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Desde Palestina #3: Ramadán

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Introducción:
Desde que publicamos la primera crónica, gracias a “Los Otros Judíos”, mucho ha pasado en todo esto del conflicto. Ha habido ceses al fuego, algunos respetados, otros no. Dependiendo del lado que sea vea todo siempre va a ser difuso. Información va, información viene y muchos de nosotros compartimos imágenes por redes sociales que ni siquiera sabemos si son verdaderas. Pero eso ya queda a juicio de uno mismo. Como equipo Disorder llamamos a no meter a toda una religión en el mismo saco. Que alguien sea judío no quiere decir que le desee la muerte a todo el pueblo palestino, y que alguien sea palestino no quiere decir que quiera aniquilar a todo el pueblo de Israel.

Esta crónica de Tali Feld fue escrita empezando lo que fue el Ramadán de este año, a finales de junio. Desde Beit Ummar: ciudad palestina en Cisjordania. -Cha Giadach

Crónicas desde Palestina II: Ramadán, Ramadán
Por Tali Feld Gleiser. Publicado el 30 de junio del 2014 para Los Otros Judíos.

De Jerusalén no es difícil llegar a Beit Ummar. Primero, a Ramala en el bus 19, que atraviesa el puesto de control de Qalandia, y luego en una camioneta al pueblo (aunque este no sea el itinerario más corto), pasando por otro puesto de control.

Puesto de control de Qalandia.

Puesto de control de Qalandia.

Los palestinos tienen transporte colectivo independiente de los colonos judíos (ilegales todos) que viven en Cisjordania. Hay dos estaciones cerca de la Puerta de Damasco, Jerusalén Este. El micro se llena especialmente de mujeres palestinas y dos españolas que parecen ser activistas. Cuando nos acercamos al puesto de control, empieza a aparecer el muro del apartheid. El gris amenaza con envolverlo todo y contrasta con el blanco de las montañas salpicadas por olivos centenarios. No tenemos que parar en Qalandia, me dicen que solo a la vuelta, la estructura de hormigón armado intimida. Del otro lado, una fila de camiones y autos espera pacientemente por la humillación cotidiana a la que ya están acostumbrados.

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muro

En Beit Ummar me recibe mi amigo Younes con la familia de Fida, su hermana. Aparecen todos los niños y me dan la mano uno por uno. Nunca me podría imaginar en ese primer encuentro los lazos que se estaban creando con esa gente digna, educada y hospitalaria hasta las últimas consecuencias. Compartimos todo, desde casa, comida y vida familiar hasta el calor de 40 grados sin ventilador. La familia Abu Maria no puede permitirse ese lujo por el costo de la electricidad (controlada por una empresa israelí).

Con Obai.

Con Obai.

Con Dala (la chiquita) y Reem (se lee Rim).

Con Dala (la chiquita) y Reem (se lee Rim).

Beit Ummar, al norte de Hebrón, es un pueblo agrícola con 5,000 años de historia. La población de 17,000 habitantes es musulmana y se ha ido empobreciendo a través de los años por la ocupación israelí y las seis colonias judías que los rodean. Los colonos sionistas han robado progresivamente tierras palestinas, además de apoderarse del agua del pueblo.

Entrada a Beit Ummar, con atalaya del ejército de ocupación de Israel.

Entrada a Beit Ummar, con atalaya del ejército de ocupación de Israel.

El domingo 29 de junio empezó el Ramadán, una de las épocas más importantes del calendario musulmán. Se dice que en 1428 Mahoma comenzó a recibir la revelación del Corán, y cumplir el ayuno es uno de los cinco pilares del Islam. Todos los musulmanes (con algunas excepciones) ayunan desde el alba hasta la puesta del sol, absteniéndose de comer, beber y tener relaciones sexuales. Se lo considera un método de autopurificación espiritual, pues se desarrolla una identificación con quienes sufren hambre y se crece en la vida espiritual.

Yo no tengo que dejar de comer, pero me piden que coma en mi cuarto. Por desconocimiento de que los almacenes cierran a determinada hora, no compro comida suficiente y me contento con pan pita, hummus y dos ciruelitas (un casi ayuno).

Comida del primer día de Ramadán. Tras el ayuno, se come de forma normal, nada de atiborrarse de comida.

Comida del primer día de Ramadán. Tras el ayuno, se come de forma normal, nada de atiborrarse de comida.

Los niños a partir de cierta edad también ayunan, no de forma muy voluntaria, pero saben que es su deber. El primer día sienten mucha sed y hambre. Puede ser complicado para muchos entender un ritual que excluya la comida durante tanto tiempo. Y más hoy en día en que existen tantos problemas por disturbios alimentarios: obesidad, bulimia, anorexia, etc. Se come porque sí, hasta hartarse, sin hacerle caso al cuerpo que no necesita tanta basura. La vida “moderna” ha acabado con las mesas familiares. Estamos invadidos por la comida procesada y los pesticidas. Empresarios asesinos quieren ganar más y más y no les importa que el cáncer y otras enfermedades aumenten de forma alarmante. Por ejemplo, en Beit Ummar, los campesinos no se pueden dar el lujo de cultivar alimentos orgánicos. Según me han dicho es mucho más costoso ni disponen del tiempo necesario para el cuidado que eso requiere, pues casi todos tienen otro trabajo, porque el campo no provee lo mínimo indispensable.

Desde mi llegada al pueblo, constato que no sabemos qué es el hambre, circunstancialmente, he pasado dos noches despertándome con dolor de estómago por no haber comido durante muchas horas. Aquí la gente no tiene horarios tan delimitados para alimentarse. El desayuno puede ser al mediodía y luego un almuerzo-cena a las cuatro de la tarde. Es lo que me sucedió el día en que fui a Hebrón con mi amiga Fida. Al regreso ella preparó la comida y yo no almorcé mucho, no lo suficiente como para no comer nada hasta el día siguiente. Esto me que sucedió más por no querer ofender que por otra cosa. Y el hambre duele. Aunque ahora me ría de la experiencia, es imposible no pensar en tantos humanos que pasan hambre de verdad todos los días de su vida, tantos que no tienen el “privilegio” de alimentarse, a medida que la sociedad occidental se pone cada día más obesa.

En Beit Ummar o Hebrón no he visto a nadie pidiendo limosna o con hambre. Aunque la mayoría no puede cubrir las necesidades básicas, un palestino no puede ver a alguien necesitado, aquí siempre sobra un plato de comida, o varios. Y el Ramadán sirve, entre otras cosas, para ser aún más solidarios.

Viajar y conocer otras culturas es despojarse de nuestra lógica, incluso puede ser enfrentar momentos difíciles de adaptación y aprendizaje. Hoy en día especialmente, el mundo árabe es demonizado por los medios occidentales y mucha gente les cree. Ninguna cultura es perfecta, y ninguna cultura merece ser juzgada como inferior a otra. Espero con mi testimonio ayudar a que ustedes vean otro lado, el humano, el de la solidaridad de gente que vive bajo una ocupación israelí implacable y que, además de un plato de comida, comparte su amor a la vida de forma incondicional.

Regalo de Reem.

Regalo de Reem.

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