Me ha tomado más de dos meses lograr escribir sobre la muerte de David Bowie. Dos meses es equivalente a siglos luz para alguien quien recurre a diario a las palabras como método de supervivencia. Así de inabarcable me parece este hito histórico que conmovió realmente a la masa mundial (¡Lloren de celos, noticiarios!).
¿Por qué, siendo la muerte la única certeza cotidiana, despedir a este extraterrestre nos estremece con tal bruma?
En lo personal (cuidaría no ser autoreferente si no hiciera más sencillo todo escribir sobre lo que uno conoce) toqué fondo al ver, dentro de ese banquete homenájico que rindió el espectro digital absoluto ese día, el video clip de Lazarus.
Conozco la muerte de cerca desde antes de nacer y jamás me había abismado tanto su desconcierto como me sucedió con la imagen de ese maravilloso andrógeno ciego, postrado, acechado, creador. Leí el esperanzado miedo a la libertad absoluta; lo verdaderamente desconocido.
Este fénix que estalló cien veces el fin de ciclo con la maravillante belleza de una supernova logró darle peso por vez primera a la masticada interrogante; ¡QUÉ DIANTRES PASA DESPUÉS, CARAJO! Los budistas hablan de transmutación, los católicos de purgatorios previos a un juicio, los hinduistas van variando de especie, los cientistas descomponen partículas, David Bowie va aún más allá.
Mi pacífica convivencia con el concepto de expiración se acurrucaba en una filosofía de estaciones y principios básicos de la materia. Pero esta estrella negra atravesó en años, en una sola vida, más transformaciones de las que todas las religiones juntas logran abarcar. Entonces viene la sombra; ¿Cómo, por qué, cuándo, dónde desaparece la más veterana de las aves?
Siglos luz.
Y luego llega el consuelo. Ese delgado bailarín casi epiléptico que sale del armario con un vestido negro y el frenesí masivo que provoca su voz. David Bowie eligió su desvanecimiento a la edad de sesenta y nueve años a modo de invitación. La noticia más masiva de toda esta temporalidad lineal humana nos convoca, rebeldes, a seguir siendo todos esta nueva era camaleónica. Somos, quienes lloramos, el nuevo disco de Bowie. Nos toca ahora hacer tangible la libertad en todos los idiomas y vestimentas que lleguemos a conocer.
PUT ON YOUR RED SHOES, héroes queridos.
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Acá todo lo que hemos publicado a raíz de su partida:
“Despidiendo al extraterrestre.” (1era parte) (2da parte). Por Edo Agrela.
“David Bowie es para siempre.” Por Cha Giadach.
Publicado por disorder.cl
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