Por Javiera Romero.

Música que raya en el borde de lo inclasificable. Claro, referencias no faltan, pero optar por un cajón, por una sola etiqueta, eso es lo que es necesario evitar cuando se quiere explicar algo nuevo.

Con su segundo disco titulado Lo, CrossS parece dar varias ideas. De frentón, el sonido de esta banda es un machete; mucho fuzz, voces moduladas y melodías impredecibles. Lo te pega en la cara con Interlocutor, el primer track del álbum, y rompe con los conceptos prefabricados de cómo debiese sonar una banda de stoner, o de garage, o de lo que sea.

Si bien su sonido es crudo, los canadienses encapsulan esa aspereza en no más de 4 minutos por canción, lo que para oídos amateur, es bastante conveniente.

A diferencia de su primer disco, esta segunda entrega tiene un sonido evidentemente más sucio, ritmos más lentos y voces más difusas. Eye Seance y Golden Hearth son casi bandas sonoras de una marcha, pero de una que se funde en un ritmo sutilmente más rápido en el siguiente track del LP.

Lo, la canción que titula el álbum, resume todos los pasajes por los que caminan el resto de los temas, con solos que vibran en un sustain máximo y con un coro que no se puede anticipar desde la estrofa.

Para explicar un sonido, creo –humildemente—que la mejor forma de hacerlo es intentar desglosar cada una de sus particularidades, sobretodo si hablamos de bandas que aún están ocultas del ojo público y del oído hipster. Escuche a Crosss con la oreja bien abierta y con la mente en blanco. Una banda así de potente no le puede no gustar.

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