Jugué FIFA 14 con Arturo Vidal y le gané

Publicado por disorder.cl

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Por Sebastián Cavallo Pérez-Iñigo (arriba en la foto, junto a Arturito).

Lo del 6 de julio fue una locura.

No suelo ver particularmente el lado malo de las cosas, pero lo primero que pensé una vez que decantó todo fue: “Mierda, se me acabó la cuota de suerte por un buen tiempo”. Había gastado mis probabilidades de ganar la lotería, era hora que me cayera un rayo o morir andando en burro; alguna de esas estadísticas tontas dignas del Freakonomics.

En esa época representaba en distintos eventos de juegos a un conocido foro del rubro. El staff completo fue invitado a un evento organizado por EA Sports, en dónde se mostraría la carátula de la última edición de FIFA, cuya mayor novedad es que era primera vez que se incluiría un jugador chileno.

¿Alexis o Vidal? no salía, pero eran los únicos dos jugadores chilenos lo suficientemente relevantes para ser distinguidos de esa forma. Lo lógico es que por el equipo en el que estaba fuera Sánchez. Tenía más tribuna y jugaba al lado de Messi, rostro desde hacía varios años del juego. Por otro lado, por méritos, tenía que ser la Celia Punk, salía campeón la Juventus por segundo año al hilo y como goleador del equipo. Hasta hoy me sorprende lo bien que se guardó ese secreto, nadie supo hasta último minuto quién era.

El evento se hizo en el restaurant Emilio, cerca de Borde Río. Yo tenía mucho que hacer esa mañana y en principio no tenía que estar ahí, pero supe que jamás me lo perdonaría. Dejé todo de lado (incluso ir a buscar a la clínica a mi vieja) para ver sobre qué iba esto. Jamás hubiera podido jugar FIFA con la misma tranquilidad si desperdiciaba una oportunidad así.

Soy de los que cree que el FIFA es, a veces, más fútbol que el mismo fútbol. Un juego donde las diferencias de plantilla sí pueden ser contrarrestadas por el talento del usuario, y donde un jugador difícilmente puede pasarse a toda la defensa. Soy obsesivo con el juego, de esos que cuándo pierden un partido no juegan en meses, de los que les duele más salir derrotado que no jugar.

Para contextualizar, en FIFA 13 perdí como 3 partidos en total y las estadísticas de la consola online indican que un día pasé 20 horas de corrido jugando. Sabía perfectamente que el pase por arriba en profundidad y en diagonal era difícil de defender, que al Parma no le hacían justicia sus 4 estrellas, que el tiro fino en diagonal era gol cantado y que Lukaku era sencillamente descriteriado. Hasta la última maña conocí y me costó siempre encontrar rivales a la altura.

Me debía a mi mismo aparecer en el evento. No; se lo debía al juego estar ahí. Me sumé a última hora a la convocatoria la noche anterior y a eso de las 10 de la mañana el día siguiente llegaba el staff completo del foro al lugar indicado. Algo habían mencionado que habían consolas disponibles para jugar un mini torneo, pero nunca se dijo nada de premios ni de nada demasiado elaborado.

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Súper campeón

Cuándo comenzó todo, y tras un video de inauguración, se respiraba FIFA en el aire. Estábamos calientes por tomar un control y jugar unos partidos. Anunciaron que la carátula iba a ser revelada después del torneo y presentaron un fixture oficial del campeonato; era todo más complejo de lo que creíamos.

Ocho de los medios presentes participaban. Tres partidos te hacían ganar, ¿Qué? no sabíamos. Nada se dijo de premios o sorpresas, era solo cuestión de egos.

El primer partido fue contra un periodista de El Mercurio. Noté que mi rival sabía poco y quise elegir al Parma, que pinta poca cosa, pero Pabón sabe castigar en la delantera. El muy canalla escogió al Barcelona. En ese minuto se me pasó por la cabeza que efectivamente algo podía ganar y no valía la pena correr riesgos. Hasta el día de hoy me doy asco: elegí el Real Madrid. 7-0 fue el resultado final. Las diferencias eran demasiadas y, para el colega, el FIFA era un juego, no un estilo de vida. No tenía por dónde.

El siguiente fue más entretenido. Me tocó contra La Tercera. Mejor diablo conocido, así que usé nuevamente al Real. El rival parecía saber más y eligió un equipo que apretaba, complicado, picapiedra como dirían los argentinos: el Manchester United. Su conocimiento de fútbol poco lo ayudó con la consola. 5-0 y se fue picado, acusandome de “sin vida”. Cosas del fútbol virtual. Lo que pasa en la ciber-cancha queda ahí.

El animador del evento anunciaba que había alguien que se estaba comiendo a los rivales. Yo corría con ventajas en lo psicológico y eso se notó en la final. Había reticencias en enfrentarme, me había ganado el respeto. La final iba a ser con alguien de Tarreo, o algo por el estilo; Mi rival sabía de juegos más que del deporte mismo.

Empezó el último partido con todos los ojos puestos sobre nuestra pantalla. Fue un partido más apretado que el resto, es cierto, su defensa era mejor que las anteriores. Me estaba enfrentando al Manchester City, con murallones infranqueables atrás. No pasé demasiados sustos, pero tampoco lo atropellé. El resultado fue 3-0 y con eso me coronaba como campeón, con una suerte de emoción casi navideña por saber que era el premio el premio que me iba a tocar. Esperaba poco, una polera o algo así.

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Vidal vs Vidal

Dijeron que tenía que esperar a que hicieran el anuncio sobre quién saldría en portada para darme una sorpresa. Me empezó a doler la guata un poco, estilo quinceañera. Después de varios discursos lateros, y una manga de peces gordos enternados que se llenan la boca con un juego del cual no entienden su verdadera genialidad, salió él.

El Káiser de Leverkusen. El Rey de Torino. Arturo Erasmo Vidal Pardo ponía la “testa” para FIFA 14. El restaurant casi se cayó por los aplausos. Le hicimos saber, a punta de palmas, que era un reconocimiento, una medalla a sus batallas. Si alguien lo merecía era la Celia.

Llegó entonces la hora. Me hicieron subir a la tarima. Yo estaba al fondo del lugar, creyéndome la raja en un estilo medio James Dean en “Rebelde sin causa”: “Soy el mejor, ¿y qué?”, brazos cruzados y aires de grandeza. Pero cuándo tuve que sortear ese mar de periodistas encañados y celebridades de poca monta (las de verdad nunca llegan a estas cosas) me achunché un poquito. Camino a ese olimpo donde me esperaba el mejor mediocampo de la historia de nuestro país. Me para Marisela Santibañez, y con su peculiar voz me dice: “Compadre, te vi jugar, un artista, la cagaste”.

Inflado de pecho me entrevistaron brevemente y me dejaron para que compartiera con Vidal unos minutos. Quise decirle mil cosas, que nos ganara el mundial, que le dijera a Valdivia que no fuera tan carretero, a Alexis que encarara más, a Jara que no jugara, pero nos limitamos a hablar del juego.

Para cualquier persona que haya visto “Ojos rojos”, sabe que los jugadores de la selección son fanáticos del PES. Inolvidable la escena dónde el Mati Fernández sale jugando, y cambia y mete jugadores, juega con la alineación, modifica la táctica con una velocidad impresionante. Digno de coreano.

Lo mismo me decía Arturito, que sólo jugaba PES. «¿Qué tan bueno era el FIFA?» preguntaba. «Cuáles eran los controles?», «¿Cómo se le pega al arco?». Al final solo le dije una cosa sobre la Juve: “Se trajeron a Tevez ahora, la van a romper”. Su respuesta fue poco efusiva, y me dejó clarísimo el entusiasmo que tenía: “Si”. Punto.

La gracia de todo el embrollo, es que seríamos los dos primeros en jugar la versión casi-lista de FIFA 14 en Xbox 360, meses antes de que se lanzará al mercado. No podíamos tocar nada, ni siquiera apretar start.

No sentaron lado a lado, mirando una pantalla, y proyectando todo en otra enorme para que el público lo viera. De entrada el panorama era adverso. Los controles estaban cambiados (el botón de tiro con el de centro) y no podíamos modificarlos. La contienda era desigual. Vidal defendía sus colores de Italia, usaba la Juventus. Yo, más humilde, defendía a la nación toda, iba con Chile.

El partido fue de idas y venidas. Arturo resultó ser mejor de lo que cualquiera pudiera pensar. Sabía pasarla, tirar centros, era bueno en estas cosas. Tuvo un par de chances, pero Claudio Bravo mostró la solidez que algunas veces nos ha dado. Su defensa era un infierno, dejaba que marcara la máquina, y si algo tiene la Juve, son centrales. No tuve por dónde.

Durante todo el partido Vidal se reía, me empujaba cuándo tenía opción de gol y echaba chuchadas. Me amenazó de muerte cuando, irónicamente, tuve un mano a mano con de su versión virtual contra Buffon (la mandó lejos, lo culpé por “malo”). Así pasaron los 90 ciber minutos, y nos fuimos 0-0 al alargue. Decidí hacer algo al respecto; adelanté las líneas. En el segundo tiempo, cuando ya nos íbamos a penales seguro, eché centro con el Pato Díaz, Paredes la agarró de frente por arriba y para adentro. El 1-0 de la victoria y que me hizo ganarle, alguna vez en algo, a un crack internacional.

Después del partido nos entrevistaron juntos y Vidal me acusó de suertudo. Que él había tenido más méritos para ganar y una serie de cosas que claramente no fueron así. Salieron dos modelos y me entregaron premios, que nunca pensé fueran de esa dimensión: un iPad retina, 2 entradas para el partido Chile vs Venezuela (en formato de gigantocheque, estilo golfista), y la polera de Vidal de la Juventus firmada.

Nos reímos unos minutos con el partido y se fue de vuelta a esconder, seguro que con esos malditos peces gordos y no con el público, con su gente.

Con el tiempo pude darme cuenta de lo que había pasado. No sólo las horas dedicadas al juego habían, por fin, rendido frutos materiales, sino que era un reconocimiento a una trayectoria de años. Era una distinción a un talento inútil, un premio a la procrastinación. Era poder demostrarle a todos los que me dijeron que jugaba demasiado FIFA que yo sabía que tenía un propósito superior todo esto, misterioso, desconocido.

Había jugado con Vidal un partido de FIFA. Era como el meta fútbol: jugaba con Vidal contra Vidal. Compartí con el mejor jugador de la liga italiana lo que más me gustaba. Nos reímos, nos molestamos, y esos controles fueron todo lo que nos unió por poco más de media hora. No había otra forma que el destino cruzara nuestros caminos, aunque a él no le pudiese importar menos.

Jamás escribí de esto antes. Le tomé siempre el peso a lo afortunado que fui, a lo extraño de todo, pero no creí en su minuto que alguien quisiera escucharme. Alguien me dijo hace poco que estas son las historias que valen la pena ser contadas. Y ésta es la mía. La historia de cómo nos jugamos un partidito de FIFA 14 con Vidal.

El iPad lo vendí (ya tenía), las entradas las usé con mi polola de entonces, y las fotos y videos aún los tengo, guardados en mi computador en algún lado. Pero la polera, esa 23, es mágica. Esa la enmarqué y colgará siempre, orgullosa, recordando la que fue hasta entonces la mejor temporada de la carrera de Arturo, y el punto más alto de mi carrera virtual en el fútbol. Ese 23 va a estar siempre, donde viva. Y si algún día me caso y me la pretenden bajar, me voy, pero a Vidal no me lo toca nadie.

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