fiestas en otras playas y casi siempre en otros países. Voces que estaban por estar, la presencia que ya ni siquiera necesita experimentar: apenas come, apenas toma; sólo está. Ah no: está para tuitear en cuanto pueda con el #muellevitaminwater y para permanecer lo más cerca posible de alguna de las tantas cámaras que dejarán registro de su presencia en Internet. Eso es. Estar para que alguien sepa que estuviste, quedar en el registro. Que no quepa duda.
Y luego agrega:
Todo (fue) como un intento de paraíso posmoderno, de fiesta intensa alcohólica música celebrity mezclado con sandías, bolsas reciclables, agua de sabores y vida sana.
El muchacho, de coqueta cabellera, en otras crónicas siguió puliendo el estilo. Hasta podría decir que se adueño e hizo suyo eso de ir a conciertos y salir criticando la pinta de la gente.
Y para que quede en claro que en este blog no hay censura: un extracto de una reseña –Carl Barat & Gary Powell-‘ de nuestro Cha Giadach. La gracia: se enfoca en el incomprendido Centro Cultural Amanda.
Mi problema con el Centro Cultural Amanda siempre ha sido el tipo de gente que va a ese lugar. Del tipo que habla todo el rato y no escucha al artista sobre el escenario. Miles de veces me he quejado al respecto y pareciera que cada vez aparecen más personas que son como esas que odio.
Más: una pila de años antes, el 2009, en Zona.cl (RIP) se aventuraron y mandaron a una implacable chica a destruir como fuese el concierto de Justice en el Arena Santiago. Escribió, más pauteada que notero de Intrusos, lo siguiente:
Todo se puede resumir en que se trató de una fiesta que duró cien mil horas con música igual todo el rato, y que al final llegó el número principal pero todo seguía muy igual. No hubo el desfile de gente vestida ridículamente que esperaba ver y el público eran más bien unos shúper newbies que habían descubierto Justice.
Paralelo, para ese mismo concierto, y sin saber que en Zona.cl harían lo mismo, edité la crónica de otra señorita. Ella era amiga de la que firmó la nota en Emol.
Fue uno de los artículos que más ruido causó por aquellos años.’ Acá un pedazo:
Debo reconocer que la mayoría del público parecía que lo estaba pasando bien, se trataba de una mezcla heterogénea de personalidades bastante diversas, totalmente alejadas del concepto pitillo, que ahora parece estar en decadencia. Gente común y corriente, desesperada por pasar como “cool”, se movían entre quienes nos preguntábamos qué hicimos mal para merecer esto.
Hace cosa de meses, en’ Humo Negro, le dieron duro y parejo al público que repletó Chucre Manzur para regocijarse con los dinosaurios de Television. El encargado de cubrir fue Manuel Toledo-Campos.‘ Escribió:
El año pasado fui a ver a Clap Your Hands Say Yeah, y lo pasé pésimo. El público no sólo fue irrespetuoso con la banda o el resto de la audiencia, sino que además le daba lo mismo. Me preguntaba cada 3 minutos si esa gente entró a la fuerza o lo hizo pagando su entrada. Luego, si es que esta era la gente que esperó una década para ver a esa banda, o fueron invitados de última hora. Un momento nauseabundo, quizás el más amargo que me haya tocado cubrir. Si bien, lo de Television en la Ex Oz el pasado miércoles 24 de abril no fue tan extremo, por lo menos el patrón de conducta se vio igualado en menor medida. O quizás no tan menor. Cuando el público se cree más importante que el artista, no sólo cae en la falta de respeto, sino que también cae en’ la pedantería de creerse parte del show.
El autor, de apellido compuesto, remata:
Fue histórico tener a una agrupación de esta categoría en un recinto como la Ex Oz, y se aplaude el trabajo de la gente que organiza estos eventos, pero si tanta gente sigue yendo para tirar pinta y verse con su grupo de amigos, eso afecta al respeto por las personas y por la banda.
Podría seguir llenado este artículo de ejemplos. Pero para qué: ya he dejado en claro el asunto.
Ahora: todo bien con la crítica constructiva a conciertos y festivales. El problema es que el foco, de la mala onda, ya no da para más. Es siempre lo mismo y lo mismo y otra vez lo mismo. De seguro alguien hablará del público pelóliso o ípster hoy en Lana Del Rey (Indie Fun Fest).
Y el mismo chiste se seguirá contando.
Hasta el hartazgo.
Lo realmente malo de todo este asunto: por un lado dudo que las productoras vayan a cambiar su estructura de organización debido al lloriqueo de una pila de periodistas acreditados.
Lo dudo muchísimo.
Si quieren cambios: muévanse.
Expresen su rabia cada vez que piden la credencial.
Por otro lado: hablen directamente, en los conciertos, con los tipos que acusan de conversar a viva voz o andar con una pinta envidiable que los hace sentirse opacados. Dejen de lloriquear en los blogs y enfrenten, directamente, lo que tanto les molesta.
Lo qué sí importa: es el público, que paga sudando la gota gorda sus entradas, quien tiene que hacerse respetar y exigir lo ofrecido por las productoras (accesos expeditos, baños disponibles, agua potable, guardarropas, alternativas de comida vegetariana, respeto por los horarios).
O sino los abusos seguirán.
Al igual que las aburridas y soberbias reseñas.
Publicado por Ignacio Molina
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