Por: Nacho Bustamante
Fotos: Carlos Müller para Lotus Producciones
Se sabe que en este lado del mundo nos gustan dos cosas: Los mall y el metal. Reflejo de esto es ver la ciudad cada vez que toca Iron Maiden, la ciudad se torna negra, oscura y metalera a cagar. Cambiamos los cintillos de flores por bandanas y el agua mineral por la cerveza en lata de medio litro, todo el opuesto a lo que podría generar un Lollapalooza en la capital. El sábado no era la excepción, tocaba Black Sabbath po hueón, los padres del rock pesado.
Me bajé del Metro Ñuble, me compré una cerveza de medio y me puse a caminar siguiendo a la procesión de hueones metaleros. Ambiente había. Hueones borrachos, sanguches de potito, stickers cumas, cintillos y pacos, por sobre todo PACOS. De hecho, tuve que tomarme la cerveza casi al seco porque había un par de buenos samaritanos que andaban avisando al mundo que estaba la yuta más adelante paqueando las cervezas.
Entré al Nacional y a los pocos minutos se suben los Yajaira al escenario. “Valen callampa, giles culiaos, aguante Blah Sabbah”, gritaba un crítico musical improvisado que apenas se podía la raja de borracho. Fuera de una que otra falta de respeto con una banda que lleva más de 20 años haciendo el aguante en el under, Yajaira tuvo una presentación al nivel de siempre: Brutal, dejando en claro que en este lado del mundo el rock pesado se hace con más pasión y dedicación que la chucha y los que lo hagan de esta forma, siempre van a tener su oportunidad. Así de simple.
A Rival Sons no los cachaba mucho para ser sinceros, no sabía qué esperar de ellos y me sorprendieron bastante, sonaban súper bien y la gente prendió bastante con los gringos. Para ser sinceros, yo no mucho. Estaba en ese rato en el que te dedicas a cargar energías para el plato fuerte, porque no estoy en edad de darme la pala 4 horas en cancha general. (Me dio pena reconocer esto)
Hasta que partió todo. Llegó el diablo y puta que es bacán ese momento en el que se apagan las luces y sabís que el hueveo se viene”¦Y se vino con cuática. Con una intro apocalíptica que no dejó a nadie indiferente, empezaron a sonar los acordes de la canción que le da nombre a la banda. Mansa zorra, descontrol, saltos, huevones tratando de mantener equilibrio para sacar fotos con su celular, etc”¦ Se había dado el pitazo inicial a la última vez que veríamos a Black Sabbath en nuestra casa.
El show avanzaba súper rápido, no había mucha pausa. Llegó el turno de War Pigs y la todo se fue a la chucha. Minas desmayadas pasaban y pasaban entre la gente, me ofrecieron combos todavía no sé por qué, se prendieron las bengalas, y no hay nada que me guste más que cuando se hace eso en un show de rock, que es como la mezcla perfecta entre el clamor causado por fútbol y rock del güeno y con eso”¦me pasan cosas (Me le para).
El solo de batería de Tommy Clufetos cerca de la mitad del show estuvo la zorra, más que por la técnica, por los comentarios que generó la duración de este mismo: “El loco alarga el solo porque estos viejos culiaos se están dializando, hueón” comentaban dos cabros que estaban cerca mio cagados de la risa.
Era bacán todo lo que me rodeaba. Ver a cabros con sus viejos vacílando a más no poder, a viejos sub 50 gritando “Estaí entero cagao, Ozzy”, a cabros chicos que tuvieron una oportunidad única y lo más probable es que no olviden.
Agotando la bencina que tenía de reserva disfruté como gato en carnicería con Children of the Grave y Paranoid que fueron las escogidas para darle cierre a una de las ceremonias más importantes del rock a nivel mundial a la que haya asistido.
Salí más contento que la chucha, con un sentimiento bacán, porque al final de ese día a todos nos unía una pura hueá, el amor por una de las bandas más importante en la historia del rock. ¿Y cómo se puede celebrar un hito de esta embergadura? Con unas cervezas con los amigos.’
Publicado por Juan Pablo Prado
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