Carola Canelo no es Bernie Sanders, sino algo peor

Publicado por bruno

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Bastó una aparición en un despacho en un noticiero de un canal de cable para que una académica de una facultad de Derecho terminara convertida en autoproclamada opción presidencial. No solo eso. Sino que su imagen se ha convertido en el primer hype político de la temporada presidencial de 2017, una luz de esperanza para cierta izquierda bienintencionada, que ve en ella algo semejante a lo ocurrido con Bernie Sanders en la primaria del Partido Demócrata a inicios de este año.

Pero no. Carola Canelo no es Bernie Sanders.

Canelo inició su meteórica carrera mediática acusando a los gobiernos democráticos por no perseguir civilmente el lucro (cuando se sabe en Chile que la persecución solamente opera en el ámbito de lo penal, merced a la pureza del juez, frente a las suspicacias que genera el burócrata de cualquier ente fiscalizador).

En adelante, la abogada ha hecho gala de ese tono de locuacidad que intenta denodadamente ser pasado como asertividad en la aduana del discurso.

Por ejemplo, busca desacreditar a movimientos políticos por las personas que los integran (falacia ad hominem). Si no es eso, aprovecha de cuestionar iniciativas legislativas hechas por un gobierno urgido por salvar un poco de popularidad, aun a contrapelo del espíritu original de las iniciativas que ahora promueve: esto es algo cuestionable, pero legítimo (por ejemplo, la crítica de Carola Canelo hacia la opción del gobierno por salvar el sistema subvencionado de educación escolar se hace cargo de las creencias arraigadas de la ciudadanía, en cuanto a que la educación subvencionada le proporciona una distinción social que no le proporciona la educación pública).

Las observaciones de la abogada pecan de impulsividad por tratar de proclamar una verdad acorde a sus expectativas.

Canelo debe sus catorce semanas de fama mediática a un lugar común de figuras mediáticas que, salvo Pamela Jiles, tiende a formar parte del repertorio del famosaje pinochetista reconvertido en figuras civiles: «la persona que dice las cosas de frente». Este gesto de la abogada es un lugar común que podemos reconocer principalmente en figuras que van desde Fernando Villegas hasta Patricia Maldonado, pasando por Checho Hirane. La forma de hablar de la abogada es un cliché consistente en decir una provocación sin enfrentarse al chequeo de los datos ni al rigor argumental, con un tono más elevado, con el fin de dar con cierta indignación circunstancial.

Sin embargo, se diferencia de los referentes previamente señalados en algo: tiene una trayectoria reciente en una institución académica prestigiosa, la Universidad de Chile. Este dato de la profesional debería indicarnos pragmáticamente cierta transitividad: la Universidad de Chile es la más prestigiosa; en consecuencia, debe ser la universidad más rigurosa; en consecuencia, sus profesores deben ser prestigiosos y rigurosos; en consecuencia, Carola Canelo debe ser prestigiosa y rigurosa.

Lo anterior es una relación que establezco sobre un supuesto de posicionamiento (véase en la obra de Trout y Ries, Posicionamiento), es decir, qué se le puede venir a la cabeza a una persona común cuando se dice el concepto «académico de la Universidad de Chile».

De acuerdo a este supuesto, es posible que una persona de la audiencia pueda figurar que Carola Canelo expone ante los medios de comunicación un rigor académico (posicionado en la mente de una persona de la audiencia), sobre la base de la afirmación conmutativa «es rigurosa porque está en la Chile; está en la Chile porque es rigurosa».

Esta cualidad de «experta» la empata con otra figura mediática que hizo su tránsito de la academia a los medios de comunicación, poniendo los saberes de su profesión al servicio de las masas, con el mismo tono afectado y el mismo afán por la provocación gratuita: la doctora María Luisa Cordero.

Luego de ejercer durante décadas como psiquiatra y electroencefalógrafa en el hospital Horwitz, la doctora Cordero migró a la televisión como columnista de programas de entretención. Se hizo famosa por diagnosticar al país en los años del auge y caída de la clase media emergente encarnada por el recordado Faúndez. También, ella también ocupó su profesión para detectar las presuntas patologías mentales de algún famoso, estuviera éste en presencia o en ausencia, fuera con o sin su permiso; de todas maneras, saltándose el secreto profesional.

Antes que Carola Canelo, la doctora también inició su fama exhibiendo cierta impulsividad por saltarse el protocolo de la profesión con tal de poder activar rápidamente en las audiencias una visión de mundo acorde a sus expectativas. Como la doctora, la abogada busca solucionar el país a través de una cruzada moral basada en la pura afirmación.

Pero la abogada llevó al extremo su apuesta, esperando ser respaldada por una audiencia que espera de la clase política el mismo desparpajo (más que honestidad) de un panelista de programa de magazine. Y eso no es lo que imaginamos de una versión autóctona de Bernie Sanders. ¿Por qué no es nuestro Sanders? Porque, primero, no vivimos en el calco forzado de referentes gringos. Segundo, porque Sanders buscó encaminar su programa procurando la unificación de los trozos de un progresismo tan disperso como minoritario en un país donde militar en el Partido Demócrata ya es un extremismo para medio país.

La épica de Sanders no es la épica de Carola Canelo. La épica de la abogada no tiene que ver con hacer viable con un progresismo, sino con un acto de afirmación ideológica, con un acto para llamar a los conversos y dividir el progresismo, en lugar de unificarlo. No ofrece cambios pensando en función de armar una hueste, sino en correr sola para poder quedarse sola (y sus apóstoles) con el triunfo de un legado.

En la épica de Carola Canelo, no hay ansias de hacer política de largo plazo, sino de instalar un statement. Al final, solo se trata del nuevo personaje «que dice las cosas de frente». No es Bernie Sanders eso, ni por si acaso. Es algo tan folclórico como María Luisa Cordero.

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