Por Cha Giadach.
Tú, yo, ellos, nosotros fuimos afortunados. Porque compartimos aire, horas, días años con alguien que perfectamente no tenía porque venir de este mundo. Fantasías, historias de amor, ciencia ficción, fiestas desenfrenadas, cigarros compartidos escuchando música con los amigos, miles de botellas abiertas con él sonando en el fondo, arañas, perros y bailar en la calle.
Fuiste la excusa perfecta para seguir teniendo imaginación, de tener alma juguetona, de crear cosas nuevas y el principal pilar para todos los que disfrutan y enfrentan la vida teniendo personalidades múltiples. Porque se puede sobrevivir muriendo y renaciendo en diferentes personas. Con cualidades diferentes, con colores diferentes, con melodías distintas a las de antes, quizás mucho más innovadoras de las que vendrán mañana. Gracias por dejarnos tanto sin pedir nada a cambio. Estrenabas algo, lo mostrabas, nos deslumbrabas con tus nuevas facetas y desaparecías para renacer después con otra identidad. Refrescando equipos de sonido, pantallas de las chicas y de las grandes, lubricando parlantes y diciéndonos que cualquiera puede abordar el arte como se le de la gana. Lo autentico está en la manera de abordar las cosas, de dedicarles tiempo, de impregnarlas de amor, liberarlas al mundo y obsequiárselas a cada uno de nosotros.
No es momento de hablar de lo musical, porque es idiota hablar de eso. Todos sabemos de su grandeza, de su solidaridad con sus pares a la hora de colaborar, y de todo eso. Es hora de reafirmar a la música como algo de pasiones, de multitudes, de entregar un buen espectáculo. Es momento de hablar de otras cosas, desde el punto de vista de un oyente, de un seguidor, de alguien que estaba constantemente pendiente. Es momento de darle las gracias por tantos amigos que conocimos por tener algo en común: un tipo que no cantaba como los demás. Agradecer las miles de veces que salvó noches de baile que no tenían otro destino que morir, pero llegaba David y todo se arreglaba automáticamente, como arte de magia. Ah ese es Bowie, bailemos, démosle otra oportunidad a esta cosa. Hay que darle las gracias por todos los intentos de amor que existieron gracias a este hombre, porque el duque nunca separó a nadie, unía y sigue uniendo a personas en busca de algo desconocido. Pueden ser besos, puede ser sexo, puede ser algo a largo plazo, algo de una noche o simplemente a alguien con quien escuchar música mientras se mira el techo en silencio perpetuo porque el camaleón se está manifestando.
Todavía quiero creer que todo esto es una broma. Estoy seguro que volviste a tu planeta. Te quiero, te queremos todos, y mucho más de lo que crees. Esto es para siempre.
Saludos a Lou.
David Bowie se fue de este mundo rodeado de su familia en Nueva York a la edad de 69 años.
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Publicado por Cha Giadach
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