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Al Nakba, a 66 años de una catástrofe que continúa

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Por Anuar Majluf I.

Anuar Majluf es un abogado chileno de origen palestino, quien cursó sus estudios en la Universidad Adolfo Ibáñez de Santiago, terminando un minor en Ciencias Políticas en la misma casa de estudios y un diplomado en Cultura Árabe e Islámica en el Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, tiempo en que se desempeñaba además como presidente de la Unión General de Estudiantes Palestinos de Chile. Actualmente es Director Ejecutivo de la Federación Palestina de Chile.

Obligados a pagar los vejámenes de Europa, los palestinos fueron arrancados de sus tierras para convertirlos en los mendigos del mundo. Sin hogar, sin tierra y con una fuerte carga de dolor e injusticia, han transcurrido con el peso de su vida estos fatídicos 66 años, en el que un Estado ajeno y gente extranjera se estableció sobre una precaria legalidad internacional en su milenaria tierra.

Al Nakba es lo que los palestinos llaman la catástrofe, aquél momento en que se fundó el Estado de Israel, planificado en el laboratorio de Naciones Unidas, aquél 15 de mayo de 1948. Durante aquellos días, fueron arrasadas más de 500 aldeas palestinas, 18.000 personas fueron asesinadas y 800.000 expulsadas. Es la limpieza étnica más reciente en la historia, pues se expulsó al 70% de la población palestina para dar paso a inmigrantes judíos de todas partes del mundo, especialmente desde Europa. Se cambiaron rasgos naturales y demográficos de la tierra, todo para demostrar que los palestinos nunca habían existido.

Mucho antes, durante el primer congreso sionista mundial en Basilea, Suiza en 1897, liderados por Teodoro Herzl ya se había propuesto la creación de un estado judío, en opciones tan lejanas como Uganda, la Patagonia argentina o Palestina, quedándose con ésta última a raíz del argumento religioso que podría validar su presencia en Tierra Santa.

Con ello comienza el sionismo como movimiento nacionalista, político-religioso en Europa convencidos de la importancia de crear un estado judío en Palestina. Así comienzan a emigrar cientos de judíos, cuya migración luego se vio forzada tras la persecución nazi (omitiré hablar sobre la colaboración nazi-sionista que impulsaría una mayor migración a Palestina). Cabe mencionar que no todos los judíos aceptaron tal idea y muchos no se alinearon con el movimiento sionista mundial, pues se utilizaba la religión para un objetivo político que estaba lejos de representarlos. Así por ejemplo incluso el científico judío Albert Einstein rechazó tales presupuestos, cuando le envió una carta a Shepard Rifkin, líder sionista de Estados Unidos, en respuesta a las solicitudes de los sionistas para contar con su apoyo, quien no tardó en tratarlos de gente criminal y engañadora.

Pero para el proyecto sionista no hubo mayor victoria que la fundación del Estado de Israel sobre el 78% de Palestina en 1948 y hoy sobre el 88% de ella, todo ello gracias al apoyo cómplice e incondicional de las grandes potencias y de Naciones Unidas, organismo que, sin las facultades jurídicas para hacerlo, dividió en 1947 un territorio ajeno (es necesaria una profunda revisión sobre la irregularidad del derecho internacional en la partición de Palestina y hasta donde llega la legalidad de Israel, creado sin base jurídica).

Como es de suponer, los sionistas celebran cada 15 de mayo la “independencia” del estado de Israel, único país en el mundo que se ideó desde el exterior, con una población de inmigrantes europeos (muchos de ellos pertenecientes a la Rusia Zarista) recién llegados, que nada tenían que ver con los habitantes originales de esa zona, con la introducción artificial de un idioma que se encontraba casi inutilizado hasta entonces, con la expulsión de la población autóctona y con la usurpación ilegal de territorios mediante la fuerza militar y la utilización del terrorismo.

Hoy en día, la situación no ha cambiado del todo. Los palestinos llevan largos años de lucha, no simplemente para ser reconocidos como Estado, por las Naciones Unidas o por Tribunales Internacionales, sino que han llevado a cabo una lucha constante simplemente para ser reconocidos como seres humanos.

66 años después, ya son más de 7 millones de refugiados y desplazados palestinos, que desde el abandono y la miseria, siguen reclamando su derecho al retorno y restitución de sus propiedades, junto con el reconocimiento de sus derechos nacionales inalienables consagrados en todas las resoluciones de Naciones Unidas, en especial por la resolución número 194, del 10 de diciembre de 1948.

La des-posesión y los desplazamientos han continuado en curso desde 1948, debido a la continua creación de asentamientos ilegales, la instalación de checkpoints o puntos de control, la demolición de viviendas y la confiscación de tierras en el territorio palestino ocupado, las continuas “detenciones administrativas” (que son más bien secuestros) de más de 5.000 palestinos hoy en prisiones israelíes, así como las frecuentes deportaciones y revocación de derechos de residencia. Se suma a esto la construcción del Muro de Segregación en la Ribera Occidental, el que ha desencadenado aún más desplazamientos forzados y una situación de «transferencia silenciosa» de la población Palestina, acompañado todo ello de un bloqueo inhumano que se mantiene hasta el día de hoy en la Franja de Gaza, la discriminación institucionalizada de los palestinos que viven dentro de Israel y Jerusalén, y las desgarradoras condiciones de los palestinos en el exilio.

Los sucesivos gobiernos israelíes han llevado a cabo la adopción sistemática de una política basada en infringir los derechos humanos básicos del Pueblo Palestino individual y colectivamente, con el fin de desalojar a la población indígena palestina de su tierra para tomarla, convirtiendo a los palestinos en una minoría marginada a la cual se le ha despojado de sus derechos inalienables nacionales, vía una política coactiva, así como una larga lista de tácticas hostiles y procedimientos completamente alejados a los principios cívicos y políticos regulados por las convenciones y normas internacionales, cumpliendo así el objetivo de judaizar todo el territorio.

El régimen jurídico de segregación que funciona en Territorio Palestino Ocupado, ha permitido el establecimiento y la consolidación de los asentamientos mediante la creación de un espacio jurídico privilegiado para éstos y los colonos, lo que da lugar a la vulneración diaria de multitud de derechos humanos de los palestinos, en particular a la vulneración incuestionable de su derecho a la no discriminación, a la igualdad ante la ley y a la igual protección de la ley.

Este año, la Asamblea General de Naciones Unidas, lo ha proclamado como el año de solidaridad con el Pueblo Palestino, que debo confesar que si bien no sé qué significa, espero que pueda traer algo de alegría a Palestina.

El Pueblo Palestino lucha y seguirá luchando por recuperar su libertad, por el respeto de sus derechos, por su autodeterminación y porque les sea permitida su capacidad de auto-gobernarse, pese a que Israel insiste en sus políticas de represión y Apartheid, intensificando la ocupación y segregando a los palestinos de sus trabajos y sus familias.

Es tiempo de no seguir permitiendo las contravenciones al derecho internacional llevadas a cabo por Israel, Palestina sigue viviendo bajo ocupación y al ocupante se le continúa mirando como un estado normal dentro de la Comunidad Internacional, al cual incluso se le premia, por ejemplo aceptando su ingreso recientemente como miembro observador de la Alianza Asia Pacífico, de la cual Chile forma parte. Israel continúa violando los derechos humanos y tal ingreso pareciese ser un regalo por su comportamiento.

Israel es el único estado en el mundo que no ha definido aún sus fronteras, y ello debido a su apetito expansionista que se consolida a través de las colonias ilegales. Lo lamentable, es que tal impunidad se le ha garantizado al Estado de Israel con todos los acuerdos que éste suscribe con los organismos internacionales y otros estados. Todo acuerdo con Israel, no genera ningún elemento positivo para que lo haga entender de que dichas violaciones tienen un costo. Estamos en presencia de un alcohólico, que se le sigue danto alcohol para que siga bebiendo, pero que nadie es capaz de mandarlo a rehabilitación, ¿y quién paga el costo? Los palestinos. Israel lo pasa mejor tomando.

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