Crónica Dura 10: mi ansiedad

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Por Simona

Asumo que entienden que la condición de drogadicta, que podría o no tener, se debe principalmente a la ansiedad. Déjenme contarles como es todo antes de empezar a carretear: salir o no salir lo decido casi siempre el mismo día, excepto este último tiempo en que no me cuestiono si salir o no porque la respuesta siempre es sí.

Y entonces empieza todo, primero parte con la decisión fundamental de qué droga tomar, para eso siempre hago un sondeo previo a los futuros comensales y compañeros. De repente no siempre viene tomar una droga muy fuerte si el carrete va a ser corto y no hay donde ir después.

El asunto ese luego me importa poco, porque siempre hay alguien que me pide que le compre saques. Cuando eso sucede, me baja tal ansiedad que sí o sí compro un poco para mi, por si acaso -Ese por si acaso se me repite en todo-. Como la gente empieza a llamarme para pedirme suplementos, mis pre casi siempre es un stress que no se lo recomiendo a nadie:
entro y salgo de mi casa, llamadas por teléfono, voy a salir y no se qué ponerme, debo ir a dejar cosas y me vienen a buscar para ir a buscar tripas y no sé porqué me dan ganas de complacer a todos. O sea, si sé de algo lo comparto, porque para mi es importante que la gente se drogué más y huevee menos.

Creo que el copete… no sé, es súper entretenido y todo, pero las drogas son mil veces mejor. La gente no se pone huevona con drogas, con copete sí.

Pero bueno, el estrés me lleva a niveles de odio cuáticos. Ahora que lo pienso, quizá sí tengo un problema. Llego a amurrarme, a tratar mal amigos, porqué más encima cuando llego a un pre todos me piden drogas, me carga ser la niña símbolo de la huea, pero a la vez, obvio, me gusta, por lo de la complacencia que dije antes.

Todo este estrés no se me acaba con la primera piscola ni con la segunda ni la tercera. Como casi siempre compro saques, lo primero que hago es tirarme unas líneas que sólo me estresan más. Trato de fumar marihuana y ahí equilibrio los niveles de nuevo. Pero claro, la noche no ha terminado y en mi cartera siempre hay más pedidos que ir a dejar, entonces mi celular no para de sonar y es súper desagradable. Hay gente que llama tarde y no se organiza y yo en mi eterna buena onda intento de hacer lo mejor posible. Pero además hay que lidiar con gente bien barsa o simplemente ahueonada, que te exige cosas que no corresponde o no entienden nunca donde estas o donde nos vamos a juntar, o llaman una y otra vez preguntando donde vengo o en cuanto rato más voy a llegar. Yo llego cuando quiero llegar y si no, venme a buscar, y si no me esperas en silencio, que hasta cuando yo llegué lo vas a estar pasando tan mal como yo con tus llamadas.

Se puede apreciar que ni siquiera lo paso bien, invierto mucho dinero en poder balancear mis estados durante toda la noche y bajar las ansiedades que me provoca todo. Dios, ojalá sintieran el dolor de guata mientras escribo esto.

Después, cuando llego a cualquier lugar, siempre, siempre hay alguien que me pide algo, y ahí reparto simpatía, buen humor y ganas de irse de after. Pero, como dije, no falta la gente barsa o ahueonada. Más de alguna vez me ha pasado que por convidar cocaína, pasándole mi papel para que el sujeto vaya a servirse tranquilamente al baño, han vuelto diciendo «me jalé todo». Perdón ¿Cómo puede existir gente así? Más encima hacérmelo a mí que saben lo importante que es.

A veces me pasa que compro coca sólo para tener tranquilidad. También me pasa eso con la marihuana: sólo con saber que tengo me tranquiliza. No tenerla me enloquece. Una vez llegué a mi casa y mi amiga me llamó para decirme que se me quedaron los pitos: enloquecí, lloré, hice una pataleta, casi me da un ataque de pánico.

Quien sabe si quizás debiera salir a correr y hacer otro tipo de actividades.
Quizás me estoy volviendo loca.
Quizás debería pedir ayuda.

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