
Texto Martín Ponce
Fotos LotusPro
Miércoles en Club Subterráneo, no cabe un alma. La gente está ahí agolpada, casi hacinada, aguardando un momento esperado hace mucho: recibir a una de las voces emblemáticas de Seattle, una que durante los noventa contribuyó a crear eso que nos gusta llamar Grunge. Mark Lanegan, el hombre que lideró en su momento a los Screaming Trees se paró en el escenario de Subterráneo para volver a verse las caras con un público chileno que estalló en éxtasis (literalmente) viendo erguirse ante ellos a la delgada figura del ronco cantante que destila whisky, carretera y una historia musical que sobrecoge, ya que además de su carrera solista, que se sostiene por si sola, podemos encontrarnos con colaboraciones con leyendas como los Queens Of The Stona Age o Mad Season ¿Te suenan?
En formato trio, acompañado por un guitarrista y una tecladista que al mismo tiempo se encargaba de la caja de ritmos y las segundas voces, todo empezó con When Your Number Isn”’t Up del disco Bubblegun dando el tono que se viviría el resto de la noche: un show mucho más íntimo, donde la beta blusera y de oscuro crooner de Lanegan sería la protagonista dejando un poco de lado, pero no ausente, ese sonido electrónico que el vocalista viene entregando en sus últimos discos.
Si bien se extrañó más presencia de ese sonido más al hueso, ese híbrido entre el blues y la electrónica de discos como el Blues Funeral (2012) o el Gargoyle (2017); la verdad es que ese ambiente oscuro, casi acústico que nos entregó Mark, es el que más coherencia parece tener con su persona y su particular voz, que en temas como One Way Street, con su rasgada voz, logra mantener en hipnótico trance a un público que parecía estallar cada vez que Lanegan, entre tema y tema, les soltaba un escueto y ronco «thank you«.
Mark Lanegan poco interactúa con el público, poco se mueve en el escenario, se nota que ya está tatita, que no es un chiquillo de una ciudad del norte estadounidense, pero esa capacidad que tiene de emocionar y cautivar, con un setlist que escapa de cualquier efectismo o nostalgia por su pasado grunge, valiéndose de su voz y poco más, es realmente admirable. Con una selección de temas que se acercan, probablemente, a lo que te cantaría un habitante de un desierto desolado con rostro esquelético, solo acompañado por una guitarra y un whisky; que a los hits rockeros típicos del festival de turno, te atrapa en una atmósfera fantasmal donde los escasos movimientos que hace en el escenario invitan a un viaje y su voz, a veces susurrante, a veces dolorosamente desgarrada, penetra en los tímpanos de un público que no tiene otra opción que entregarse y dejarse guiar por el cantante.
Luego de un buen puñado de grandes canciones la banda se retiró del escenario solo para ser traídos de vuelta a los pocos minutos por los gritos de los fanáticos. Pero esta vez junto a Mark subía al escenario Alain Johannes, colaborador de sus discos desde ya un buen tiempo. Mientras Johannes agarraba una guitarra acústica que había estado esperando por él, la gente se deshizo en gritos y ovaciones por el chileno, entonces este empezó a rasguear su guitarra para tocar el tema I Am The Wolf donde Lanegan se mandó una de las mejores interpretaciones vocales de la noche dejando a todos los asistentes sobrecogidos con la potencia de su voz. Y aún faltaba una pequeña sorpresa, pues para cerrar con broche de oro Mark y Alain tocaron juntos Hangin”’ Tree, original de los QOTSA, canción compuesta e interpretada por ambos para ese legendario disco Songs For The Deaf allá por ese lejano 2002. Y así nomás terminó, con Lanegan despidiéndose juntos a Johannes y el público chileno que no paraba de aplaudirlos, habiendo recibido un show que difícilmente podrán olvidar.

Publicado por disorder.cl
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