Por Juan Pablo Prado.
Foto crónica: Carlos Valdés.
Foto inicio: Perno

Está la cagá, está la cagá, está la cagá… No dejo de pensar en otra cosa después de ver la cara de estupefacto de Don Francisco tras el bombazo que tiró Bachelet, sé que lo que se viene serán un millón de comentarios de farándula política que disfrutaré a concho.

¿El país se está cayendo a pedazos? No sé, pero como dice Redolés: “yo prefiero el caos a esta realidad tan charcha”. Prefiero el caos y la incertidumbre, prefiero mil veces un acople que destruya de una vez la utopía del paraíso del pop chileno. Es viernes, estoy con dos amigos en Bar Loreto y Tsunamis está destrozando todo a su paso. Yo junto al puñado de borrachos que estamos ahí disfrutamos de esta masacre. Si algo nos une es eso: preferimos el caos.

Llevo mucho tiempo esperando ver desde mi ventana que Santiago arda hasta las cenizas y queme de una vez esta fotocopia feliz del edén. Exijo verdad, de esa brutal, quizás por eso trato de ir siempre a ver a Tsunamis y creo que no es casual que esta vuelta a los escenarios se de en este momento y en este país azotado por la desgracia y la mentira.

Tiro el carrete hacia atrás, cuando era demasiado joven y demasiado flaco, cuando algo quedaba del Canal 2 y la programación de video clips mezclaba a Guiso, Ramires, Matorral y Tsunamis, ¿se acuerdan de esos años? ¿Del Mist y el Ron Mitjans? ¿Del 2006 y la revolución pingüina? Qué casualidad más grande que cuando este país se agita, las guitarras lo acompañan.

Estamos en el 2015 y Tsunamis volvió con la misma fuerza de antes, con la misma honestidad de hace 10 años atrás y con la idea fija que lo único que nos salvará será el rock and roll y el caos.

Han pasado 10 años y compruebo que las ideas no mueren, se toman un descanso quizás, pero no mueren, así como Goli y compañía que eligen este tiempo para estar otra vez arriba de los escenarios y dar lo mejor que saben hacer: honestidad; sin pose ni pretensión.

Escribo esto mientras un mar de gente marcha otra vez por la Alameda con la idea fija que los movilizó hace una década, escribo esto una semana después del caos que desató nuestra clase política y de las olas de distorsión que arrojó Tsunamis la noche del viernes 8 de mayo en un bar repleto de personas que canta a todo pulmón un coro que reza “Quiero paz y no puedo tenerla”.

Yo sé que vamos a conquistarla.

“Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad, justicia y paz. Estas fueron nuestras banderas en la madrugada de 1994. Estas fueron nuestras demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias.”
-Manifiesto Zapatista en Nahuatl.