Por Edo Agrela.
Heme aquí sentado en el bar, con el tinítus en el oído después de un buen ensayo de jueves a la noche, los vasos de cervezas se sirven en la mesa cómo una bendición, una charla sobre música se avecina, pero esta vez la conversación se abre con una gran noticia, aquellas que se celebran con un salud estrambótico: Las Majestades vienen a Chile, al parecer (ver para creer) se confirma que nos visitaran por segunda vez luego de un ingrato recibimiento santiaguino en el verano de 1995, donde no llegaron más’ de veinte mil personas al pasional para ser honrados por las entretejidas guitarras de Keef y Ronnie, por la inagotable energía de Mike y la inmortalidad de Charlie, trayendo consigo un gran disco como fue Voodoo Lounge y girando por primera vez con Darryl Jones al bajo en reemplazo de Bill Wyman, el Stones Gígolo, además recalaba en la banda la protuberante voz de Linda Fletcher, una de las voces más notables del R&B de aquellos años y ocupando un espacio único entre los Rolling. Cada vez que me siento en un bar y se abre una discusión acerca de Los Stones, su Némesis, Los Beatles salen a la palestra, aunque la conversación vaya por otro lado, es como discutir sobre la derecha sin que se nombre la izquierda, como referirse a Zamorano sin comentar algo del Matador Salas, al parecer la vida los colocó juntos o la industria creó una supuesta rivalidad entre los chicos buenos o los chicos malos reflejada en aquella frase “¿A quién le presentarías a tus padres, a un Stone o un Beatle?”.
En fin, no se puede hablar de uno sin hablar del otro. Pero más allá de sus comparaciones, nuestra discusión de aquél día se centro en una pregunta más concreta ¿Cuál fue la mejor Banda de todos los tiempos? A mi parecer hay un enorme paradigma en torno a Los Beatles que es el rotulo de la mejor banda de la Historia. Es necesario aclarar que no hay duda alguna de la genialidad que poseían a la hora de hacer canciones y que fueron los creadores hasta el hastío de una treintena de números unos también podemos decir que fueron los supremos del Estudio, los revolucionarios sónicos, la dupla compositiva más célebre de todos los tiempos y así podría seguir con loables páginas acerca de su enorme talento y un sin fin de condecoraciones para una banda que se la ha otorgado de todo y es casi un sacrilegio decir que algo ni siquiera es malo, sino que no es tan bueno o no tan inspirado, que en resumidas cuentas desde “My Bonnie” hasta “The Long and Winding Road”, todo es sencillamente perfecto.
Pero la pregunta de fondo es ¿qué significa ser la mejor banda de todos los tiempos? Una cosa es grabar y crear los mejores discos, las mejores canciones y ser los más populares del mundo, pero algo muy diferente es ser la mejor banda, el mejor espectáculo de música en el escenario que en definitiva es donde se ven los gallos y ser los más duraderos como grupo. Otorgarle ese rótulo a una banda que duraron diez años, donde no se soportaban al sexto, donde ni siquiera funcionaban como una banda, sino que cada uno iba por su lado y la competencia entre ellos era celosa y feroz, donde después de su disolución la ropa no se lavaba en casa, sino en plena calle, donde la carretera los fulmino, el cansancio de las giras, los aereopuertos y el estruendo de aquellas chicas que irónicamente era para quienes iban dirigidas las letras de las canciones y que cambiaría gracias a los pitos de Dylan, todo eso terminó por aturdir sus cabezas y retirarse de los escenarios para siempre.
Si consideramos que una banda como tal tiene vida en el escenario, como pez al agua,’ no tocar en vivo los deja en posición de compositores y creadores de discos meramente, una compañía de hacer canciones llamada Apple.
Ser un Stone significa estar en la carretera, de paso, no volver a casa, no por no querer volver, si no porque no la hay, ser un Stone no significa tener un don especial o una virtud genial como Goya o Picasso, sino más bien una actitud a lo Brando o Jesse James, pasar sin pedir permiso, sin explicaciones.’ Cuando se cumplen cincuenta años de tocar juntos uno piensa en todo lo que vivieron, en todo lo que supieron pasar por alto para seguir adelante, porque Las Majestades son más importantes que sus propios integrantes. Interminables Líos de faldas, hordas de pacos y redadas, drogas duras, alcohol, celos ególatras la muerte de los fundadores Brian Jones e Ian Stewart y salir adelante cómo una fría modelo Rusa en plena pasarela. De los Stones se pueden hacer un sin fin de páginas de chimuchína colegial, pero lo que realmente importa será que hay un show a la noche y ellos tarde o temprano llegaran y lo dejarán todo, darán lo que mejor saben hacer, funcionar como banda, así como Los Jaivas o Tommy Rey que son bandas imperecederas que necesitan del publico para sentirse vivos.
Los valores de una banda son el compromiso de vivir para siempre, pase lo que pase y la banda estará siempre primero, antes que tu novia, tus hijos, el dinero y sobre todo tu ego. En teoría es un matrimonio sagrado y en teoría debe durar para siempre, pero es ahí donde todos se derrumban, al momento de crecer la vida cambia, las personas cambian y las bandas se agotan al igual que las relaciones humanas así cómo la inspiración que algún día juntó a esa misma banda, al desvanecerse esa atmosfera la banda se disuelve con ella, así se rompe una unión que parecía ser sagrada y se dirige por caminos separados.
Por lo mismo, decir Jagger/Richards es decir pan y vino, un lazo que no se desatará jamás porque como ellos dicen son matrimonio y que cómo el mejor de los matrimonios, pudieron pasar todos las trampas que sus propios egos les tendieron, los Stones no son célebres ni genios, son uno solo, al compás de un groove y una sacudida guitarra en Si mayor en afinación abierta, insatisfechos y sedientos por más, buscando rocanrol y diversión, y al final eso es lo que son, Rocanrol, pero me gustan.
Publicado por disorder.cl
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