De puro escuchar a Leonard Cohen se nota que sabe conversar con sus fantasmas. El amor, la religión, el sexo, la política, las drogas, las despedidas, las mujeres de su vida, y las de una sola noche… fantasmas que se suceden y se repiten como mantras, porque sus canciones te hipnotizan o te dan sueño. A través de los años esos fantasmas se han disfrazado (como con Phill Spector en el Death of a Ladies’ Man), y se han vuelto universales (como en los tantos covers de Hallelujah), pero nunca se han ido del limbo de Cohen. ¿Por qué? Creo que el sábado pasado, en la función de Bird on a Wire, tuve una mini pista sobre esa fascinación por reflexionar, rumear, escribir y musicalizar fantasmas. Es que mirar a Leonard Cohen es muy distinto a escucharlo.
Tony Palmer presentó el documental contando su odisea: las pocas ganas que tenía Cohen de salir de gira el 72, cómo consiguió grabarlo hasta en la ducha, por qué rechazaron el primer corte y también el segundo, y cómo alguien encontró en una bodega y en pésimo estado, el material que estábamos a punto de ver. Son 3.000 pedacitos de cinta pegados con paciencia y amor que muestran que, aunque tengamos una imagen mental de lo que debería ser una gira en los 70 (en teoría mucho sexo, drogas y rock and roll), no siempre era taaan así. Que incluso a un Leonard Cohen al que las mujeres perseguían (obvio, es casi el gemelo de Dustin Hoffman en El Graduado), le daba vergüenza jotear frente a una cámara. Que se sentía inseguro por vender pocos libros y culpable cuando los amplificadores no funcionaban. Que los rockstars también reparten pancitos en el backstage, y que lloran cuando la inspiración no llega, o cuando los nervios o la emoción o algo así, no los deja continuar con el show. A esas alturas él no tenía idea en qué se iba a convertir, y nosotros, sin el documental, no sabríamos que ese señor sabio que ahora recibe premios por su pluma, era mucho más parecido a nosotros de lo que creíamos; inseguro, miedoso, con algo de fe en ciertas cosas pero muy incómodo con otras. Los fantasmas que hemos escuchado durante años se empiezan a volver comunes al ver sus caras de angustia, pena, y de felicidad.
¿Y la pista? ¿Por qué creo que le gusta tanto a Cohen conversar con sus fantasmas? En el documental, cada vez que Cohen habla de algo parecido a sus fantasmas, se le sale una sonrisa. “El éxito es sobrevivir”; sonrisa. Pucho melancólico, mirada perdida y de repente, sonrisa. “Siempre me pueden convencer de cantar otra canción, pero ¿es eso lo que queremos hacer?”; y llora, pero con sonrisa. Esa sonrisa de cuando te sale una buena mano en el póker. Esa sonrisa de pendejo malo que tiene información valiosa. Esa sonrisa que no vemos al escuchar sus discos, y que demuestra que sabe de lo que habla: que a todos nos da miedo lo mismo, nos calienta más o menos lo mismo, y nos dan vergüenza las mismas estupideces. Tiene sentido que, lo que en un primer disco se llamó “Songs of Leonard Cohen”, en el más reciente se llame “Popular Problems”. Cohen lleva años cantando sobre sus fantasmas porque sabe que son de todos. “Bird on the Wire” es casi un “My way” y sirve perfecto de título: todos hemos cantado borrachos, todos hemos tratado de ser libres a nuestra manera. Gracias Cohen por escribirlo y cantarlo, gracias Palmer por no aburrirte ni decir “corte”, incluso cuando debes haber pensado que nunca ibas a estrenar este documental.
Bird on a Wire (1974)
Dir. Tony Palmer.
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Publicado por disorder.cl
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