Sonic Youth en el establo: polvo cósmico

Me sentía como el espantapájaros incendiándose en la portada del Bad Moon Rising: era una calurosa tarde de domingo, con el sol cayendo implacable, y con Sonic Youth tocando en Club Hípico como si el mundo fuese a desintegrarse de un momento a otro. Reunido junto a unas diez mil personas en medio de ese inminente holocausto —con el sacrificio a cuestas de esta banda que amenaza con desaparecer luego de 30 años, 17 discos, 46 videos y 996 guitarras violentadas— no había más que soltar un poco de tensión mediante dos polos opuestos: con un sonido delicado y un tanto inquieto por un lado y una sensación de cataclismo cercano por el otro.